Está por concluir un año más, un giro de la tierra alrededor
del sol. Es momento de felicitaciones, revisiones, pensamientos,
agradecimientos y deseos; una época en donde podemos ver hacia atrás y
proyectarnos hacia adelante, un espacio de tiempo donde se siembra la semilla
de los retos, se nutre la tierra de los deseos y se divisa el cielo de las
oportunidades.
Los nuevos 365 días que están por comenzar, nos indican el
lienzo blanco donde nuestros sueños cobrarán vida, con los paisajes que estamos
dispuestos a recorrer, las horas que vamos a invertir para que se hagan
realidad. El artista deberá estar listo para enfrentarse al reto de darle tonos
claros y oscuros a su nueva pintura, esa que momento a momento dará fe de la
imaginación, el genio y figura que vive en cada uno de nosotros.
Cada año que pasa, es el recuerdo de sueños cumplidos y de
metas alcanzadas, de nuevas esperanzas y aprendizajes que nos hicieron personas
diferentes. Finalizar, es experimentar el logro de aquello que realizamos y las
contradicciones de aquellos pendientes; las lecciones aprendidas y por
aprender, esa misteriosa fuerza interior que no se sacia con lo alcanzado, sino
que exige salir nuevamente para avizorar nuevas cumbres para escalar y superar.
Cuando se llega el último día del año parece que entramos en
modalidad resumen, en revisión general, en la generación de balances de
pérdidas y ganancias. Este estado natural en los seres humanos, debe servirnos
no para saber qué cosas quedaron pendientes, sino para ver que vamos a
potenciar en el futuro. El modo resumen no debe ser solamente para evaluar cómo
nos fue, sin para ver qué cosas vamos a transformar y superar en el siguiente
ejercicio.
Mirar en el retrovisor es un buen ejercicio, pero mirar sobre
el horizonte es mucho mejor. No te quedes con la vista de “lo anterior”, más
bien descubre en los nuevos 365 días que vienen que vas a hacer distinto, qué
cosas nuevas harás que no habías hecho, que nuevas habilidades vas a
desarrollar, que nuevas propuestas vas a lanzar, qué retos nuevos vas a asumir,
qué cosas nuevas vas a aprender.
Así las cosas, concluir un año es un ejercicio dual de
resumen y proyección, una escena de sentimientos encontrados de logros y nuevas
ilusiones, las cuales marcan el principio y fundamento de lo que somos y
seremos, la promesa renovada que nos hace nuestro Dios (cualquiera que sea tu
imagen de él) para evocar lo mejor de nosotros y hacer realidad sus deseos, sus
sueños y pensamientos; un nuevo espacio para dirigir una nueva historia, un
nuevo comienzo donde no haya limitaciones o restricciones, sino potenciales que
están esperando una oportunidad.
El Editor