domingo, 28 de julio de 2013

Liderazgo inspirador



Afirma el libro “Maestría en liderazgo” del Dale Carnegie Training: “Los maestros del liderazgo inspirador ven una imagen clara del futuro con el ojo de la mente. El sueño tiene una realidad tangible. (…) Los líderes inspiradores tienen la habilidad de transferir importancia. (…)” podría anotar adicionalmente, que estos líderes son capaces de materializar el futuro en su mente y traducirlo en acciones reales, donde la realidad supera la ficción.

Cada ser humano lleva en sí mismo un liderazgo inspirador, sólo es necesario establecer las condiciones y motivaciones necesarias para que el futuro aparezca y se hagan realidad los sueños de muchas personas. Sin embargo, se pierde mucho tiempo buscando buenas razones o consideraciones para movilizar los esfuerzos, para hacer que las cosas pasen, lo que demora la materialización de las obras que son necesarias para apalancar la nueva generación de emprendedores, de seres humanos que han “abandonado su comodidad”, para vivir la experiencia de transformar y dejar su huella en el mundo.

Para vivir y motivar la concreción de nuestros sueños debemos comunicar lo que “hemos visto” y encontrar la misma fuerza en otros, para luchar por ese objetivo que lo trasnocha, que lo mueve y está dispuesto a gastar su vida para que se haga realidad. Vivir en la realidad un sueño, es canalizar tu energía con tu DIOS (cualquiera sea tu idea de él), para confabular la esencia de su querer en la vitalidad de tu vida, es decir, manifestar una fe madura y cierta, que “ordena a las montañas que se muevan de lugar y ellas le obedezcan”.

Somos hijos de la gracia sobrenatural, del movimiento acelerado de la generosidad del Creador, por lo tanto herederos de la vida trascendente, que nos otra cosa que descubrir el talento que hemos recibido y abrir las puertas al mundo prodigioso donde habita tu “promesa divina”, el brillo de la fe que lleva como premio la perseverancia, como fuerza la trascendencia y como testamento el valor, donde habita la coherencia de tus acciones.

Los líderes inspiradores buscan todo el tiempo una forma de mantenerse activos, vivos y vigentes, a pesar que el entorno les diga lo contrario. No son capaces de mantenerse ociosos, ni distraídos, pues saben que deben continuar la obra que se han comprometido completar, una misión que conocen no termina en este plano conocido, sino que se extiende hasta la transformación de vidas que vayan en la búsqueda de nuevos horizontes, donde posiblemente ellos no alcancen a llegar.

La inspiración, esa moción del espíritu del ser humano que se funde en el toque de DIOS, es lo que ha logrado grandes obras literarias, impresionantes descubrimientos científicos y amores pasionales que trascienden el tiempo; una fuerza tan incontenible que se hace necesario estar preparado en cuerpo y alma para poder aceptar el reto de ser diferente y lograr aquello que tanto hemos querido.

Así las cosas, que tu liderazgo inspirador sea la llave que te abra nuevos caminos, te movilice a enfrentar y superar nuevos retos, no para tu beneficio y reconocimiento, sino para que todos los tuyos encuentren razones para creer que es posible trascender y vivir con intensidad la vocación a la que hemos sido llamados.

El Editor.

domingo, 21 de julio de 2013

La inevitabilidad de la falla



La inevitabilidad de la falla es una realidad que todos debemos entender, analizar y revisar en el contexto de nuestras actividades diarias. En la medida que podamos cuestionar nuestros propios supuestos, desarrollar un conocimiento de la situación que se plantea, identificar las dependencias claves de los elementos que intervienen, el momentum y la velocidad de los factores involucrados, podemos comenzar a revisar nuestra posición frente a esos instantes donde las probabilidades se funden con las posibilidades.

Una falla en el escenario corporativo actual, representa por lo general, una vulnerabilidad evidente que tenemos y que nos pone en una situación desventajosa frente al contexto donde estamos. La falla nos expone frente a nuestros propios modelos, a nuestras propias reflexiones y evidencia nuestro limitado análisis de riesgos, que deja en entredicho aquello que tratamos de anticipar y evitar.

Si la falla que se materializa, sólo nos permite ver lo limitado de nuestras formas de pensar y analizar, y no nos habilita avanzar en nuevas formas de ver el entorno, no habremos capitalizado el momento y estaremos en la ruta de aquellos que tienen “lecciones por aprender”. Así las cosas, las fallas son los insumos que los analistas deben suministrar a los modelos de riesgos, para ir más allá de la causa raíz y repensar el escenario que contiene la amenaza identificada.

Las fallas revelan esas lecciones que la organización y los seres humanos debemos aprender, esos instantes de verdad, que deben acelerar la mente de los analistas de riesgos, no para motivar el temor y la sensación de “pérdida”, sino para fortalecer la posición de aprendizaje y desaprendizaje tanto de la empresa como de sus empleados, para superar la conformidad y complacencia con las amenazas identificadas, para superar la visión de isla existente en entre la ejecución y los resultados.

Las fallas prueban y validan la autodeterminación empresarial y personal, canalizan la voz de la experiencia en medio de la turbulencia y habilitan una visión empresarial más vigilante y perseverante sobre su negocio; más allá de un ejercicio de riesgos tradicional, para pensar en las exigencias del mediano y largo plazo según las posibilidades reales y emergentes de su entorno.

La inevitabilidad de la falla es una búsqueda permanente del vigilancia activa que todos debemos tener en cualquier ámbito de la vida, toda vez que esta realidad, nos debe llevar mantenernos alerta y activos, sabiendo que nuestro depredador estará pronto y pendiente de nuestros movimientos y descuidos. Si bien no vamos a poder anticipar todas sus “realidades emergentes” para responder de manera asertiva, si podemos preparar nuestra mente y posición para saber actuar frente a aquello que sabemos pasará, pero no sabemos cuándo.

La inevitabilidad de la falla nos debe animar a tomar riesgos calculados y comprender realidades amenazantes con vocación de oportunidad, una competencia personal y organizacional que estimula la estrategia empresarial y confirma nuestra experiencia individual.

El Editor

domingo, 14 de julio de 2013

Memorias del futuro



Revisando el resumen del libro “Leaders make the future. Ten new leadership skills for an uncertain world” cuyo autor es Bob Johansen, las nuevas generaciones se enfrentan a un mundo “volátil, incierto, complejo y ambigüo”, un escenario que está lleno de experiencias novedosas, oportunidades inesperadas y grandes desafíos intelectuales que motivan las mentes más inquietas, para descubrir y escribir las nuevas historias de logro que aún esperan por los nuevos conquistadores y nuevas amazonas, que encuentren en el ejercicio de desaprender, la esencia de su propia realización personal.

Los nuevos creadores de la realidad miran al futuro con humildad, valor, carácter y objetivos claros, una forma de construir un camino en medio de la incertidumbre, superando los estereotipos actuales de “falsa claridad”, cuestionando el statu quo para abordar dilemas que son irresolubles y cruzar el umbral de lo conocido y demostrado, para iniciarse en el arte de la transformación desde lo desconocido y aún sin demostrar, afinando su instinto estratégico.

La nueva generación de ejecutivos deben, según el autor, desarrollar la “habilidad de ser abiertos y auténticos acerca de lo que es importante para ellos, sin que se hagan publicidad a sí mismos”, una declaración que busca mantener un enfoque de transparencia de lo que somos y podemos, sin “falsas connotaciones de humildad”, que permitan a los directivos mantener los pies en la tierra, compartiendo sus visiones y exponiendo las mismas para que otros opinen y las enriquezcan.

Las organizaciones que sobrevivan en este nuevo contexto global cambiante y dinámico deberán enfrentar el choque generacional que se advierte entre los “nuevos chicos del barrio” esos que no temen confrontar la autoridad, probar nuevos mundos que no se han experimentado y son nativos en las tecnologías de información, con los “ejecutivos experimentados”, que conocen la forma de movilizar ideas en la empresa, saben de los gustos empresariales y reconocen los riesgos naturales de las estrategias, para que ambos mundos potencien las ideas que posicionarán la empresa en los lugares exclusivos de su entorno de negocio.

Frente a este escenario con verdades inestables y preguntas cada vez más elaboradas, se hace necesario desarrollar una inteligencia colectiva que nos permita construir, como anota Johansen, “bienes comunes”, es decir, “activos valiosos que las personas comparten para su beneficio mutuo”, una invitación para que se generen ecuaciones de suma equivalente, relaciones gana-gana, algo natural que está en el ADN de cada uno de los seres humanos, pero que no logramos comprender cuando de posicionar una idea,  producto o servicio se trata.

En este sentido, los ejecutivos de esta nueva era, deberán estar abiertos a descubrir los patrones de cambio en medio de su entorno, para que con “visión, ingenio, claridad y agilidad” logren desarrollar una “cartografía visual” del mañana, no para impresionar a los miembros de la junta directiva, sino para advertir y anticipar los riesgos y amenazas emergentes que cuenten las memorias del futuro que se escriben hoy a pesar de la inevitabilidad de la falla.

El Editor.

sábado, 6 de julio de 2013

El brillo del talento


De acuerdo con Sánchez-Bayo en su libro “Arqueología del Talento”, podemos distinguir el brillo del talento cuando:
  • “Hacemos con soltura aquello que es difícil para los demás”
  • “Hacemos algo de manera espontánea, por instinto”
  • “Hacemos las cosas por la atracción y pasión que nos provoca”
  • “Hacemos y actuamos sobre las cosas con belleza y elegancia”

¿Te has puesto a pensar en “aquello que se te facilita”? ¿No sientes que todo a tu alrededor se conecta contigo? Si has experimentado esto, sabrás que cerca de ti está uno de esos talentos que se te ha dado, la magia de la emoción y la transformación de todo lo que toques para que lo que tú quieras venga a ti. Esa sensación especial de sintonía con todo el universo, es la manifestación del poder interno que tienes y la fuerza que fluye dentro de ti para conquistar tus propios miedos y lanzarte a conquistar tus propios retos.

¿Recuerdas la última vez que estuviste en una situación complicada y acorralado? ¿Viste tu reacción intuitiva como fue? Si tu salida fue original, inesperada y consistente con lo que ocurría, debes advertir que tu mente fue impulsada por esa habilidad o por ese don que tienes para superar las condiciones límites, esa actuación intuitiva que permite superar las aparentes barreras creadas por el entorno, para sacar lo mejor de nosotros mismos. Tienes un talento especial que te permite trabajar bajo realidades agobiantes y renovar tus propias reacciones.

¿Sabes que te atrae, que te motiva, que te cautiva para movilizarte? ¿Te acuerdas de ese momento que sentías que la pasión ardía dentro de ti? Si aún experimentas estos movimientos dentro de ti, se está preparando todo el entorno para que despliegues esa poderosa destreza que tienes, para salirte del marco natural de las cosas y habilitar todo tu ser para canalizar tu capacidad transformadora, tus más profundos deseos de logro que buscan disfrutar la emoción de hacer aquello que es diferente, especial y revelador para la inercia del mundo, que se contenta con lo mínimo, queriendo tu potencial, alcanzar el máximo.

¿Has experimentado que pasan las horas y no te das cuenta? ¿Sientes que estas elevado, sumido en tus actividades y que todo conspira contigo? Si esta sensación la percibes en un contexto particular, has identificado aquello que es un don, una condición particular donde te conviertes en un maestro de artes elevadas, que revelan tu especial talento para crear estética y belleza que fluye dentro de ti, que permite fundirte con tu obra, con lo mejor de tu ser, creando un atmósfera de serenidad, tranquilidad y alegría que desafía toda posición adversa, para convertirla en una fuente de oportunidad y proyección que te seduce y alcanza a otros.

Cuando logremos despertar de nuestro “sueño conformista”, de esa contradicción permanente entre “hacer lo que hay que hacer” y “lo que queremos realmente hacer”, hallaremos, como anota Sánchez-Bayo, “el talento liderando nuestra vida, haciendo aquello para lo que hemos nacido (…)” la respuesta a la pregunta trascendental del hombre ¿a qué he venido al mundo?

El Editor.

Referencia
SÁNCHEZ-BAYO, A. (2010) Arqueología del talento. En busca de los tesoros personales. ESIC Editorial.

lunes, 1 de julio de 2013

El riesgo de aprender



Revisando recientemente el reporte periódico de la firma Catenaria, de origen Chileno y dedicada a la gestión del conocimiento, Javier Martínez, afirma en su reflexión denominada “Aprender sin hacer no es aprender”: “(…) Cuando no tienes miedo de aprender, cualquier cosa nueva te interesa y estás dispuesto a experimentar. Pero cuando tienes miedo de aprender, entonces no quieres probar, prefieres quedarte con lo que ya conoces, con lo que es más seguro y donde te sientes a salvo. (…)”, una frase que demanda un compromiso primario con la búsqueda de posibilidades fuera de la zona de confort.

El miedo de enfrentarse a lo desconocido es natural en el ser humano, encontrarse con múltiples preguntas y sin respuestas es una condición no deseada por muchos, pero necesaria para movilizarnos y descubrirnos a nosotros mismos. Buscamos todo el tiempo ambientes predecibles y cualquier condición que nos saque de lo que se espera, confronta nuestro modelo de estabilidad y atenta contra el equilibrio que perseguimos.

Aprender exige navegar en lo inexplorado, cuestionar nuestros modelos de pensamiento o buscar otros contextos diferentes al que conocemos para encontrar formas alternas de entender la situación problemática que se plantea. Esto es lanzarnos a conquistar la inestabilidad de los conceptos actuales y madurar una idea, lo que necesariamente implica probar, experimentar con componentes conocidos y desconocidos y ver el resultado de la misma.

Cuando las empresas se dicen que son “organizaciones que aprenden”, sabrán que no temen equivocarse, saben invertir en los errores de las personas, y no encuentran en él formas de castigar y someter, sino insumos para afinar lo que en el futuro próximo será la nueva forma de desequilibrar su entorno. Aprender supone, pensar en las posibilidades y no en las probabilidades, pues sólo en el campo de la sabiduría del error, está la espiral de conocimiento disponible para crear una ventaja competitiva sostenible.

Si prefieres estar a salvo de la amenaza de “aprender”, es decir cerca de la orilla de la inercia y lo tradicional, temerás zarpar hacia las aguas profundas de la innovación, de la creatividad, y tus propios miedos serán el ancla que no te permitan crear experiencias diferentes, esas que quiebren la visión de túnel que limita tu capacidad de acción, esa que no permite distinguir formas alternas de hacer las cosas y que te lleva a un círculo vicioso fundado en expresiones como “eso ya lo habíamos hecho antes”.

No estamos diseñados para estar inmovilizados, requerimos estar en movimiento, transformando nuestro entorno, imprimiendo nuestro sello en todo lo que hacemos. Esto es, buscar aquellas cosas que nos interesan y nos motivan para hacer que las cosas pasen. Es claro que en este ejercicio no estaremos exentos de equivocarnos, de encontrar situaciones inesperadas, pero cada momento que pasa, será el insumo requerido para que nuestra mente y corazón siga buscando razones para superar nuestras propias barreras personales y emocionales.

Finalmente, bien afirma la sabiduría popular que quien “terminó de aprender, se empieza a morir”, una frase que cuelga la esperanza de un mañana diferente, entierra las posibilidades de nuevas equivocaciones y desluce la dignidad del hombre virtuoso. Que nuestros sueños y planes sean tan grandes y motivadores, que cada momento de la vida, sea una oportunidad para ser maestros en “cómo aprender”, pero mejor aún, en “cómo desaprender”.

El Editor