La inevitabilidad de la falla
es una realidad que todos debemos entender, analizar y revisar en el contexto
de nuestras actividades diarias. En la medida que podamos cuestionar nuestros
propios supuestos, desarrollar un conocimiento de la situación que se plantea, identificar
las dependencias claves de los elementos que intervienen, el momentum y la
velocidad de los factores involucrados, podemos comenzar a revisar nuestra
posición frente a esos instantes donde las probabilidades se funden con las
posibilidades.
Una falla en el escenario
corporativo actual, representa por lo general, una vulnerabilidad evidente que
tenemos y que nos pone en una situación desventajosa frente al contexto donde
estamos. La falla nos expone frente a nuestros propios modelos, a nuestras
propias reflexiones y evidencia nuestro limitado análisis de riesgos, que deja
en entredicho aquello que tratamos de anticipar y evitar.
Si la falla que se
materializa, sólo nos permite ver lo limitado de nuestras formas de pensar y
analizar, y no nos habilita avanzar en nuevas formas de ver el entorno, no
habremos capitalizado el momento y estaremos en la ruta de aquellos que tienen “lecciones
por aprender”. Así las cosas, las fallas son los insumos que los analistas
deben suministrar a los modelos de riesgos, para ir más allá de la causa raíz y
repensar el escenario que contiene la amenaza identificada.
Las fallas revelan esas
lecciones que la organización y los seres humanos debemos aprender, esos
instantes de verdad, que deben acelerar la mente de los analistas de riesgos,
no para motivar el temor y la sensación de “pérdida”, sino para fortalecer la
posición de aprendizaje y desaprendizaje tanto de la empresa como de sus
empleados, para superar la conformidad y complacencia con las amenazas
identificadas, para superar la visión de isla existente en entre la ejecución y
los resultados.
Las fallas prueban y validan
la autodeterminación empresarial y personal, canalizan la voz de la experiencia
en medio de la turbulencia y habilitan una visión empresarial más vigilante y
perseverante sobre su negocio; más allá de un ejercicio de riesgos tradicional,
para pensar en las exigencias del mediano y largo plazo según las posibilidades
reales y emergentes de su entorno.
La inevitabilidad de la falla
es una búsqueda permanente del vigilancia activa que todos debemos tener en cualquier
ámbito de la vida, toda vez que esta realidad, nos debe llevar mantenernos
alerta y activos, sabiendo que nuestro depredador estará pronto y pendiente de
nuestros movimientos y descuidos. Si bien no vamos a poder anticipar todas sus “realidades
emergentes” para responder de manera asertiva, si podemos preparar nuestra
mente y posición para saber actuar frente a aquello que sabemos pasará, pero no
sabemos cuándo.
La inevitabilidad de la falla
nos debe animar a tomar riesgos calculados y comprender realidades amenazantes
con vocación de oportunidad, una competencia personal y organizacional que
estimula la estrategia empresarial y confirma nuestra experiencia individual.
El Editor
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