sábado, 12 de junio de 2021

Riesgo, miedo y error

En el contexto de un mundo cada vez más volátil, incierto, complejo y ambigüo, tres palabras aparecen con frecuencia en el vocabulario de las personas: riesgo, miedo y error. Tres palabras que circundan la mente de los seres humanos, algunas veces para inmovilizarlo y otras motivarlo. Tres palabras que tienen una carga emocional alta, que es importante reconocer para mantener nuestra capacidad de acción en medio de lo desconocido y la incomodidad que implica recorrer un camino inédito.

La palabra riesgo en su etimología base “viene el italiano “risicare”, que significa desafiar, retar, enfrentar, atreverse” (Mejía, 2017, p. 30), que dista de la perspectiva latina al entenderse como peligro, prueba, tentativa, lanzarse al peligro. Esta palabra, explora en el ser humano su capacidad para reconocer el entorno, establecer aquello que le interesa y que quiere mantener a pesar de la materialización de aquellos eventos que no se ajusten a sus propósitos. Un riesgo es una oportunidad que se debe calibrar desde los retos personales y un desafío que abre ventanas de aprendizaje para avanzar al siguiente nivel. Recuerde que en la vida siempre hay riesgos: el riesgo de actuar e incomodarse y el riesgo de no actuar y estar cómodo.

La palabra miedo tiene su fundamento en el latín “metus”, que provoca perturbación del ánimo por eventos próximos y reconocidos por nuestra psiquis como amenazantes de nuestra integridad física. Mientras el temor, originario del latín “tímeo”, que anticipa un daño futuro, expresa una lectura interna de los eventos que termina en la construcción de un imaginario personal que puede o no estar ajustado a la realidad. Estas dos palabras están vinculadas a la lectura individual de la realidad, al nivel de información e interpretación de la misma frente a nuestras creencias. Recuerde que en la vida hay que estar dispuesto a abandonar lo que uno es (soltar las amarras) para convertirse en lo que puede ser (transformarse en aguas profundas).

El error, esa condición particular que no se ajusta a lo inicialmente planeado, es otra de las condiciones y características que hacen del hombre su verdadera esencia, ser humano. En este sentido, lo que se denomina “error” no es otra cosa que la oportunidad permanente para ver aquellas cosas que no se veían antes, una ventana de aprendizaje que reta lo que se ha asimilado previamente y no conformarse con ello. Los retos y las caídas en la vida son la preparación para el logro, una experiencia de encuentro personal que saca al hombre su zona cómoda. Recuerde que en la vida no se mejora por azar, tu vida mejora cuando cambias, cuando aprendes.

Estas tres palabras resumen de alguna manera las restricciones autoimpuestas que no permiten al hombre salir a conquistar su realidad y darle forma a sus sueños. En este contexto, no se debe esperar a tener todas las respuestas para tomar las acciones que se requieren, sino actuar para transformar nuestra actitud y elegir aquello que cambia la perspectiva de la vida para poner en movimiento el talento que se ha recibido. De esta manera, el riesgo nos permite atrevernos a caminar, el miedo nos libera de nuestras ataduras y el error nos mantiene en el rumboRecuerde que en el mar de incertidumbres e inestabilidades, los que siguen intentando son los que terminan avanzando, trazando caminos novedosos que crean posibilidades, allí donde otros sólo ven probabilidades. 

El Editor.

Referencias

Mejía, R. (2017). Administración de riesgos. Un enfoque empresarial. 12 Reimpresión. Medellín, Antioquia. Colombia: Fondo Editorial Universidad EAFIT 


domingo, 30 de mayo de 2021

Competencia & Posverdad

Estamos en un momento del mundo donde lo cierto parece falso y lo falso cierto. No hay peor mal para una comunidad que la difusión acelerada de una verdad a medias. Estamos en la era de la posverdad. Una era donde no son los hechos y los datos lo que se privilegian, sino las opiniones y los sentimientos, como fundamento de los imaginarios que se crean en la sociedad. 

Cuando se interroga “la opinión” desde una vista distinta a la que fue concebida, no hay espacio para el diálogo y exploración de diferentes vertientes, sino una respuesta cerrada propia de las tribus y los soldados que sólo leen “la verdad” desde aquellos que están alineados con sus propias ideas. Este tipo de comportamientos crean divisiones y desarrollan emociones nocivas que terminan creando grandes brechas de comunicación, donde el encuentro y la colaboración parecen ausentes (Nogués, 2018).

En un mundo como el actual donde el reto permanente es competir, imponerse sobre el otro, lograr vencer al oponente y superarlo de forma amplia y contundente, como lo menciona Dávila y Maturana (2021) en su más reciente publicación “La Revolución Reflexiva”, estamos expuestos a la lógica del conquistar y dominar, donde unos ganan y otros pierden. Esta lectura de la sociedad, no deja espacio para reconocer al otro como “verdadero otro”, para poder establecer puentes de conexión y ver alternativas distintas a la de “mi propia verdad”.

Esta perspectiva que ha marcado la historia de la humanidad nos ha dejado mal ubicados en la prospectiva de nuestro futuro, dejando una honda huella de destrucción e inestabilidad que sigue siendo atravesada por nuestros propios sesgos y no nos permite romper el ciclo vicioso de competir, ganar y triunfar, donde se acrecientan los egos, se insiste en el concepto de superioridad y sobremanera, se socava y elimina la oportunidad de explorar alternativas con otros. Bien dicen los que insisten en esta postura, que la historia la cuentan los ganadores.

Cambiar esta dinámica voraz de acaparar, de logros y posiciones dominantes globales, implica generalmente cambiar la forma como cada uno de nosotros ve el mundo. Es un ejercicio que implica deponer nuestras defensas intelectuales que soportan el modelo y abrir la posibilidad para declarar que no sabemos y abrirnos a aprender “quiénes somos”, “qué queremos” y “cómo avanzamos”. Pasar la página de la competencia, para darnos la oportunidad de escribir una nueva basada en la colaboración y la cooperación es un desafío que no va de palabras y discursos, sino de acciones y obras que hablen de la ruta “con corazón” que queremos emprender (Dávila & Maturana, 2021).

Ver más allá de nuestras zonas particulares de control, y pasar la hoja de “mi realidad”, implica transformar una postura de reflexión lineal y focalizada con visión de túnel, por una circular y de espiral ascendente de exploración y aprendizaje, donde las relaciones conocidas y emergentes tienen cabida, con el fin de habilitar un espacio para descubrir qué hay más allá de nuestros saberes, y así fundar un nuevo discurso que se diseña desde la reconstrucción colectiva de experiencias y oportunidades, donde todos los que participan hacen parte de la vista integrada que se elabora.

Así las cosas, las tendencias que soportan la posverdad, no sólo perderán fuerza, sino que buscarán refugio en alternativas menos efectivas, menos creíbles y más visibles, que las harán aparecer con frecuencia en el radar de las reflexiones colectivas, con el fin de identificarlas y limitar sus impactos, y así crear una estrategia de defensa que demore y disuada a sus promotores en su propósito de confundir, posicionar y manipular aquello que se quiere posicionar como “verdad”.

Referencias

Nogués, G. (2018). Pensar con otros. Una guía de supervivencia en tiempos de posverdad. Buenos Aires, Argentina: ABRE|El Gato y la Caja.

Dávila, X. & Maturana, H. (2021). La revolución reflexiva. Una invitación a crear un futuro de colaboración. Santiago de Chile, Chile: Editorial Planeta Chilena S.A.

domingo, 9 de mayo de 2021

¿Qué es la estabilidad?

Se habla frecuentemente de “estabilidad monetaria”, “estabilidad emocional”, “equilibrio de mente y cuerpo”, de una condición que parece ser ideal para encontrar el punto medio que permita el balance deseado en una temática específica. La estabilidad que se busca en muchos de los temas no es estática, sino dinámica. La estabilidad exige cambios, transformación, algo paradójico cuando lo que se quiere es tener “tranquilidad y seguridad”.

Quien busca “estabilidad laboral” tratando de encontrar un lugar donde pueda tener certeza permanente y claridad de lo que tiene que hacer y entregar, terminará deteriorando y marchitando su potencial, su capacidad de aprendizaje y generando una espiral descendente peligrosa que le genera apego, incierto y pérdida de oportunidades en medio de los inciertos e inestabilidades que tendrá a lo largo del ejercicio de su cargo. Quien busca estabilidad laboral muchas veces terminará diciendo que tiene “X años de experiencia” cuando posiblemente lo que ha pasado es que tiene “X años haciendo lo mismo”.

La estabilidad es un ejercicio de comportamiento y reflexión sistémica que inicia con un cambio, con una transformación que se genera por cuenta de un aprendizaje, de una situación que lo ha sacado de la zona cómoda. Un momento en el cual el hombre se sorprende e interroga su saber previo, un contexto distinto que se asoma por cuenta de la suspensión del ejercicio cotidiano de realidad. Cuando esto ocurre, se encuentran nuevas razones para pensar y aprender, se descubren potenciales ocultos y se renueva la caja de herramientas personal.

La estabilidad que se quiere lograr, implica reconocer todo el tiempo los desbalances y retos del entorno, para encontrar puntos pivote de apoyo que actualicen las reflexiones previas y permitan conectar puntos que antes aparecían inconexos. Es una relación circular que se expande cuando existe exceso de certezas y se contrae cuando se llevan al límite los inciertos. En la medida, que podamos encontrar y mantener un ritmo de conexión con la dinámica del ambiente, de igual forma será posible sorprendernos y aprender lo que se requiere para motivar los cambios y alcanzar nuevamente la estabilidad.

La estabilidad implica que debemos cruzar el umbral de lo conocido y caminar en la zona de lo desconocido para identificar puntos relevantes que permitan superar los sesgos humanos naturales, y así definir las nuevas reglas que actualicen la carta de navegación más allá de los límites previstos. La estabilidad es el ejercicio de estirar una liga, sabiendo cuánto apetito de riesgo está dispuesto a tener, para moverse en medio de las adversidades y aprovechar las capacidades que ha podido incorporar y perfeccionar en otros momentos de volatilidad.

Cuando piense en estabilidad, recuerde que se trata de modelar el comportamiento de un ecosistema donde el hombre existe y se moviliza. Una lectura de flujos interminables de aprendizajes, sorpresas y descubrimientos que le permiten encontrarse a sí mismo y con los demás, no como un participante más, sino como un punto referente en una malla interconectada de saberes, retos, intentos, participantes, productos, servicios e intereses que cumplen ciclos acelerados de evolución y renovación, que exige la misma habilidad que se necesita al “manejar una bicicleta”, parafraseando a Albert Einstein: hay que estar en movimiento todo el tiempo para mantener y alcanzar un balance.

El Editor

viernes, 23 de abril de 2021

Verdaderamente resilientes

Revisando un artículo publicado en el año 2002 en la revista Harvard Business Review sobre qué características o condiciones tiene una persona resiliente se afirma que:

“… una persona será verdaderamente resiliente cuando tiene: 

  • una aceptación firme de la realidad,
  • una profunda creencia, a menudo respaldada por valores muy arraigados, de que la vida tiene sentido, y
  • una asombrosa capacidad de improvisación” (Coutu, 2002).

Si analizamos en detalle cada una de ellas, en el escenario actual, podemos establecer algunas acciones concretas que nos permiten movernos mejor en medio de las inestabilidades e inciertos que plantea la nueva realidad en la que vivimos y así superar el superávit de futuro que sólo crea angustia y desesperación.

Es claro que debemos aceptar que tenemos una emergencia sanitaria internacional asociada con un agente biológico adverso, cuyo origen aún es desconocido, que evoluciona rápidamente y que reta de forma acelerada las investigaciones más recientes asociadas con el desarrollo de las vacunas disponibles. Por lo tanto, mientras no se cuente con una inmunización general habrá que mantener de manera permanente las medidas de autocuidado y el aislamiento preventivo voluntario hasta donde sea posible, buscando repensar las formas de vivir y trabajar en un escenario incierto, pero no por eso, amenazante o de miedo, sino de prevención y acción para ajustarnos a la dinámica vigente.

Esto no será posible si cada uno, desde su referente sagrado, no encuentra su lugar común de encuentro con lo trascendente. Ese sitio de silencio interior, donde se nutre la esencia de lo que no se ve, para movilizarnos desde la certeza de lo que se espera, desde la fuerza de la esperanza y desde la acción comunicante del amor. Reconocernos necesitados y asistidos por la fuerza de lo invisible, permite encontrar en el incierto una oportunidad para liberarnos de los temores y habilitar la confianza que habita en nuestro ser, para transitar de la desinformación y la angustia, a la tranquilidad de los que esperan lo mejor y se mueven en esa misma dirección.

Si hemos concretado las dos acciones previas, es momento de activar nuestro lado derecho del cerebro, la creatividad, el ejercicio de liberarnos de nuestras restricciones autoimpuestas para impulsar, no probabilidades, sino posibilidades; encontrar nuevos lugares comunes desconocidos, abrir nuevos caminos, repasar otros con diferentes perspectivas o lentes, con el fin de ver las potencialidades que tenemos y que hemos ignorado por mucho tiempo. Improvisar no es sacar algo de la nada, sino capitalizar los saberes que hemos adquirido para conectar diferentes puntos que antes estaban desconectados.

Así las cosas, si logramos movernos en estas tres características que detalla el artículo de Harvard, es posible que la emergencia sanitaria internacional termine siendo el detonador de aquellas capacidades escondidas, el impulsor de los proyectos parqueados, el activador de los retos suspendidos que están esperando este momento para materializar la transformación que se necesita para avanzar al siguiente nivel al que estamos llamados

Ser resiliente, es aceptar que fuimos creados para navegar en aguas profundas, creer que somos capaces de cambiar la realidad y que somos depositarios de la magia de la creatividad para ver y transformar el mundo.

La resiliencia es una palabra que más allá de las connotaciones especiales y sofisticadas que se le quieran dar, es una expresión de la condición natural que todos los seres humanos tenemos, que es la de sobreponernos a las adversidades, encontrar respuestas donde otros encuentran problemas y de vivir plenamente con lo que tenemos, para caminar día a día en el ejercicio del caminante de Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

Referencia

Coutu, D. (2002). How Resilience Works. Harvard Business Review. https://hbr.org/2002/05/how-resilience-works

domingo, 18 de abril de 2021

Reinvención y resiliencia

El prolongado momento de incierto e inestabilidad que nos ha tocado vivir, ha puesto a prueba nuestra condición mental, psicológica y espiritual para continuar abriendo oportunidades y ver el mundo de formas distintas. Los largos silencios, las amplias ausencias y la carencia de abrazos han sido la constante durante más de 365 días, y que aún, según estudios recientes, no tienen una fecha concreta para terminar.

La esencia de la vida que es el encuentro con el otro, que ahora reemplazado por pantallas y videoconferencias, crea una entorno de relaciones que si bien, abren una oportunidad para reinventar nuestro sentir, propone un reto intelectual y emocional que rompe con el tradicional “cara a cara”, que transmite y comunica con cada expresión y movimiento en tiempo real. Es una experiencia distinta y muchas veces incómoda que desafía nuestra propia dinámica humana.

Los cansancios acumulados por sesiones de trabajo sucesivas, sin descansos o movimientos corporales, la suma de emociones que se guardan y no se expresan, las tensiones que se transmiten y las presiones por resultados, ahora son el nuevo insumo de los terapeutas que ha encontrado en esta nueva realidad, un campo de trabajo y exploración que había estado presente (y ausente al mismo tiempo) como una bomba de tiempo que se ha liberado y detonado por cuenta de una emergencia sanitaria internacional.

Este escenario desinstalado de la antigua realidad, desconectado del contacto físico y desacoplado de la realidad material, demanda un llamado a una resistencia, a una robustez y a una reinvención que habilite tanto a los individuos como a las organizaciones a encontrar nuevos lugares comunes para superar la zona de inestabilidad y compromiso que vivimos, y no dejar que la condición temporal de ausencia conquiste el lugar interior donde siempre podemos explorar, descubrir y trascender.

Por lo tanto, es necesario motivar una postura resiliente que incluya al menos los siguientes elementos: (Fiksel, 2015)

  • Inteligencia organizativa: Integrar múltiples voces y la diversidad de pensamientos.
  • Ingenio: Innovar para superar nuestras limitaciones autoimpuestas.
  • Robustez: Desarrollar un comportamiento propositivo y vigilante para evitar las trampas de nuestros temores.
  • Flexibilidad: Efectuar los cambios necesarios basados en la experimentación y el ensayo.
  • Tenacidad: Afrontar los retos en lugar de aceptar la adversidad o la derrota.

Cuando entendemos esta postura como la base de nuestra nueva carta de navegación, es posible ver el territorio, no como un lugar de amenazas, sino como un paisaje de oportunidades, de exigencias y zonas incómodas, que nos permite interrogar nuestros saberes previos, explorar alternativas y construir rutas alternas que lleven a la conquista de algunos archipiélagos de certezas.

Lo que ocurre hoy, no es otra cosa que una experiencia concreta y real que nos invita a renunciar a nuestra seguridades, a caminar en los pasos de los niños que disfrutan cada momento con lo que tienen y logran, una búsqueda permanente de sentido y conexión con lo que nos rodea, una oportunidad para renacer en nuestro interior y ponernos en paz con la ansiedades de un mundo que hoy se ha detenido, y nos brinda una ventana de aprendizaje para reinventarnos sin perder nuestra propia identidad.

Referencia

Fiksel, J. (2015). Resilient by design. Creating businesses that adapt and flourish in a changing world. Washington, D.C. USA: Island Press.


domingo, 3 de enero de 2021

365 días: Laboratorio de aprendizaje

Empezar un nuevo año es un proceso de ajuste que implica reconocer aquellas cosas que aprendimos, entender un poco las perspectivas del presente y sobremanera, establecer el marco de trabajo para materializar alguno de los diferentes futuros que se ven en el horizonte. Iniciar un nuevo año debe estar nutrido por las ilusiones, por los proyectos y el positivismo que nos llena mirar hacia adelante y las posibilidades que se pueden concretar.

Iniciar los nuevos 365 días no es un ejercicio de probabilidades, donde miramos y calculamos cómo serán las cosas en mediano plazo, sino una vista de opciones disponibles para lanzarnos a conquistar aquello que queremos y deseamos. Es un ejercicio de enfoque y perseverancia, que implica posiblemente, tener la flexibilidad para cambiar de rumbo y así poder llegar donde habíamos visualizado. Es claro, que ya es un logro iniciar a caminar, pues ya no estamos en el mismo punto, lo importante es persistir y mantener la vista en la meta para descubrir los caminos que podemos labrar para poder llegar.

No existen rutas únicas durante este nuevo tránsito de la tierra alrededor del sol, sino capacidades de aprendizaje y estrategias flexibles que permiten reinventar el camino, así como el mapa disponible para lograr las cosas que queremos. Es por eso que en un año, cada día es una oportunidad para ver y crear el futuro, no desde nuestros logros y éxitos, sino desde aquellas cosas que no han salido bien, y nos han permitido abrir una ventana para aprender, para romper el velo de las reglas y hacernos mejores versiones de nosotros mismos.

Durante el camino que recorremos durante el año, nada pasa por casualidad, ni por azar. Todos los eventos tienen un propósito, es decir un “para qué” y no un “porqué”, de esta forma mantenemos una vista de construcción permanente, donde cada paso que damos es una forma para fortalecer aquello que hacemos bien, y una estrategia para ajustar y afinar nuestros planes para lograr aquello que queremos. Si mantenemos este espíritu de apertura y suma permanente sólo tendremos cosas positivas para contar y reivindicar el esfuerzo constante para hacer que las cosas pasen.

Asumir un año como un ciclo de aprendizaje permanente, donde cada momento es una oportunidad para interrogar nuestros saberes previos, buscar alternativas a las ya previstas y nutrirse todo el tiempo de la novedad y el incierto, es concretar y asumir la vida como un lugar común donde nos encontramos, compartimos, creamos experiencias y nos conectamos para crear un tejido social renovado, donde todos podemos, si queremos, enriquecernos de las distintas formas de ver el mundo y entender la realidad.

Iniciar un año es una apuesta por encontrar formas distintas de avanzar en nuestros retos y propósitos, un espacio de co-creacion, co-laboración, co-operación y co-ordinación donde es posible darle forma a una idea y apalancarse en las potencialidades de otros, para desarrollar propuestas que cambian la forma de hacer las cosas. Cuando entendemos que los nuevos 365 días son un laboratorio constante para experimentar y superar nuestros propios miedos, el año se transforma: pasa de un marco de tiempo que tenemos para vivir, a un momento de la vida que se nos dá para “ser más”, “descubrir más” y “saber más”.

El Editor.