sábado, 28 de enero de 2017

Pasión y perserverancia

Pasión y perseverancia dos palabras que definen a las personas que a pesar de los contratiempos y reveses son capaces de alcanzar cualquier cosa que se propongan.

La pasión es el oxígeno que nutre el fuego interior, la fuerza que define y moviliza el talento natural de las personas, ese impulso, algunas veces desordenado, que se niega mantenerse cómodo y sale a buscar retos y conquistas que persiguen metas que le dan sentido a su vida.

La perseverancia es una virtud que insiste y persiste en medio de las vicisitudes; es una gota insistente de valor y determinación para perseguir una meta, un resultado, un sueño. El perseverante sabe lo que quiere y está dispuesto a rayar los límites de sus propias fuerzas para superar cualquier obstáculo que se interponga entre su realidad actual y su sueño. El perseverante no ve en la vida problemas, sino retos a superar para hacer que las cosas pasen.

La combinación de estas dos palabras es lo que Angela Duckworth denomina GRIT: “los grandes triunfadores tienen una feroz determinación que actúa de dos formas. En primer lugar, exhiben una fortaleza y tenacidad fuera de lo común. Y en segundo, saben, a un nivel muy profundo, lo que quieren en la vida. No sólo tienen determinación, sino que además saben dónde quieren llegar. (…) En otras palabras, tienen grit” (Duckworth, 2016, p.26).

Las personas que tienen grit, perciben la vida y lo que hacen como una vocación de servicio, de transformación personas y de la sociedad. Sus propósitos en la vida, no sólo persiguen sus propias necesidades, sino que están enmarcados en un propósito superior que los mantiene y los motiva a continuar en medio de las tempestades.

Los individuos con grit tienen siempre esperanza positiva por el mañana. Viven intensamente el presente, teniendo sus metas en el radar, pues saben que mañana habrá nuevas oportunidades para aprender, descubrir y continuar en su empeño para lograr sus objetivos. No permiten que el desánimo o los comentarios destructivos comprometan su fuerza interior y el fluir de su vocación, pues saben que mentalidad de crecimiento y diálogo interior optimista son la esencia misma de lo que son y de aquello que persiguen.

La gente con grit se fijan metas de autosuperación, que les permite practicar y avanzar de formas distintas, manteniendo el propósito superior todo el tiempo en su mente. Al mantener una práctica deliberada en eso que los apasiona, alcanzan con frecuencia estados de fluir, donde el tiempo y el espacio se suspenden y sólo se encuentran la vocación y el propósito como única fuente de energía y transformación que los hace uno con el momento para superar sus retos.

Las personas con grit crean una atmósfera de colaboración, de logro y motivación permanente. Sus exigencias personales, los motivos transcendentes y su necesidad de cruzar los límites de lo conocido, generan un efecto viral que contagia el entorno donde se encuentra, pues cada uno de ellos, se convierten en ejemplos vivientes de la forma como cada día se comprometen a superarse a sí mismos y distinguir formas de apoyar a otros.

Vivir la cultura grit, es un ejercicio de formar la identidad y el carácter, para exigirse a sí mismo, sabiendo claramente la persona que es. Una lógica que no encuentra siempre sentido en los costos y beneficios de la pasión y la perseverancia, sino en la plenitud de poder alcanzar nuestro propio potencial.

El Editor.

Referencia

Duckworth, A. (2016) Grit. El poder de la pasión y la perseverancia. Barcelona, España: Ediciones Urano.

sábado, 14 de enero de 2017

Fuego interior

El fuego ha sido considerado un elemento clave en la vida del hombre. Desde la antigüedad se ha considerado una de las potencias que invita a la renovación, a la transformación y a la creación. De igual forma, se ha considerado un elemento peligrosos y destructor cuando no se tiene control de su capacidad y poder, o cuando es manipulado por manos inexpertas o sencillamente inocentes.

El fuego en el mundo material es un ejercicio de combustión donde el oxígeno, el calor y el combustible interactúan para dar vida a la chispa, a la luz, a la generación de energía que se tiene como resultado de la interacción de estos tres elementos y que, dependiendo del uso, la intencionalidad y la calidad del objeto que se consume puede ser de utilidad o de total destrucción.

Ahora bien, se dice que algunas personas tienen fuego interior, esa energía que transmite  y comunica una pasión, una motivación y un deseo por superar sus retos y alcanzar sus sueños. En este sentido y recreando lo que ocurre en el mundo material, estas personas deben tener el oxígeno, el calor y el combustible para crear esa energía permanente que transforma y sana.

El fuego interior se alimenta del oxígeno de los retos personales, de los desafíos que la vida impone y permite para concretar esa atmósfera natural donde la chispa divina arde. Este oxígeno se ponen contacto con el calor de la pasión individual, de aquellas habilidades y dones que cada ser ha recibido para potenciar su capacidad de hacer y construir, con el fin de alcanzar un nivel superior de desarrollo.

El combustible necesario para que arda el fuego interior, está en las condiciones del entorno algunas más propicias que otras, por lo tanto, se hace necesario encontrar ese escenario particular donde se incendie y contagie esa fuerza interna que desencadena oportunidades para algunos y riesgos para otros.

Es posible que, aún las condiciones externas no sean las adecuadas, una autocombusión interna se genere como fruto de un poder superior que transciende la esencia de la persona y que es capaz de cambiar el ambiente, de modificar las leyes mismas del fuego, para ser fuego por sí mismo, más allá de las realidades conocidas y verificadas: la luz de la santidad.

El fuego interior es una fuerza poderosa que todas las personas poseen para mantenerse presentes en la vida, nunca en un segundo plano ni escondidas detrás de un tercero. Es un ejercicio en primera persona que pone de manifiesto la esencia misma de su vocación y el contagio de su propia misión, para hacer del mundo un lugar diferente y renovado en cada momento.

La chispa divina que vive en el hombre, es la energía que comunica y cataliza los otros elementos de fuego para que arda de forma permanente, cual la zarza en el desierto, como antorcha de luz y poder que está disponible para cualquiera que se abandone en la fuente misma de la vida: el incendio de la fe, el calor del amor y el combustible de la esperanza.


El Editor 

sábado, 7 de enero de 2017

Aprender a trabajar juntos

En un entorno donde las diferencias se acentúan, las polarizaciones se hacen más fuertes y la inestabilidad política es la norma, la colaboración y la cooperación se hacen dos elementos de una misma distinción, que buscan concretar puntos de encuentro donde las tensiones no son ocasión de rechazo sino una oportunidad para tener puntos de vista alternativos antes ignorados.

Por lo general en el ejercicio cotidiano de las organizaciones se nos pide cooperar – co-operar, esto es, seguir una ruta óptima para hacer operativa una propuesta o solución que ha sido distinguida por una autoridad en el tema y que permite viabilizar acciones requeridas por la empresa para alcanzar algunos resultados esperados.

La co-operación significa ser solidario y responder a la confianza de una iniciativa que tiene sentido para las partes participantes (Barkley, Cross y Major, 2012). Organizar una fiesta, una acción para recaudar fondos, una rifa para obtener recursos para fines superiores, son actividades donde la co-operación funciona como elemento que moviliza la fuerza de trabajo para concretar ideas y acciones que permiten alinear voluntades para lograr la realización de una iniciativa.

De otra parte, se encuentra la colaboración, ese ejercicio de construcción de saberes donde cada persona desde su propia realidad y contexto, aporta a la construcción de opciones respecto de una situación particular (idem). No se memoriza, se descubre; no se acepta, se revisa; no se asume, se verifica; un ejercicio donde se busca sintetizar un saber novedoso, propio del reto que asumen el equipo de trabajo.

En el aprendizaje colaborativo, los participantes asumen nuevos roles, se calzan lo zapatos de los otros, se comparten expectativas y se procura un ambiente de construcción permanente donde las ideas de los individuos son insumo valioso para desarrollar una nueva oportunidad de conocimiento. Es importante advertir, que para que este tipo de aprendizaje tenga éxito las personas deben apropiar de su papel en el equipo de trabajo y procurar una constante renovación: tanto de la participación como del logro del reto a conquistar.

En el co-laborar, se busca todo el tiempo el descubrimiento del saber, es decir “algo que se construye hablando entre las personas y poniéndose de acuerdo”(Barkley, Cross y Major, 2012). En este modelo, la imagen de autoridad se pone en duda, abriendo la posibilidad de opciones impensadas, para crear distinciones que sorprendan al equipo de trabajo y de paso, funden un escenario inédito que sea motivo para nuevas reflexiones y aplicaciones sobre el tema en estudio.

Tanto en el co-operar como el co-laborar demandan una preparación específica de los participantes de los equipos de trabajo. En el primero, comprender claramente el objetivo para alinear el esfuerzo que implica materializar una solución o propuesta particular y en el segundo, mantener la motivación y atención frente al reto propuesto, para procurar apuestas interesantes que creen espacios de reflexión que revelen discontinuidades frente a las aproximaciones actuales.

Así las cosas, el aprender a trabajar juntos, es una competencia y exigencia del mundo actual, una práctica que no subestima las diferencias, ni las evita, sino que las motiva como insumo para debilitar la cotidianidad y la mala costumbre de habituarnos a “continuar haciendo las cosas como las conocemos”, una estrategia que anima la reinvención permanente de significados que sólo tienen sentido en el contexto del reto que se plantea.

El Editor

Referencia
Barkley, E., Cross, K. P. y Major, C. (2012) Técnicas de aprendizaje colaborativo. Manual para el profesorado universitario. Segunda edición. Madrid, España: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, España – Ediciones Morata.