El fuego ha sido
considerado un elemento clave en la vida del hombre. Desde la antigüedad se ha
considerado una de las potencias que invita a la renovación, a la
transformación y a la creación. De igual forma, se ha considerado un elemento
peligrosos y destructor cuando no se tiene control de su capacidad y poder, o
cuando es manipulado por manos inexpertas o sencillamente inocentes.
El fuego en el mundo
material es un ejercicio de combustión donde el oxígeno, el calor y el
combustible interactúan para dar vida a la chispa, a la luz, a la generación de
energía que se tiene como resultado de la interacción de estos tres elementos y
que, dependiendo del uso, la intencionalidad y la calidad del objeto que se
consume puede ser de utilidad o de total destrucción.
Ahora bien, se dice
que algunas personas tienen fuego interior, esa energía que transmite y comunica una pasión, una motivación y un
deseo por superar sus retos y alcanzar sus sueños. En este sentido y recreando
lo que ocurre en el mundo material, estas personas deben tener el oxígeno, el
calor y el combustible para crear esa energía permanente que transforma y sana.
El fuego interior se
alimenta del oxígeno de los retos personales, de los desafíos que la vida
impone y permite para concretar esa atmósfera natural donde la chispa divina
arde. Este oxígeno se ponen contacto con el calor de la pasión individual, de
aquellas habilidades y dones que cada ser ha recibido para potenciar su
capacidad de hacer y construir, con el fin de alcanzar un nivel superior de
desarrollo.
El combustible
necesario para que arda el fuego interior, está en las condiciones del entorno
algunas más propicias que otras, por lo tanto, se hace necesario encontrar ese
escenario particular donde se incendie y contagie esa fuerza interna que
desencadena oportunidades para algunos y riesgos para otros.
Es posible que, aún
las condiciones externas no sean las adecuadas, una autocombusión interna se genere como fruto de un poder superior que
transciende la esencia de la persona y que es capaz de cambiar el ambiente, de
modificar las leyes mismas del fuego, para ser fuego por sí mismo, más allá de
las realidades conocidas y verificadas: la
luz de la santidad.
El fuego interior es
una fuerza poderosa que todas las personas poseen para mantenerse presentes en
la vida, nunca en un segundo plano ni escondidas detrás de un tercero. Es un
ejercicio en primera persona que pone de manifiesto la esencia misma de su vocación
y el contagio de su propia misión, para hacer del mundo un lugar diferente y
renovado en cada momento.
La chispa divina que
vive en el hombre, es la energía que comunica y cataliza los otros elementos de
fuego para que arda de forma permanente, cual la zarza en el desierto, como
antorcha de luz y poder que está disponible para cualquiera que se abandone en
la fuente misma de la vida: el incendio de la fe, el calor del amor y el
combustible de la esperanza.
El Editor
Excelente Dr. mis felicitaciones siempre por sus aportes a nuestra vida.
ResponderEliminarSimplemente exacto como debería de ser cada vida cada alma !!!
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