miércoles, 31 de diciembre de 2014

Mirando al horizonte

Está por concluir un año más, un giro de la tierra alrededor del sol. Es momento de felicitaciones, revisiones, pensamientos, agradecimientos y deseos; una época en donde podemos ver hacia atrás y proyectarnos hacia adelante, un espacio de tiempo donde se siembra la semilla de los retos, se nutre la tierra de los deseos y se divisa el cielo de las oportunidades.

El año que termina es el testimonio del exigente camino que hemos recorrido y el que llega, se abre como libro abierto listo para escribir las nuevas historias que harán diferencia y las conquistas personales que vamos a tener. Abrirse a una nueva ventana de tiempo, es saber que continuamos en la tierra cumpliendo con la misión que hemos venido a desarrollar, con la declaración de victoria de la cual somos herederos y que nadie nos puede arrebatar.

Los nuevos 365 días que están por comenzar, nos indican el lienzo blanco donde nuestros sueños cobrarán vida, con los paisajes que estamos dispuestos a recorrer, las horas que vamos a invertir para que se hagan realidad. El artista deberá estar listo para enfrentarse al reto de darle tonos claros y oscuros a su nueva pintura, esa que momento a momento dará fe de la imaginación, el genio y figura que vive en cada uno de nosotros.

Cada año que pasa, es el recuerdo de sueños cumplidos y de metas alcanzadas, de nuevas esperanzas y aprendizajes que nos hicieron personas diferentes. Finalizar, es experimentar el logro de aquello que realizamos y las contradicciones de aquellos pendientes; las lecciones aprendidas y por aprender, esa misteriosa fuerza interior que no se sacia con lo alcanzado, sino que exige salir nuevamente para avizorar nuevas cumbres para escalar y superar.

Cuando se llega el último día del año parece que entramos en modalidad resumen, en revisión general, en la generación de balances de pérdidas y ganancias. Este estado natural en los seres humanos, debe servirnos no para saber qué cosas quedaron pendientes, sino para ver que vamos a potenciar en el futuro. El modo resumen no debe ser solamente para evaluar cómo nos fue, sin para ver qué cosas vamos a transformar y superar en el siguiente ejercicio.

Mirar en el retrovisor es un buen ejercicio, pero mirar sobre el horizonte es mucho mejor. No te quedes con la vista de “lo anterior”, más bien descubre en los nuevos 365 días que vienen que vas a hacer distinto, qué cosas nuevas harás que no habías hecho, que nuevas habilidades vas a desarrollar, que nuevas propuestas vas a lanzar, qué retos nuevos vas a asumir, qué cosas nuevas vas a aprender.

Así las cosas, concluir un año es un ejercicio dual de resumen y proyección, una escena de sentimientos encontrados de logros y nuevas ilusiones, las cuales marcan el principio y fundamento de lo que somos y seremos, la promesa renovada que nos hace nuestro Dios (cualquiera que sea tu imagen de él) para evocar lo mejor de nosotros y hacer realidad sus deseos, sus sueños y pensamientos; un nuevo espacio para dirigir una nueva historia, un nuevo comienzo donde no haya limitaciones o restricciones, sino potenciales que están esperando una oportunidad.


El Editor

domingo, 21 de diciembre de 2014

El regalo desconocido

Estas fechas del año invitan a la reflexión y a revisar lo que hemos hecho o dejado de hacer. Si bien este ejercicio es beneficioso para efectos de documentar las lecciones aprendidas, no deja de ser una vista post mortem, una vista de lo que pasó, un registro del pasado. Estos días no deben concentrarse en el pasado, sino en el futuro. La natividad, es anuncio, es llamado, es anhelo de futuro, vocación trascendente, en pocas palabras, noticia anticipada de un acontecimiento que no se ve con los ojos del cuerpo, sino desde la esencia del alma.

El anuncio de un “redentor”, en cualquiera que sea tu lectura de lo trascendente, es la esperanza, el futuro que llega para decirnos que hemos sido seleccionados desde la eternidad para ser coherederos de la gracia y custodios de la pureza, esa que rodea todo lo que en la proclama se nos dice. Una luz en el horizonte marca el punto y la hora, para aquellos que quieran atender la invitación, para los que se lanzan valientemente al encuentro con su propia vida y sus propias miserias.

Navidad, es nacer, destruir y revelarnos contra el orden sugerente del mundo comercializado, lleno de espejismos tecnológicos, comodidades lujosas, deslumbrantes elogios y premios, para salir al encuentro con nuestras propias limitaciones y así, abandonar la zona cómoda e interrogarnos sobre qué estamos dispuestos a sacrificar para aceptar el reto de alcanzar el siguiente nivel de evolución, el próximo escalón de la vida espiritual, la exigencia de parecernos al maestro y no mirar hacia atrás, para ser dignos de la vida superior.

En navidad, muchos entregamos regalos, presentes y generosos abrazos como muestra de nuestro afecto y cariño para los conocidos y algunos desconocidos. Sin embargo, el regalo más importante que se debe ofrecer, no está en una dimensión conocida, no corresponde a intereses humanos ni a prebendas concertadas. Ese regalo nos demanda una apertura de los ojos del alma, de la sensibilidad del espíritu y de nuestra postura atenta a los signos de sagrados.

Podemos pasarnos tratando de encontrar el mejor presente para entregar esta navidad, pero no será suficiente, pues todo aquello será una ofrenda desconocida y misteriosa, un regalo difuso a los ojos de tu “maestro”, quien te reclama que dejes de leer tu vida en clave de los símbolos humanos, para que te abras a la gracia que se encuentra viva en tu interior, en las entrañas de tu propia conciencia, para que veas el significado de lo que significa dejar de “huir de la oscuridad de tus miedos e inseguridades” y hallar “el amanecer de aquellos que viven ligeros de equipaje”.

Así las cosas, que esta navidad no te encuentre buscando en medio del mundo la oportunidad para regalar algo a alguien, sino que sea la oportunidad para descubrirte y regalarte eso que tanto necesitas, la respuesta a tus inquietudes y la fuente de la alegría permanente que tanto reclama tu vida; una victoria anticipada y definitiva sobre nuestros propios temores, que transfigura nuestro corazón, crucifica nuestras oscuridades, transforma nuestra voluntad y eleva nuestro espíritu: Darnos a nosotros mismos.


El Editor

domingo, 14 de diciembre de 2014

Feedback y Feedforward

Generalmente en las organizaciones se establece un procedimiento que permite cada cierto tiempo adelantar la evaluación de desempeño. Esta es una actividad que busca establecer tanto los aspectos positivos como aquellos que se deben mejorar para fortalecer los resultados individuales y avanzar en el logro los corporativos.

Si bien este ejercicio, que por cierto generalmente no es muy afortunado por la forma como se adelanta y por las consecuencia que tiene, es una herramienta fundamental para la persona y una fuente de riqueza empresarial, por tanto es necesario repensarlo para sacarlo de la “zona oscura” del colectivo corporativo y darle la dimensión positiva que requiere, con un deseo sincero de llevar a un individuo al desarrollo de su máximo potencial.

El reto de las empresas modernas no es tratar de “exprimir” al máximo sus “recursos humanos” para lograr las estrategias corporativas y alcanzar los niveles de ingresos requeridos por la junta directiva, sino plantear una teoría alternativa que permita, “potenciar” al máximo los “talentos individuales” para desarrollar nuevas capacidades empresariales que proyecten y sintonicen las expectativas de las personas y los objetivos corporativos.

Cuando se concentran los esfuerzos corporativos en los talentos de sus colaboradores, otra es la lectura que se puede hacer del famoso “feedback” e introducir el desafío del “feedforward”, como vistas complementarias que destruyan la lectura nociva de la lucha competitiva inherente en las evaluaciones de desempeño, donde “el éxito de los demás es una amenaza que evidencia que hay mejores personas que tu”.

Lo anterior supone tener una vista personalizada y real de un individuo con sus expectativas, con sus sueños, con el listado de sus talentos y una revisión de sus potencialidades, así como una declaración honesta de la empresa para abrir los espacios donde es posible “aprender y avanzar” con la inversión que esto implica y la seguridad psicológica que demanda “declarar que no sabemos”.  

Con estos elementos, el “feedback” tiene una lectura constructiva donde, de acuerdo con Stein y Rábago (2014), se convierte en un estímulo para mejorar, una oportunidad para aprender, una motivación interna para esforzarse y la inspiración para lograr un mejor desempeño. Si a lo anterior, le sumamos el “feedforward”, técnica propuesta por el psicólogo Phil Daniels, donde lo que se pretende es identificar conductas que deben observarse en lo sucesivo en las personas y las organizaciones para aumentar su sintonía con los retos y metas empresariales, estaremos revelando y liberando el potencial escondido en los colaboradores que funda la energía y la capacidad estratégica para alcanzar los resultados esperados.

Así las cosas, debemos dejar de mirar exclusivamente en el retrovisor de los desempeños personales y organizacionales, para colocar el énfasis en lo que viene; para animar una vista proactiva, propositiva y centrada en las fortalezas y así, entender que es aquello que debemos dejar de hacer, que es eso que nos distingue y  qué cosas no hemos hecho y que es clave desarrollar ahora.

El Editor

Referencia

Stein, G. y Rábago, E. (2014) Dirigir personas. La madurez del talento. Pearson.