Estas fechas del año
invitan a la reflexión y a revisar lo que hemos hecho o dejado de hacer. Si
bien este ejercicio es beneficioso para efectos de documentar las lecciones
aprendidas, no deja de ser una vista post mortem, una vista de lo que pasó, un
registro del pasado. Estos días no deben concentrarse en el pasado, sino en el
futuro. La natividad, es anuncio, es llamado, es anhelo de futuro, vocación
trascendente, en pocas palabras, noticia anticipada de un acontecimiento que no
se ve con los ojos del cuerpo, sino desde la esencia del alma.
El anuncio de un “redentor”,
en cualquiera que sea tu lectura de lo trascendente, es la esperanza, el futuro
que llega para decirnos que hemos sido seleccionados desde la eternidad para
ser coherederos de la gracia y custodios de la pureza, esa que rodea todo lo
que en la proclama se nos dice. Una luz en el horizonte marca el punto y la
hora, para aquellos que quieran atender la invitación, para los que se lanzan
valientemente al encuentro con su propia vida y sus propias miserias.
Navidad, es nacer,
destruir y revelarnos contra el orden sugerente del mundo comercializado, lleno
de espejismos tecnológicos, comodidades lujosas, deslumbrantes elogios y
premios, para salir al encuentro con nuestras propias limitaciones y así, abandonar
la zona cómoda e interrogarnos sobre qué estamos dispuestos a sacrificar para
aceptar el reto de alcanzar el siguiente nivel de evolución, el próximo escalón
de la vida espiritual, la exigencia de parecernos al maestro y no mirar hacia
atrás, para ser dignos de la vida superior.
En navidad, muchos
entregamos regalos, presentes y generosos abrazos como muestra de nuestro
afecto y cariño para los conocidos y algunos desconocidos. Sin embargo, el
regalo más importante que se debe ofrecer, no está en una dimensión conocida,
no corresponde a intereses humanos ni a prebendas concertadas. Ese regalo nos
demanda una apertura de los ojos del alma, de la sensibilidad del espíritu y de
nuestra postura atenta a los signos de sagrados.
Podemos pasarnos
tratando de encontrar el mejor presente para entregar esta navidad, pero no
será suficiente, pues todo aquello será una ofrenda desconocida y misteriosa,
un regalo difuso a los ojos de tu “maestro”, quien te reclama que dejes de leer
tu vida en clave de los símbolos humanos, para que te abras a la gracia que se
encuentra viva en tu interior, en las entrañas de tu propia conciencia, para
que veas el significado de lo que significa dejar de “huir de la oscuridad de
tus miedos e inseguridades” y hallar “el amanecer de aquellos que viven ligeros
de equipaje”.
Así las cosas, que
esta navidad no te encuentre buscando en medio del mundo la oportunidad para
regalar algo a alguien, sino que sea la oportunidad para descubrirte y regalarte
eso que tanto necesitas, la respuesta a tus inquietudes y la fuente de la
alegría permanente que tanto reclama tu vida; una victoria anticipada y
definitiva sobre nuestros propios temores, que transfigura nuestro corazón,
crucifica nuestras oscuridades, transforma nuestra voluntad y eleva nuestro
espíritu: Darnos a nosotros mismos.
El Editor
SI TODOS VIVIERAMOS COMO CRISTO NOS ENSEÑO, NO HABRIA POBRESA EN EL MUNDO NI NECESIDADES DE PAN, TODOS PROCURARIAMOS SER HERMANOS Y COMPARTIR LO MUCHO O POCO QUE TENEMOS, PERO LA VIDA ES DURA Y CRUEL Y LOS POCOS QUE TIENEN MUCHO QUIEREN LO QUE LOS MUCHOS QUE NO TIENEN NADA PUEDEN DAR.... AMOR A LA VIDA Y NO A LAS POSESIONES.... ALGUN DIA CAMBIARAN LAS COSAS, CON FE EN EL SER SUPREMO TODO SERA POSIBLE
ResponderEliminar