domingo, 29 de junio de 2014

Contagio divino


Revisando algunas ideas del libro “Contagioso. Cómo conseguir que tus productos e ideas tenga éxito” escrito por Jonah Berger, profesor de mercadeo de escuela de negocios de Wharton en la Universidad de Pensilvania, se ponen de manifiesto los pasos que se deben seguir para que un producto o una idea se vuelva contagiosa o viral. 

De acuerdo con el académico existen seis principios claves (no deben manifestarse necesariamente los seis) para que el contagio ocurra: 1- crear una moneda social, 2- generar activadores con ayuda del entorno, 3-crear emoción, 4-Desarrollar productos con autopublicidad, 5-Mostrar valor práctico y 6-tener una historia.

Tener una moneda social, significa ofrecer a las personas una forma de quedar bien al hablar de los productos e ideas. Esto se puede lograr a través de cosas excepcionales, enganche a través de mecánicas de juegos (lograr puntos, cambiar de status, etc.) y hacer que las personas se sientan privilegiadas por tener o lograr algo.

Los activadores son estímulos que hacen que la gente piense en cosas relacionadas con algo. La idea es que no solamente se hable del producto, sino que el entorno le recuerde igualmente el mismo, creando un ciclo de recordación permanente que se activa en cada momento.

La emoción, es esa experiencia que se percibe en el interior de una persona y se comparte con otros. Los productos deben producir esa emoción que hace que compartamos más y encender el fuego interior que moviliza tanto a la persona como a sus cercanos, alrededor del objeto que genera dicho sentimiento.

La autopublicidad, anota el académico de Wharton, es la habilidad de diseñar productos, ideas e iniciativas que se anuncien por sí solos y creen pautas de comportamiento que permanezcan incluso cuando la gente ya haya comprado el producto o asumido la idea.

El valor práctico de la idea o producto hace referencia a cómo éste puede ayudar a otros, a mejorar algún aspecto de la vida de las personas. Es presentar de manera clara y concreta el conocimiento del producto o idea de tal forma que le resulte a la gente fácil de transmitir.

Tener una historia, es instalar en el colectivo de las personas relatos que las personas quieran contar, momentos que sólo se puedan manifestar o contar a través de la historia que hemos creado.

Si revisamos cada uno de estos principios, todos responden a características y momentos que se instalan en la percepción y vivencia de las personas; se aprovechan (en el buen sentido de la palabra) de las experiencias humanas para enganchar, recordar, motivar y elevar las expectativas de los individuos para compartir y mantener este momentum, a través de las comunidades donde participamos.

Si esta teoría es cierta, revisa tu vida para comprender que tanto contagio te produce tu conexión con lo sagrado, cómo experimentas la exclusividad de tu predilección divina, cómo tu entorno te recuerda lo valioso que eres, cómo tus acciones revelan la fuente de donde vienes, cómo tus palabras transmiten lo fácil y valioso que es la sintonía con tu Creador, y cómo tu vida se inserta en la vidas de otros, cuando ellos relatan tus logros y luchas para hacer que las cosas pasen.

Si todo esto ocurre, es porque eres parte del contagio divino y de la agenda viral que sigue desarrollando DIOS, en el ejercicio permanente de donarse a sí mismo para que otros activen y mantengan el contagio, bañados en su gracia y bendición.

El Editor

Referencia
BERGER, J. (2013) Contagioso. Cómo conseguir que tus productos e ideas tenga éxito. Ed. Gestión 2000. Grupo Planeta.

 

lunes, 23 de junio de 2014

¿Equipos "sorpresa"?



Se dice que en cada mundial de fútbol se presentan muchos equipos “sorpresa”, sugiriendo posiblemente, que un resultado responde a un tema del “azar” o de la “suerte”, situación que no es justa frente al trabajo exigente y planeado de muchas personas y cuerpos técnicos que han perfilado cada uno de los integrantes de los equipos mundialistas.

Un equipo no sorprende, se rebela contra sus propios pronósticos, se enaltece frente al marcador en contra y se sobrepone a los más oscuros augurios. Los equipos que se concentran en vencerse a sí mismos y su motivación está más allá de ganar un juego, encuentran un sentido para trascender y dejar un legado; son aquellos que no solamente muestran categoría en el campo de juego, sino firmeza emocional para asumir cualquier desafío.

Muchas horas de trabajo debieron pasar para que entrenadores y equipos se pusieran a tono con los retos y exigencias que establece participar en un mundial. La presión fuera y dentro de la cancha, los medios, las entrevistas, la disciplina de equipo, la dirección del cuerpo técnico, la autodisciplina y la concentración son, entre otros, elementos que se deben cuidar para mantener un equipo orientado hacia un resultado, con hambre de victorias personales y visiones compartidas.

Los sueños que se materializan en el campo de juego son sueños personales y de nación, sueños que no dicen otra cosa diferente a querer hacer la diferencia, a poner todo de sí para que se beneficie el equipo, a encontrar cómo puedo sumar con mis habilidades y talentos para que el orgullo de la familia sea uno con el sentimiento de un país.

Vestir la camiseta de un equipo, es sentir en la piel el tatuaje de un país, el clamor de un pueblo, ese que es capaz de darlo todo para alcanzar sus metas. Sentir la camiseta en un mundial, es experimentar en la epidermis la fuerza de un sentimiento, la vida de una sociedad que cree que es posible lograr lo que nadie ha logrado; rendir un homenaje a la confianza y la fe, como prendas de aquellos que creen, aún no hayan visto. 

Las selecciones que atienden el mundial llegan con el firme propósito de no defraudar a sus países, de poner todo de sí para atravesar los diferentes filtros propios de la competencia. Esto supone que habrá situaciones donde algunos llegarán más lejos que otros, pero lo que no se puede perder de vista, es que habrán entregado en la arena, su vida, alma y esfuerzo como donación abierta y consciente de su talento y virtud para encontrarse con ellos mismos y sus rivales.

La famosa copa del mundo no puede ser signo de confrontación, ni de egocentrismos, ni de gloria efímera, debe ser el testimonio del esfuerzo, la preparación, la pasión, la fuerza y la visión de conjunto que descifra la ecuación personal y colectiva de cada participante, esa virtud que lleva el talento y la picardía en la ejecución del juego, con la promesa de alcanzar el mayor rendimiento y la donación total para hacer que las cosas pasen.

El Editor 

domingo, 15 de junio de 2014

Misión y preparación



Comenta el Pontífice Francisco: “Cuando DIOS nos da una misión, nos prepara para ella (…)”, no para hacerla de cualquier manera, sino para ejecutarla con maestría y destreza, pues ella hace parte del querer superior de nuestro Creador, cualquiera sea la idea que tengas de él.

Cuando el Creador prepara, exige de sus escogidos fidelidad y oración, pues si bien no pueden comprender todos los eventos que pasan, si deben descubrir la mano generosa de DIOS innovando en su vida. La misteriosa voluntad divina consulta nuestro entorno cercano, identifica aquello que nos beneficia y nos comunica su actuar en el contexto de lo cotidiano.

La misión que se encomienda, potencia y descubre los talentos y habilidades que tenemos bien identificadas o latentes. Cada momento de la preparación demanda una entrega total del seleccionado para caminar en medio de lo que no entiende y creer que el amor infinito de su Padre, se regocija en su vida y haya complacencia en su ser. Nunca subestimes tu capacidad para transformar el mundo, pues en cada ser yace la chispa de la virtud trascendente.

Lo que aparentemente es una realidad adversa que se presenta, esconde una lección más que debemos comprender, interiorizar y superar para mantener la preparación requerida para alcanzar nuestro siguiente nivel. Los métodos de entrenamiento y acompañamiento del Creador son novedosos e inesperados, por lo tanto no trates de comprender “qué es lo que ocurre”, sino más bien identificar “para qué ocurre”.

Cumplir con la misión requiere tener claridad de nuestras capacidades, el deseo de superar nuestros propios límites, dejar nuestros apegos y abrazar una causa superior, tres elementos que nos expresan la oportunidad que tenemos para dejar atrás al “hombre viejo y preso por la inercia”, para introducir y desarrollar el “hombre nuevo y atento a los cambios”, que hace la diferencia más allá de los resultados de sus acciones.

La preparación de DIOS revela un currículo perfecto ajustado a nuestras necesidades, a nuestras limitaciones y retador frente a nuestros sueños. Si has pensado que tus sueños son grandes y desafiantes, deja que tu Creador te muestre para qué te tiene pensado, podrás sorprenderte de las posibilidades y no de las probabilidades, para demostrar de qué material estás hecho y cómo tus acciones dejan la impronta visible y real de Él en el mundo.

No pierdas tiempo tratando de comprender los sucesos que ocurren, concéntrate en reconocer los mensajes que están allí inmersos, pues descubren las claves divinas de una declaración y revelación de DIOS en tu vida; una expresión del querer superior que sonríe contigo cada vez que te vences a ti mismo y alcanzas tus metas.

El Editor.

domingo, 8 de junio de 2014

Alfabetización emocional


Anota Emilio Moraleda en su libro “Los retos del directivo actual. Conductas, competencias y valores imprescindibles del profesional del siglo XXI”: “(…) No termino de comprender por qué a los altos ejecutivos les cuesta tanto dar reconocimiento selectivo a personas que hagan contribuciones excepcionales. (…)” esta frase denota aspectos propios de la necesidad de “alfabetización emocional” que debemos emprender cada uno de nosotros.
Las emociones son naturales y propias de los seres humanos. Nos mueven, nos movilizan y nos dirigen, sin embargo, es menester de cada individuo, poder iniciar ese viaje hacia su interior para conocer y desarrollar la forma como éstas deben entendidas, moderadas y ajustadas para mantener una balance en la interacción con los otros que permita descubrir lo mejor de cada persona.
Etimológicamente, el término emoción viene del latín emotĭo, que significa "movimiento o impulso", "aquello que te mueve hacia", una activación de la motricidad de la voluntad, que nos lanza a manifestar eso que experimentamos dentro, un movimiento de esa “fiera” interior que llevamos para encontrarnos con nuestros semejantes.
Alfabetizar en la emoción, es conocer los miedos, iras y pasiones interiores, descifrar cómo afectan el cuerpo y las conductas, para luego, enfrentarlas, conocerlas y domarlas en el ejercicio de crecimiento y potenciación de nuestras capacidades. Surtida esta fase, lanzarnos a recorrer el paisaje emocional de los otros, sintonizar aquellas que desatan el potencial de los individuos y canalizarlas para que se mantengan en movimiento, no solamente para alcanzar resultados, sino que, dándose a otros, alcancen metas superiores.
Trabajar en el campo emocional, es desarrollar una competencia social que te permita ir por la vida descubriendo lo bueno y lo novedoso que tienen todos los seres humanos para compartir. Esa capacidad, casi infinita, de recorrer cada momento de la existencia para alcanzar la idoneidad y la excelencia en el ejercicio de los talentos y las virtudes.
Cada ser humano está inmerso en una conexión propia con su ser y con lo sagrado. Una reflexión en profundidad que le permite reconocer y entender sus sueños, aspiraciones y retos; un ejercicio permanente para vencer su propia inercia y estar siempre en movimiento, reinventándose a sí mismo. No podemos engañarnos a nosotros mismos y menos con lo que sentimos, pues está en juego nuestra propia estabilidad emocional, salud corporal y la realización de nuestras metas.
Mientras no desarrollemos la disciplina formal para educar y edificar nuestras emociones, estaremos presos de nuestros propios instintos, de nuestra irracionalidad animal interna. Sólo demarcando y estableciendo límites sanos, santos y sabios, podremos capitalizar las bondades y generosa recompensa de unas relaciones humanas abiertas, asertivas y trascendentes, aquellas que inician con un saludo y un abrazo, y que sólo se fortalecen y definen con el paso del tiempo.
No debemos temer expresar lo que sentimos, o mostrar vulnerabilidad interior, pues en ese ejercicio de donación personal, es posible encontrar la fuerza y el propósito para alcanzar el potencial personal que fusiona nuestra racionalidad y con nuestra humanidad.
 
El Editor