lunes, 23 de junio de 2014

¿Equipos "sorpresa"?



Se dice que en cada mundial de fútbol se presentan muchos equipos “sorpresa”, sugiriendo posiblemente, que un resultado responde a un tema del “azar” o de la “suerte”, situación que no es justa frente al trabajo exigente y planeado de muchas personas y cuerpos técnicos que han perfilado cada uno de los integrantes de los equipos mundialistas.

Un equipo no sorprende, se rebela contra sus propios pronósticos, se enaltece frente al marcador en contra y se sobrepone a los más oscuros augurios. Los equipos que se concentran en vencerse a sí mismos y su motivación está más allá de ganar un juego, encuentran un sentido para trascender y dejar un legado; son aquellos que no solamente muestran categoría en el campo de juego, sino firmeza emocional para asumir cualquier desafío.

Muchas horas de trabajo debieron pasar para que entrenadores y equipos se pusieran a tono con los retos y exigencias que establece participar en un mundial. La presión fuera y dentro de la cancha, los medios, las entrevistas, la disciplina de equipo, la dirección del cuerpo técnico, la autodisciplina y la concentración son, entre otros, elementos que se deben cuidar para mantener un equipo orientado hacia un resultado, con hambre de victorias personales y visiones compartidas.

Los sueños que se materializan en el campo de juego son sueños personales y de nación, sueños que no dicen otra cosa diferente a querer hacer la diferencia, a poner todo de sí para que se beneficie el equipo, a encontrar cómo puedo sumar con mis habilidades y talentos para que el orgullo de la familia sea uno con el sentimiento de un país.

Vestir la camiseta de un equipo, es sentir en la piel el tatuaje de un país, el clamor de un pueblo, ese que es capaz de darlo todo para alcanzar sus metas. Sentir la camiseta en un mundial, es experimentar en la epidermis la fuerza de un sentimiento, la vida de una sociedad que cree que es posible lograr lo que nadie ha logrado; rendir un homenaje a la confianza y la fe, como prendas de aquellos que creen, aún no hayan visto. 

Las selecciones que atienden el mundial llegan con el firme propósito de no defraudar a sus países, de poner todo de sí para atravesar los diferentes filtros propios de la competencia. Esto supone que habrá situaciones donde algunos llegarán más lejos que otros, pero lo que no se puede perder de vista, es que habrán entregado en la arena, su vida, alma y esfuerzo como donación abierta y consciente de su talento y virtud para encontrarse con ellos mismos y sus rivales.

La famosa copa del mundo no puede ser signo de confrontación, ni de egocentrismos, ni de gloria efímera, debe ser el testimonio del esfuerzo, la preparación, la pasión, la fuerza y la visión de conjunto que descifra la ecuación personal y colectiva de cada participante, esa virtud que lleva el talento y la picardía en la ejecución del juego, con la promesa de alcanzar el mayor rendimiento y la donación total para hacer que las cosas pasen.

El Editor 

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