En un entorno donde
las diferencias se acentúan, las polarizaciones se hacen más fuertes y la
inestabilidad política es la norma, la
colaboración y la cooperación se
hacen dos elementos de una misma distinción, que buscan concretar puntos de
encuentro donde las tensiones no son ocasión de rechazo sino una oportunidad
para tener puntos de vista alternativos antes ignorados.
Por lo general en el
ejercicio cotidiano de las organizaciones se nos pide cooperar – co-operar, esto es, seguir una ruta óptima para hacer
operativa una propuesta o solución que ha sido distinguida por una autoridad en
el tema y que permite viabilizar acciones requeridas por la empresa para
alcanzar algunos resultados esperados.
La co-operación significa ser solidario y
responder a la confianza de una iniciativa que tiene sentido para las partes
participantes (Barkley, Cross y Major, 2012). Organizar una fiesta, una acción
para recaudar fondos, una rifa para obtener recursos para fines superiores, son
actividades donde la co-operación funciona como elemento que moviliza la fuerza
de trabajo para concretar ideas y acciones que permiten alinear voluntades para
lograr la realización de una iniciativa.
De otra parte, se
encuentra la colaboración, ese ejercicio de construcción de saberes donde
cada persona desde su propia realidad y contexto, aporta a la construcción de
opciones respecto de una situación particular (idem). No se memoriza, se
descubre; no se acepta, se revisa; no se asume, se verifica; un ejercicio donde
se busca sintetizar un saber novedoso, propio del reto que asumen el equipo de
trabajo.
En el aprendizaje
colaborativo, los participantes asumen nuevos roles, se calzan lo zapatos de
los otros, se comparten expectativas y se procura un ambiente de construcción
permanente donde las ideas de los individuos son insumo valioso para desarrollar
una nueva oportunidad de conocimiento. Es importante advertir, que para que
este tipo de aprendizaje tenga éxito las personas deben apropiar de su papel en
el equipo de trabajo y procurar una constante renovación: tanto de la
participación como del logro del reto a conquistar.
En el co-laborar, se
busca todo el tiempo el descubrimiento del saber, es decir “algo que se
construye hablando entre las personas y poniéndose de acuerdo”(Barkley, Cross y
Major, 2012). En este modelo, la imagen de autoridad se pone en duda, abriendo
la posibilidad de opciones impensadas, para crear distinciones que sorprendan
al equipo de trabajo y de paso, funden un escenario inédito que sea motivo para
nuevas reflexiones y aplicaciones sobre el tema en estudio.
Tanto en el
co-operar como el co-laborar demandan una preparación específica de los
participantes de los equipos de trabajo. En el primero, comprender claramente
el objetivo para alinear el esfuerzo que implica materializar una solución o
propuesta particular y en el segundo, mantener la motivación y atención frente
al reto propuesto, para procurar apuestas interesantes que creen espacios de
reflexión que revelen discontinuidades frente a las aproximaciones actuales.
Así las cosas, el
aprender a trabajar juntos, es una competencia y exigencia del mundo actual,
una práctica que no subestima las diferencias, ni las evita, sino que las
motiva como insumo para debilitar la cotidianidad y la mala costumbre de
habituarnos a “continuar haciendo las cosas como las conocemos”, una estrategia
que anima la reinvención permanente de significados que sólo tienen sentido en
el contexto del reto que se plantea.
El Editor
Referencia
Barkley, E., Cross, K. P. y Major, C. (2012) Técnicas de aprendizaje colaborativo. Manual
para el profesorado universitario. Segunda edición. Madrid, España:
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, España – Ediciones Morata.
Excelente artículo que invita a desarrollar las habilidades de co-operar y co-laborar incluyendo siempre "al otro" como actor e interlocutor. Mil gracias, muy ilustrativo.
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