Se habla frecuentemente de “estabilidad monetaria”, “estabilidad emocional”, “equilibrio de mente y cuerpo”, de una condición que parece ser ideal para encontrar el punto medio que permita el balance deseado en una temática específica. La estabilidad que se busca en muchos de los temas no es estática, sino dinámica. La estabilidad exige cambios, transformación, algo paradójico cuando lo que se quiere es tener “tranquilidad y seguridad”.
Quien busca “estabilidad laboral” tratando de encontrar un lugar donde pueda tener certeza permanente y claridad de lo que tiene que hacer y entregar, terminará deteriorando y marchitando su potencial, su capacidad de aprendizaje y generando una espiral descendente peligrosa que le genera apego, incierto y pérdida de oportunidades en medio de los inciertos e inestabilidades que tendrá a lo largo del ejercicio de su cargo. Quien busca estabilidad laboral muchas veces terminará diciendo que tiene “X años de experiencia” cuando posiblemente lo que ha pasado es que tiene “X años haciendo lo mismo”.
La estabilidad es un ejercicio de comportamiento y reflexión sistémica que inicia con un cambio, con una transformación que se genera por cuenta de un aprendizaje, de una situación que lo ha sacado de la zona cómoda. Un momento en el cual el hombre se sorprende e interroga su saber previo, un contexto distinto que se asoma por cuenta de la suspensión del ejercicio cotidiano de realidad. Cuando esto ocurre, se encuentran nuevas razones para pensar y aprender, se descubren potenciales ocultos y se renueva la caja de herramientas personal.
La estabilidad que se quiere lograr, implica reconocer todo el tiempo los desbalances y retos del entorno, para encontrar puntos pivote de apoyo que actualicen las reflexiones previas y permitan conectar puntos que antes aparecían inconexos. Es una relación circular que se expande cuando existe exceso de certezas y se contrae cuando se llevan al límite los inciertos. En la medida, que podamos encontrar y mantener un ritmo de conexión con la dinámica del ambiente, de igual forma será posible sorprendernos y aprender lo que se requiere para motivar los cambios y alcanzar nuevamente la estabilidad.
La estabilidad implica que debemos cruzar el umbral de lo conocido y caminar en la zona de lo desconocido para identificar puntos relevantes que permitan superar los sesgos humanos naturales, y así definir las nuevas reglas que actualicen la carta de navegación más allá de los límites previstos. La estabilidad es el ejercicio de estirar una liga, sabiendo cuánto apetito de riesgo está dispuesto a tener, para moverse en medio de las adversidades y aprovechar las capacidades que ha podido incorporar y perfeccionar en otros momentos de volatilidad.
Cuando piense en estabilidad, recuerde que se trata de modelar el comportamiento de un ecosistema donde el hombre existe y se moviliza. Una lectura de flujos interminables de aprendizajes, sorpresas y descubrimientos que le permiten encontrarse a sí mismo y con los demás, no como un participante más, sino como un punto referente en una malla interconectada de saberes, retos, intentos, participantes, productos, servicios e intereses que cumplen ciclos acelerados de evolución y renovación, que exige la misma habilidad que se necesita al “manejar una bicicleta”, parafraseando a Albert Einstein: hay que estar en movimiento todo el tiempo para mantener y alcanzar un balance.
El Editor
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