En el contexto de un mundo cada vez más volátil, incierto, complejo y ambigüo, tres palabras aparecen con frecuencia en el vocabulario de las personas: riesgo, miedo y error. Tres palabras que circundan la mente de los seres humanos, algunas veces para inmovilizarlo y otras motivarlo. Tres palabras que tienen una carga emocional alta, que es importante reconocer para mantener nuestra capacidad de acción en medio de lo desconocido y la incomodidad que implica recorrer un camino inédito.
La palabra riesgo en su etimología base “viene el italiano “risicare”, que significa desafiar, retar, enfrentar, atreverse” (Mejía, 2017, p. 30), que dista de la perspectiva latina al entenderse como peligro, prueba, tentativa, lanzarse al peligro. Esta palabra, explora en el ser humano su capacidad para reconocer el entorno, establecer aquello que le interesa y que quiere mantener a pesar de la materialización de aquellos eventos que no se ajusten a sus propósitos. Un riesgo es una oportunidad que se debe calibrar desde los retos personales y un desafío que abre ventanas de aprendizaje para avanzar al siguiente nivel. Recuerde que en la vida siempre hay riesgos: el riesgo de actuar e incomodarse y el riesgo de no actuar y estar cómodo.
La palabra miedo tiene su fundamento en el latín “metus”, que provoca perturbación del ánimo por eventos próximos y reconocidos por nuestra psiquis como amenazantes de nuestra integridad física. Mientras el temor, originario del latín “tímeo”, que anticipa un daño futuro, expresa una lectura interna de los eventos que termina en la construcción de un imaginario personal que puede o no estar ajustado a la realidad. Estas dos palabras están vinculadas a la lectura individual de la realidad, al nivel de información e interpretación de la misma frente a nuestras creencias. Recuerde que en la vida hay que estar dispuesto a abandonar lo que uno es (soltar las amarras) para convertirse en lo que puede ser (transformarse en aguas profundas).
El error, esa condición particular que no se ajusta a lo inicialmente planeado, es otra de las condiciones y características que hacen del hombre su verdadera esencia, ser humano. En este sentido, lo que se denomina “error” no es otra cosa que la oportunidad permanente para ver aquellas cosas que no se veían antes, una ventana de aprendizaje que reta lo que se ha asimilado previamente y no conformarse con ello. Los retos y las caídas en la vida son la preparación para el logro, una experiencia de encuentro personal que saca al hombre su zona cómoda. Recuerde que en la vida no se mejora por azar, tu vida mejora cuando cambias, cuando aprendes.
Estas tres palabras resumen de alguna manera las restricciones autoimpuestas que no permiten al hombre salir a conquistar su realidad y darle forma a sus sueños. En este contexto, no se debe esperar a tener todas las respuestas para tomar las acciones que se requieren, sino actuar para transformar nuestra actitud y elegir aquello que cambia la perspectiva de la vida para poner en movimiento el talento que se ha recibido. De esta manera, el riesgo nos permite atrevernos a caminar, el miedo nos libera de nuestras ataduras y el error nos mantiene en el rumbo. Recuerde que en el mar de incertidumbres e inestabilidades, los que siguen intentando son los que terminan avanzando, trazando caminos novedosos que crean posibilidades, allí donde otros sólo ven probabilidades.
El Editor.
Referencias
Mejía, R. (2017). Administración de riesgos. Un enfoque empresarial. 12 Reimpresión. Medellín, Antioquia. Colombia: Fondo Editorial Universidad EAFIT
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