Revisando recientemente el
reporte periódico de la firma Catenaria, de origen Chileno y dedicada a la
gestión del conocimiento, Javier Martínez, afirma en su reflexión denominada “Aprender sin
hacer no es aprender”: “(…) Cuando no
tienes miedo de aprender, cualquier cosa nueva te interesa y estás dispuesto a
experimentar. Pero cuando tienes miedo de aprender, entonces no quieres probar,
prefieres quedarte con lo que ya conoces, con lo que es más seguro y donde te
sientes a salvo. (…)”, una frase que demanda un compromiso primario con la
búsqueda de posibilidades fuera de la zona de confort.
El miedo de enfrentarse a lo
desconocido es natural en el ser humano, encontrarse con múltiples preguntas y
sin respuestas es una condición no deseada por muchos, pero necesaria para
movilizarnos y descubrirnos a nosotros mismos. Buscamos todo el tiempo
ambientes predecibles y cualquier condición que nos saque de lo que se espera,
confronta nuestro modelo de estabilidad y atenta contra el equilibrio que
perseguimos.
Aprender exige navegar en lo
inexplorado, cuestionar nuestros modelos de pensamiento o buscar otros
contextos diferentes al que conocemos para encontrar formas alternas de
entender la situación problemática que se plantea. Esto es lanzarnos a conquistar
la inestabilidad de los conceptos actuales y madurar una idea, lo que
necesariamente implica probar, experimentar con componentes conocidos y
desconocidos y ver el resultado de la misma.
Cuando las empresas se dicen
que son “organizaciones que aprenden”, sabrán que no temen equivocarse, saben
invertir en los errores de las personas, y no encuentran en él formas de
castigar y someter, sino insumos para afinar lo que en el futuro próximo será
la nueva forma de desequilibrar su entorno. Aprender supone, pensar en las
posibilidades y no en las probabilidades, pues sólo en el campo de la sabiduría
del error, está la espiral de conocimiento disponible para crear una ventaja
competitiva sostenible.
Si prefieres estar a salvo de
la amenaza de “aprender”, es decir cerca de la orilla de la inercia y lo
tradicional, temerás zarpar hacia las aguas profundas de la innovación, de la
creatividad, y tus propios miedos serán el ancla que no te permitan crear
experiencias diferentes, esas que quiebren la visión de túnel que limita tu
capacidad de acción, esa que no permite distinguir formas alternas de hacer las
cosas y que te lleva a un círculo vicioso fundado en expresiones como “eso ya
lo habíamos hecho antes”.
No estamos diseñados para
estar inmovilizados, requerimos estar en movimiento, transformando nuestro
entorno, imprimiendo nuestro sello en todo lo que hacemos. Esto es, buscar
aquellas cosas que nos interesan y nos motivan para hacer que las cosas pasen.
Es claro que en este ejercicio no estaremos exentos de equivocarnos, de encontrar
situaciones inesperadas, pero cada momento que pasa, será el insumo requerido
para que nuestra mente y corazón siga buscando razones para superar nuestras
propias barreras personales y emocionales.
Finalmente, bien afirma la
sabiduría popular que quien “terminó de aprender, se empieza a morir”, una
frase que cuelga la esperanza de un mañana diferente, entierra las
posibilidades de nuevas equivocaciones y desluce la dignidad del hombre
virtuoso. Que nuestros sueños y planes sean tan grandes y motivadores, que cada
momento de la vida, sea una oportunidad para ser maestros en “cómo aprender”,
pero mejor aún, en “cómo desaprender”.
El Editor
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