El cambio es la
única constante y por lo tanto debemos mantener una posición abierta para
enfrentar un entorno VICA – Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo, donde
los conocimientos que hemos adquirido entran en tensión conceptual con esta
realidad y nuestra capacidad de respuesta ante lo inesperado se compromete. En
este sentido, se hace necesario transformar nuestra forma de comprender la
realidad y enfrentarnos a la inseguridad de no saber, para nuevamente repensar
la forma de delinear nuestro contexto.
De acuerdo con Shea
y Solomon (2013) liderar un cambio exitoso, requiere de dos pilares
fundamentales: focalizarse en los comportamientos que se quieren cambiar y
diseñar el entorno de trabajo para promover dichos comportamientos. Estos dos
elementos, establecen la base de la metamorfosis que se quiere desarrollar en
las personas y en las organizaciones, como quiera que sólo allí es viable renovar
los supuestos base, sobre la cual los individuos actúan y toman decisiones.
Muchas veces los
cambios no generan las transformaciones esperadas, pues los gestores de los
mismos no son capaces de especificar los comportamientos que se deben renovar y
menos lo que ellos significan en el hacer práctico de las personas.
Adicionalmente, no se armoniza el entorno de trabajo donde deben darse los
nuevos comportamientos, los cuales generalmente entran en conflicto, como
quiera que se promueve un cambio en la persona, que no es reforzado por su
entorno.
El cambio, es una
realidad contingente y sistémica, que constantemente se construye con base en
variables inesperadas o patrones emergentes, las cuales confrontan la forma en
que entendemos el entorno, para mantenernos alerta y fuera de la zona cómoda,
habida cuenta que sólo en una permanente tensión creativa entre nuestro filtro
de la realidad y las propuestas inesperadas del escenario, podemos avanzar para
superar nuestras propias autorestricciones.
No podemos quedarnos
con aquello que hemos conocido y experimentado para enfrentar un entorno VICA,
se hace necesario desarrollar la capacidad de cambio, como esa exigencia
personal que cada individuo tiene para superar su propia condición actual, para
potenciar los talentos desconocidos, que sólo serán revelados cuando la
incertidumbre y la certeza se armonicen en un ejercicio que demanda abandonar
tierras conocidas y sumergirse en un camino incierto.
Somos producto del
cambio y el cambio nos transforma a nosotros. Por tanto, el cambio no puede ser
una condición para repensar, sino la fuente misma para renovar nuestra episteme
y crear una realidad emergente que sólo fluye y nunca se detiene.
El Editor.
Referencia
SHEA, G. y SOLOMON,
C. (2013) Leading successful change.
Wharton Digital Press.
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