Muchas veces existen
momentos y situaciones que demandan una dosis de firmeza y contradicción, con
el fin de que aquello, que no se define o que no se comprende con claridad se
revele. El arte de decir “NO”, es precisamente una habilidad que los seres
humanos deben desarrollar para comprender mejor quiénes son y cómo encuentran y
descubren a los demás.
El declarar que no
se quiere hacer algo, puede ser sinónimo de “terquedad”, “testarudez”, o de “inflexibilidad”
para aquellos que están convencidos de que las cosas se deben hacer de una
forma particular. De igual manera, se puede leer como una forma de “tomar
distancia” y preguntarse “¿qué es eso que ésta persona está observando y que yo
no veo?”. Cualquiera que se la lectura que se haga, no deja de incomodar a las
dos partes, pues en últimas los intereses que median no se hacen presentes y la
necesidad de avanzar no da espera.
En este marco
conceptual, se instala una virtud que se denomina la “santa intransigencia”,
donde San José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei comenta: “(…) el
hombre santamente intransigente es hombre que tiene las cuatro virtudes
cardinales. Además, es hombre de fe firme, de esperanza segura; es hombre con
caridad, porque ceder ante el mal, propio o de los demás, no es caridad. (…)”
Esta virtud propia
del hombre temeroso de DIOS, es una ruta de apertura del corazón y de
iluminación interior, no solo para descubrir sus propias manchas personales,
sino advertir elementos “turbios” o incomprendidos de la realidad. Recorrer la
ruta de la “santa intransigencia” es retar a aquellos con intenciones no
reveladas, incomodar a los que no quieren hacer cosas diferentes y sobre
manera, confrontar esos intereses escondidos que tratan de maquillar la
realidad.
La “santa
intransigencia” es una virtud peligrosa, pues los poderes políticos e intereses
ocultos, verán en ellos “piedras en el zapato”, obstáculos que deben ser removidos
o desaparecidos para que, sus currículos ocultos continúen y pasen inadvertidos,
y así evitar que se cuestionen sus posiciones o estrategias. Vivir la “santa
intransigencia” es tensionar las fuerzas de los “movimientos invisibles” para
que salgan a la luz pública y se exija un debate abierto y sin agendas
clandestinas.
Los intereses de los
seres humanos, la tendencia natural de privilegiar unos sobre otros, el tener
la ventaja en escenarios particulares, son realidades que no podemos evitar,
momentos y condiciones que son propias e inherentes al egoísmo de los
individuos; o acaso, ¿no se siente bien aquel que tiene una posición aventajada?
Este escenario denota una confrontación natural que debe ser asumida con firmeza
de espíritu y templanza individual, para que no solamente surja la verdad, sino
que brille la caridad; esa virtud que supera nuestra posición personal y
privilegia una equidad social.
EL Editor
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