miércoles, 30 de diciembre de 2020

Milagro de la "humanidad"

Reflexiones al terminar el año son frecuentes. Son momentos donde resuenan los logros al igual que los retos que no se superaron completamente. Este año particularmente ha sido inusual en todo lo que ha ocurrido, y quizá por ello, no deja de ser interesante y relevante para todas las personas, organizaciones y naciones. Haber vivido estos 366 días de este año bisiesto habla de la condición particular de los seres humanos de ser “humanos”, de ser “humus”, de ser tierra donde puede o no surgir el milagro de la “humanidad”.

Si bien las cábalas sobre los años bisiestos nunca son esperanzadoras, este se llevó todos los premios. Un año que puso a prueba todo lo que sabíamos, conocemos y exploramos en la ciencia médica. Un año que nos sacó de la zona cómoda del bienestar y libertad que tanto reclamamos. Un año que nos recordó la mayor bendición que podemos tener que es la salud. Un año que nos mostró lo frágiles y débiles que somos frente a las enfermedades. Un año que nos ilustró como los poderes globales y las tensiones políticas terminan con la confianza y supremacía de naciones.

Este año que termina es la prueba real de lo que somos como “raza humana”, donde todas nuestras limitaciones y egoísmos salieron a flote: mezquindad, sectarismo, segregación, invisibilización, ira, envidia, avaricia y soberbia, y al mismo tiempo, los sentimientos y virtudes más nobles y loables como son la solidaridad, la generosidad, la humidad, la inclusión, la fe, la esperanza, la nobleza y la consideración. Como se puede ver esta “raza” llena de contradicciones en sí misma, presente al orbe la esencia de lo que significa ser “humano” un manojo de complejidades interiores, que se adornan y matizan con un ramillete de “decisiones, virtudes y propósitos”.

Este año bisiesto es el signo que nos confirma como caminantes, que en la bella frase de Machado se traduce: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Reconocer que somos caminantes que descubren cada día el camino y lo definen con sus propias decisiones, nos confirma como seres ecosistémicos, que estamos envueltos en relaciones con nuestro entorno (algunas conocidas y otras no tanto), con lo cual toda acción que materializamos, tarde o temprano tendrá un efecto real en todo el entorno.

Nadie tiene comprado o conoce el futuro, y por tanto, se hace necesario retomar las prácticas que se han acuñado en la literatura tanto para “proponer futuros alternos”, como para “imaginar futuros posibles”. En este sentido, la invitación es para “visualizar diferentes futuros” que nos permitan ver nuevas oportunidades con el fin de “crear aquello que queremos” y sobremanera, abrirnos a las posibilidades más que a las probabilidades.

Que los próximos 365 días, inicio de una nueva década (para algunos, pues para otros ya inició) sean un reto permanente para crecer en estatura humana y espiritual, como fundamentos básicos para reconocernos como “humanos” y ver al otro como “verdadero otro”, y desde allí, poder concretar todos los sueños e ilusiones que vamos a realizar para dar testimonio de nuestra capacidad de transformación y renovación como especie humana, a pesar de nuestras grandes sombras y nuestras pocas, y a veces, olvidadas virtudes.

El Editor.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Cualidad de nacidos

Cuando se revisa la etimología de la palabra “navidad”, se encuentra que viene del latin “Nativitas”, y esta expresión se compone de dos elementos “nato” que se traduce como “nacer” y “tivus” que indica “cualidad”, lo que en últimas podríamos decantar como “cualidad de nacido”. La navidad nos habla de nuestra “cualidad de nacidos” y particularmente en estos momentos cuando se hace necesario “re-nacer”, refrendar nuestra “cualidad de nacidos” luego de este escenario de incertidumbre y fragilidad humana.

La natividad es la expresión de la vulnerabilidad, de la inestabilidad y de la debilidad humana. Ese camino de esperanza que se recorre orientado por una luz que nos viene de lo alto y por la fe que ilumina y enciende el corazón. El reconocer nuestra “cualidad de nacidos” es recordar el “si” de nuestros padres, la gracia de la maternidad de una mamá y al amor responsable y generoso de un papá. Esta “cualidad de nacidos” nos debe recordar que somos seres necesitados, y al mismo tiempo, habilitados para apoyar a otros, una doble exigencia que debemos aceptar y concretar en todo lo que hacemos.

Esta natividad es diferente. Es una donde los abrazos se extrañan, las reuniones se echan de menos, el compartir se vuelve una necesidad más allá de las manifestaciones de cariño y afecto que nos permite la tecnología. La vida sin contacto que nos impone la realidad actual, es la ocasión perfecta para valorar aquello que no vemos, aquello que sentimos y aquello que transmite una mirada, una palabra, una sonrisa, un “te quiero”, un “gracias”.

Es volver al origen de nuestra “cualidad de nacidos” donde nos reencontramos con nosotros mismos, con aquello que la prepotente humanidad nos ha desplazado, que es la humildad y la experiencia de fragilidad, que nos permite vernos tal cual como somos, como ese niño en el portal, que siendo “el dueño del Universo”, se hace el ser más vulnerable, dependiente y necesitado para mostrarnos que el mundo no es de los que son importantes para la sociedad, inflexibles en sus determinaciones y desafiantes en sus apuestas, sino de los que a pesar de las inestabilidades e inciertos, siempre encuentran un lugar para “nacer”.

Natividad es darnos la oportunidad de volver a nacer. Esto es, por un lado, revisar en retrospectiva todo aquello que veníamos haciendo, cómo lo estábamos haciendo y que impactos estábamos causando, por otro analizar en perspectiva lo que ocurre en la actualidad, los retos que se nos plantea y la acciones que vamos a tomar para transformar el momento, y finalmente en prospectiva, para ver las alternativas y posibilidades que podemos plantear, los ejercicios y prototipos que podemos desarrollar, y sobremanera la forma en que vamos a decidir para hacer que las cosas pasen.

Natividad es tiempo de recordar que el “nacer” significa abrirse a la novedad, al incierto, a la inestabilidad y los cambios, y al mismo tiempo es momento para creer, para confiar, para esperar, para descubrir y avanzar sobre un territorio que se devela conforme nos damos la oportunidad de recorrerlo. La natividad no es un tiempo de tristeza, ni de ilusiones, ni de promesas vacías, es tiempo de confiar en el abrazo providente de la luz de DIOS (cualquiera sea tu imagen que tengas de Él), en la magia del amor que abriga y calienta el corazón, y sobretodo, esperar todo lo mejor para nuestras vidas: prosperidad, salud, paz, generosidad, armonía y caridad, dones valiosos y exclusivos que abundan en la presencia de la divinidad que es celosa de su más bella creación: Tú.

El Editor 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Líderes del futuro

En un mundo de asimetrías, inciertos, amenazas emergentes y competidores inesperados, los fundamentos del liderazgo tradicionales se ponen a prueba y demandan una revisión concreta para transformar la manera como se hace “que las cosan pasen”. La vista tradicional del liderazgo habla de conectar y encontrar aquellos elementos que movilizan a las personas para sintonizarlas con los retos y expectativas de las organizaciones, sin embargo algunos teóricos toman distancia de esta aproximación por considerarla mecanicista y con aroma de “manipulación”.

Revisando una reciente reflexión publicada en Forbes, Snow (2020) afirma que los líderes del futuro deberán desarrollar lo que él llama “cuatro extrañas o raras” habilidades o cualidades que exigen de la persona o equipo que asuma el liderazgo, mantenerse incómodo y atento a las señales del entorno, con el fin de avanzar en medio de las contradicciones, rarezas y anomalías, y así mantener actualizado un mapa sobre un territorio por demás cambiante y lleno de volatilidades.

De acuerdo con Snow (2020) las cuatro habilidades requeridas son:

1. Los líderes del futuro deberán ser “pensadores sistémicos”, es decir comprender que “todo está conectado” y por tanto, sus prioridades y selecciones deberán reflejarlo. En consecuencia, deberá tener la capacidad de hacer distinciones sobre el incierto, organizar las ideas, reconocer relaciones emergentes y establecer distintas perspectivas. De esta manera, no sólo podrá abrir y capitalizar el potencial personal o del equipo, sino habilitarlo para hacer las preguntas correctas y explorar ventanas de aprendizaje.

2. Los líderes del futuro requieren ser “intelectualmente honestos”, esto es, “declarar que no saben”, “que no tienen todas las respuestas”, “que necesitan apoyo de otras personas” y “que la situación ha superado sus saberes previo”. Por tanto, deberá abrirse a la posibilidad de construir de forma conjunta, de retar aquello que ha aprendido, y sobremanera, a exponerse para “sentirse como un aprendiente” y encontrar forma de capitaliza aquello que “no ha salido como se esperaba”. Esto implica experimentar vulnerabilidad y promover la transparencia.

3. Los líderes del futuro requieren cultivar la “humildad intelectual”. Esta característica demanda a) respetar las opiniones de los otros, b) reconocer la riqueza intelectual de otros, c) separar el ego y el intelecto frente al reto que se plantea, d) voluntad para revisar otros puntos de vista y e) arriesgarse a aprender de otros dominios de conocimiento. Cuando se logra concretar esta cualidad se habilita la flexibilidad necesaria para encontrar posibilidades más que probabilidades, para enfrentar las asimetrías del entorno y así, potenciar la creatividad y la innovación tan necesarias para enfrentar la complejidad y el incierto.

4. Los líderes del futuro deberán ser “empáticos y solidarios”, lo anterior significa entender la dinámica y contexto de las personas, su historia de vida y expectativas, como fundamento para ser verdaderamente auténticos y así desarrollar la confianza necesaria para movilizarse ante los retos, apoyarse mutuamente y capitalizar las habilidades y destrezas claves de cada uno de los miembros del equipo. La empatía y la solidaridad son consecuencias de una lectura sistémica de la dinámica de un equipo, donde no sólo están conectados por la relación laboral, sino por la experiencia personal y humana.

Adicionalmente a las cualidades sugeridas por Snow (2020), podemos agregar una más que impulse y transforme la manera de hacer las cosas. Esta cualidad es:

5. Los líderes deberán tener “perspectiva actual y prospectiva del futuro”. Esta habilidad habla del reconocimiento de las tensiones y retos de la dinámica actual del entorno empresarial y sus posibles impactos en las dimensiones políticas, económicas, sociales, tecnológicas, legales y ecológicas, de tal forma que mantenga informado a su equipo, y así mismo, la capacidad de elaborar y simular escenarios prospectivos, que sean elaborados de forma conjunta y alimentados desde las experiencias y retos de cada uno de sus colaboradores, sin perjuicio de la participación de terceros con visiones contrarias o distintas.

Estas cinco cualidades de los líderes del futuro no sólo establecen una invitación permanente para reconocer nuestros propios sesgos y limitaciones, sino una manera de revelar el proceso opaco en el cual construimos la realidad, entendemos las expectativas de los otros y sobremanera, la forma como reconocemos y exploramos la complejidad y la incertidumbre que es propia de una realidad que se reinventa día con día.

El Editor.

Referencia

Snow, S. (2020). Our Leaders Of Tomorrow Are Going To Need These 4 Rare Skills. Forbes. https://www.forbes.com/sites/shanesnow/2020/06/04/our-leaders-of-tomorrow-are-going-to-need-these-4-rare-skills/

domingo, 25 de octubre de 2020

Compartir

Compartir es una palabra que goza de una lectura positiva en la sociedad. Es una palabra que habla de la generosidad del corazón y de la disposición de una persona para motivar un goce compartido de un bien con otros. Para compartir, es necesario previamente haber tenido algo, haber concretado algo y saberse poseedor de ese bien o beneficio. Nadie puede compartir de aquello que no tiene, y por lo tanto, el compartir se traduce en una expresión de apertura y reconocimiento que tiene su génesis en la persona misma.

En la dinámica social cuando se habla de compartir se puede entender como aquello que se dona, se entrega y se otorga con el fin de que otros puedan obtener un beneficio. Compartir es sinónimo de solidaridad, de decirle al prójimo que hay alguien que le importa su situación, que no está solo y sobremanera, que es posible construir un presente y futuro distinto desde la acción decidida de una persona o conjunto de ellas, para cambiar el statu quo vigente.

Compartir para otros puede ser sinónimo de debilidad, de vulnerabilidad e inseguridad que puede debilitar una posición estratégica de una persona, empresa o nación. Cuando se comparte con semejantes o pares aspectos de son relevantes y sensibles, es necesario crear un ambiente de confianza y corresponsabilidad que implica un ejercicio de construcción conjunta, donde los intereses de ambos están en juego, y por lo tanto, habrá que honrar los compromisos y exigencias requeridas para que los beneficios de esta relación de concreten en el mediano y largo plazo. 

Compartir en las parejas es un ejercicio de reconocimiento y apertura, de entrega desinteresada donde se ven de forma abierta y clara la vulnerabilidad de cada uno de los cónyuges. Es una práctica de humildad y humanidad que permite encontrar virtud en medio de las sombras del otro, y oportunidades entre las luces y talentos de la pareja. Compartir la vida con otra persona, no es un camino que se inicia con una firma o un “sí”, sino que se traduce en un proceso permanente de transformación individual que se hace escalón para impulsar al otro a que conquiste sus propios sueños.

Compartir el conocimiento, el saber y la información con otras personas, demanda la responsabilidad de la confiabilidad, integridad y validez de aquello que se quiere transmitir a los demás. Cuando se comparten datos o información de forma cerrada o abierta, no sólo es el mensaje lo que allí se moviliza, sino la intencionalidad del autor del mensaje, que entiende su práctica de colaborar e informar como un servicio que ilustra, que comunica y configura una opinión, un imaginario o una postura para que otros puedan elaborar su propio criterio y lectura del momento.

Compartir exige conectar elementos personales y profesionales. Es una práctica que debe estar articulada desde un propósito donde prime el bien general sobre el bien individual. Quien comparte con una intencionalidad oculta o distinta a buscar un beneficio para el otro, no comparte y se hace víctima de sí mismo, pues estará nutriendo una agenda personal que lo dejará marginado de la riqueza de encontrarse con el otro y las perspectivas de su mundo.

Por tanto, quien comparte se desprende de sí mismo para enriquecerse de la realidad del otro, como un viaje a un lugar desconocido, donde puede encontrar distintas opciones y posibilidades, que no hubiese identificado, sin experimentar el donarse a sí mismo y dejarse sorprender por el nuevo territorio.

El Editor  

sábado, 29 de agosto de 2020

Transformación e incertidumbre

Dos palabras se han consolidado durante estos momentos inciertos de la humanidad: transformación e incertidumbre. Se habla y se comenta mucho sobre cómo se va a transformar los negocios, la educación, los negocios, la fe, la espiritualidad, las familias, los gobiernos y los diferentes fenómenos de la realidad. Hay una necesidad de asumir la complejidad que se genera por cuenta de la inestabilidad de un escenario que no se conoce y que empezamos a descubrir.

La incertidumbre como ese espacio que desconocemos o no entendemos entre una causa y sus efectos, esa zona donde se escapan las respuestas y los modelos previos probados no responden al reto, establece un escenario privilegiado para enfrentar los temores propios del “no saber” y desde allí, salir de la zona cómoda para navegar mar adentro donde existen aun más preguntas que respuestas.

La palabra transformación etimológicamente hablando significa “cambiar de forma”, es observar el mundo “desordenado”, “alterado”, “inestable” desde el mapa de certezas que se ha construido, para re-organizarlo, re-conceptualizarlo, re-pensarlo desde perspectivas distintas o novedosas que surgen cuando se superan los bordes conocidos y ver aquello que se mantenía oculto a la mirada de los estándares y prácticas vigentes a la fecha.

Transformación implica lanzarse a descubrir y conquistar el incierto. Cuando una organización habla de transformarse emprende un viaje en un mar de inestabilidades para el cual traza una carta de navegación que la llevará por parajes y momentos que podrán ser agradables y otros no tanto. En este trayecto habrá que romper con viejos paradigmas, reconstruir otros y finalmente diseñar nuevos para encontrar algunos archipiélagos de certezas que le permitan llegar a aquel lugar que quiere llegar.

Nada más retador que iniciar un viaje para descubrir aquello que se oculta a las verdades de los paradigmas existentes. Esto implica un ejercicio que hace evidentes las limitaciones de las formas vigentes de ver el mundo y una constante incomodidad con las respuestas conocidas. Enfrentarse al incierto es habilitar una transformación y reimaginación de la realidad para cambiar la manera de darle respuesta a los retos. Es habilitar un espacio de colaboración y construcción conjunta, dejando atrás la trampa de la competencia individual para encontrar en medio de la niebla de los modelos probados, rayos de luz que superen las explicaciones actuales.

Transformar o transformarse necesariamente implica aprender, entender aquello que no sale como lo esperamos como una fuente de crecimiento y construcción de las nuevas bases, muchas veces inestables, sobre los inciertos. Transformarse es habilitarse en mentalidad beta como un aprendiz permanente que se lanza a probar y validar aspectos distintos e irreverentes de la realidad (Botella, 2018).

Es descubrir que la vida no es un proceso de adaptación como lo sostiene la teoría de Darwin, sino que es un continuo de disrupción que invita todo el tiempo a mantenerse en estado de observación, reflexión, sorpresa y pensamiento crítico para conectar los talentos de unos y otros, y así construir una inteligencia colectiva que rompe con las razones que nos anclan al pasado (Botella, 2018).

El Editor

Referencia

Botella, F. (2018). Bienvenidos a la cuarta revolución industrial. Todo lo que necesitas saber para triunfar en la era digital. Barcelona, España: Alienta Editores.

domingo, 5 de julio de 2020

Tipos de futuros

Nadie puede predecir el futuro. Lo más cercano que podemos estar es desarrollar una vista prospectiva basada en alguna de las técnicas disponibles a la fecha. Elaborar una prospectiva estratégica es un ejercicio que busca ayudar a una organización a prever y actuar sobre posibles futuros alternativos. De acuerdo con Hines & Bishop (2015, p.199) al menos cuatro (4) tipo de futuros se pueden delinear:
  • Los futuros posibles: aquellos que hablan de cualquier cosa positiva o negativa, probable o improbable, que pueda suceder potencialmente en el futuro;
  • Los futuros plausibles: aquellos basados en resultados razonables, con una trayectoria discernible desde el presente hasta el futuro;
  • Los futuros probables: aquellos basados en resultados más probables, aunque no sean muy factibles;
  • Los futuros preferibles: aquellos basados en el resultado más deseable que generalmente se desarrollan a través de un proceso de visión empresarial.

Basado en lo anterior, tanto organizaciones como personas pueden abordar el escenario de los inciertos para descubrir cómo pueden cambiar las reglas en el futuro, para tratar de disminuir las sorpresas y las acciones reactivas, que sólo dejan espacio para responder al evento y no procura la capacidad de aprovechar la situación para capitalizarla de forma efectiva y positiva.

Explorar el entorno de forma prospectiva debe ser una labor permanente a nivel empresarial e individual comoquiera que permite situar la razón de ser de cada uno en alguno de los futuros y tensionar los supuestos vigentes para establecer un marco de actuación distinto que movilice los esfuerzos de forma previa para transformar lo necesario, creando la inestabilidad de forma previa y así construir el “nuevo normal” antes que los eventos ocurran.

El ejercicio de revisar los diferentes futuros no es un trabajo aislado y solitario, requiere consultar diferentes puntos de vista de aliados estratégicos, equipos de trabajo y personas de confianza con las cuales compartir y contrastar aquello que se ha podido identificar, y desde allí, visualizar las variantes o cambios que se deben hacer para afinar la propuesta de acción necesaria en cualquiera de los futuros planteados. Esta actividad configura una oportunidad única para incomodar las certezas actuales y ver en el margen de las hojas, otras posturas que pueden o no confirmar las lecturas realizadas hasta la fecha.

Cualquiera sea el futuro que se escoja es importante que sea consistente con los puntos de referencia identificados para su elaboración, para que las lecturas que se hagan mantengan una vista ajustada a los datos confiables y experiencias recolectadas, y todo aquello que no encaje allí, se convierta en señales débiles de eventos que deberán ser explorados y magnificados para establecer sus evolución, deseabilidad y probabilidad.

El futuro si bien es algo que no podemos determinar con precisión, si es un campo de acción donde debemos actuar con el fin de crear puentes entre la realidad y aquellos puntos seleccionados en el tiempo y en el espacio, donde tanto los humanos como las organizaciones, descubren nuevos retos y cambian sus supuestos para dibujar un mapa inédito sobre un territorio que resulta inestable, desconocido y cambiante. Un lugar común y virgen que se aborda desde lo disruptivo y lo emergente, para transformar el presente y aprender del mañana.

El Editor

Referencia
Hines, A. & Bishop, P. (2015) Thinking about the future: Guideline for strategic foresight. Second Edition. Houston, TX. USA: Hinesight.

lunes, 22 de junio de 2020

El coeficiente de curiosidad

En un escenario cada vez más inestable y complejo, es decir, en un entorno donde se requiere cada día incrementar la capacidad para ver aspectos novedosos de la realidad, es necesario desarrollar capacidades que permitan al individuo moverse y anticiparse a las dinámicas asimétricas del ambiente. En este sentido, se debe pasar de una postura cómoda y basada en certezas a una incómoda y regida por los inciertos, con el fin de mantener un estado de preparación y prospectiva permanente con el fin de tomar posiciones estratégicas frente a las volatilidades naturales y así aprovechar sus oportunidades.

De acuerdo con investigaciones recientes, existen tres cualidades psicológicas que habilitan al ser humano para manejar la complejidad: el coeficiente intelectual (lo relativo a su habilidad mental), el coeficiente emocional (lo relacionado con el percibir, controlar y expresar emociones) y el coeficiente de curiosidad (aquel que revela la apertura a nuevas experiencias, genera ideas originales y mantiene el “hambre mental” por conocer y explorar) (Chamorro-Premuzic, 2014).

Una persona con un elevado nivel de coeficiente de curiosidad permanece con una postura de aprendizaje permanente frente a la complejidad y la ambigüedad. No se deja invadir por la sensación de “vacío o incierto” que genera el “no saber”, sino que se moviliza en los terrenos inestables, para identificar elementos que puedan ayudarlo a diseñar o encontrar respuestas parciales que lo lleven a descubrir aspectos de la “nueva realidad” que lo inviten a salir de su zona de cómoda.

Un ser humano que busca incrementar su nivel de coeficiente de curiosidad al menos debería cultivar las siguientes características, como base de su práctica renovada para navegar en aguas inciertas:
  • Exploran en el incierto y retan sus saberes previos.
  • Encuentran emocionante lo novedoso y lo que no encuadra en sus marcos de referencia.
  • Afrontan la complejidad y la ambigüedad con apertura para descubrir nuevas fuentes del saber.
  • Generan ideas originales a partir de conectar y desconectar aquello que conocen y saben con lo que no saben ni conocen.
  • Mantienen una "mente hambrienta" que frecuentemente declara que "no sabe" y está dispuesta a aprender.

El coeficiente de curiosidad, deberá estar articulado con los otros coeficientes mencionados para balancear las nuevas capacidades que se incorporan por el aprovechamiento y desarrollo de la curiosidad. Es decir, habilitar un pensamiento sistémico que analiza en profundidad una temática, desdobla la complejidad de los hechos y descubre las relaciones visibles e invisibles, para luego sintetizar y conectar los diferentes puntos identificados con las novedades del entorno, para simplificar las lecturas de la realidad y hacer visibles posturas inéditas de los temas propuestos.

Lo anterior supone, en palabras de Ackoff (1997), que surja la creatividad como esa “habilidad para identificar restricciones autoimpuestas, removerlas y explorar las consecuencias de la remoción”, para lo cual es un mandato tomar distancia de las reflexiones conocidas y estables, para motivar “errores brillantes” (Schoemaker, 2011), aquellos que cuando de materializan cuestan muy poco y tienen todo el potencial de valor posible, un ejercicio de simulación y experimentación que sitúa al hombre en nuevos puntos de comprensión y entendimiento.

Así las cosas, es momento de potenciar el coeficiente de curiosidad para abordar la vida y sus retos con la energía y las capacidades requeridas, con el fin de entender que vivimos en medio de ciclos globales que son movimiento, que son cambio permanente y por tanto, es necesario reconocerlo cuanto antes y reconciliarnos con ellos, para aprender a surfear las olas de las inestabilidades y así abrir nuevas posibilidades de progreso y conocimiento para aquellos que están dispuestos a interrogar el status quo.

El Editor

Referencias
Ackoff, R. (1997) Cápsulas de Ackoff. Administración en pequeñas dosis. México, D.F, México: Limusa. Noriega Editores.
Chamorro-Premuzic, T. (2014). Curiosity Is as Important as Intelligence. Harvard Business Review. De: https://hbr.org/2014/08/curiosity-is-as-important-as-intelligence
Schoemaker, P. (2011). Brilliant mistakes. Finding success on the far side of failure. Philadelphia, USA: Wharton Digital Press

sábado, 6 de junio de 2020

Los amigos: activos valiosos


Los amigos constituyen un activo muy valioso para las personas y el mundo. Son ese oasis en medio de la inestabilidad y la tempestad que brinda apoyo, cobijo, ternura, fortaleza y energía para seguir. Los amigos son esos seres de luz que están allí, aún tu no los puedas ver, pues su cariño y su pensamiento están cerca de tus reflexiones y tus acciones. No te abandonan nunca, no te señalan, ni te juzgan, pero si te interrogan, te retan y te mueven fuera de la zona cómoda para que evoluciones y alcances mayores niveles de desarrollo individual.

Los amigos se reúnen para conectarse y renovarse unos a otros. Son una fuente inagotable de ideas, de sonrisas cómplices y de oportunidades para ver más allá de nuestros propios sesgos cognitivos. Los amigos nos ayudan a crecer como personas y como profesionales. Son habilitadores del crecimiento individual y colectivo, cuando se animan a avanzar en medio de proyectos y retos novedosos, cuando planifican un meta superior y marcan objetivos de mediano y largo plazo que logran juntos, cuando identifican aquellas renuncias necesarias y evitan las distracciones del entorno para lograr aquello que no se hecho antes.

Los amigos nos recuerdan que la mejor inversión que podemos hacer es fomentar relaciones de largo plazo, donde de forma conjunta es posible darle forma a la realidad y lanzarse a transformarla. Los amigos nos revelan ejemplos de vida que ilustran y configuran imaginarios que nos llevan a hacer que las cosas pasen, esa lectura personal en clave de humanidad y sensibilidad que hacemos para superar el peligro de creer que “llegamos a la meta”. Los amigos son provocadores de cambios cuando logran conectarse con nuestros retos y sueños, son detonadores de potencial acumulado para que perseveres en el cumplimiento de la esencia de tu propia misión.

Los amigos están en el centro de la cultura del “ser” antes que la del “tener”. Son guardianes de valores prioritarios como la espiritualidad, la familia, la integridad, el respeto, la honestidad, la esperanza y la fe. Nos permiten ver nuevas opciones y caminos para explorar y lanzarnos a continuar avanzando en nuestro proceso de formación interior, donde los límites desaparecen y la abundancia de bienes materiales y espirituales se desborda en cada momento de la vida, según los tiempos y momentos que marque la dinámica del universo.

Si un amigo no te anima a perseverar en el bien ni en el desarrollo de tus talentos, no es realmente un amigo, es un ser en las tinieblas que no busca tu bienestar y que en su boca sólo encontrarás engaño. Los verdaderos amigos quieren que surjas, que progreses, que prosperes y que alcances todo tu potencial. Te ayudan a liberarte del exceso de equipaje, a ser estratégico para dar las batallas claves de forma inteligente y a movilizarte en medio de las tensiones y olas de la vida, para que tu mente y corazón esté sintonizada con ideales nobles. Recuerda todo el tiempo que, como afirma González (2016, p. 147): “Eres libre de elegir tus sueños, y ese es un privilegio que no te puedes negar”.

El Editor

Referencia
González, F. (2016) El lenguaje del éxito. Descubre el código de los ganadores. Guadalajara, Jalisco. México: Ser Editorial.

domingo, 31 de mayo de 2020

El peligro de volver a la normalidad


Los seres humanos por definición somos sociales, filiativos y en muchas ocasiones, ingenuos cuando se trata de mantener relaciones con otros individuos, pues por lo general partimos del principio de buena fe. De acuerdo con Ruiz (2019, p.162) las personas tienden a incorporarse a grupos que comparten las siguientes características:
  • Proximidad: Entorno de relación cercano que la persona tiene y desarrolla en su actividad diaria.
  • Familiaridad: Círculo de conocidos que comparten sus creencias y orígenes, y con quienes conversa y se reúne con frecuencia.
  • Atractivo: Escenario de individuos que conectan con buena energía, buenos deseos y motivan una salud mental y espiritual positiva y trascendente.
  • Reciprocidad: Un conjunto cercano de seres humanos que donde el dar es más relevante que el recibir, creando una zona de contagio y positivismo que sintoniza con los otros.
  • Similitud: Un ambiente para compartir con aquellos que tienes opiniones semejantes a las que tiene una persona.

Si revisas tu dinámica social cercana, muchas de estas características se pueden evidenciar, con lo cual estarás desarrollando esa faceta natural de los seres humanos para crear redes de contactos, conexiones y apoyo que cada uno necesita para continuar abriendo posibilidades y oportunidades donde otros, sólo ven probabilidades y generalmente limitaciones.

Crear círculos de redes de colaboración y soporte en lo que hacemos a diario, nos permite mantener una vista renovada de aquello que conocemos y sabemos. Es una experiencia donde cada miembro comparte y observa un comportamiento positivo y crítico (no agresivo, ni etiquetado) que posibilita explorar y cuestionar los saberes previos, para provocar nuevos viajes en terrenos desconocidos para unos, y renovados para otros.

En consecuencia “vivir” en comunidad y “estar” en comunidad, comportan dos escenarios distintos y complementarios al mismo tiempo. Mientras el “vivir” se traduce en conectar con las experiencias de otro y “untarse” de su propia realidad para descubrir un camino distinto, el “estares reconocer al otro como verdadero otro, con filiaciones, tendencias, y gustos que definen una experiencia complementaria de un mundo alterno que no se conoce, y que espera a su turno, una invitación para poderlo “vivir” si es del caso.

La necesidad de filiación inherente al ser humano es una oportunidad y un reto al mismo tiempo. Es una oportunidad que permite encontrar nuevos lugares comunes en un territorio cambiante que se recorre, algunas veces con zapatos prestados por otros o descalzos sintiendo cada paso que se da; y un reto, que se traduce en una invitación a repensar, reinventar o reconstruir los mapas del territorio personales con otros, para establecer nuevos horizontes y metas que permitan darle forma a una apuesta que transforme el presente y acerque el futuro.

El ejercicio de filiación, como la esencia natural que define nuestra humanidad, nos permiten reconocer los logros de otros, desarrollar nuestra marca personal, descubrir nuestras cegueras cognitivas, aumentar nuestro campo de influencia y manifestar nuestra generosidad y encuentro con mi próximo. Construir redes de contactos, así como mallas de sentido y solidaridad colectiva, debe ser la nueva frontera y objetivo de nuestra especie como una de las lecciones aprendidas que nos deja el contexto actual: una ventana de aprendizaje que nos permita mitigar el peligro de “volver a la normalidad”.

El Editor

Referencia:
Ruiz, A. (2019) Ahora o nunca. Las 5 claves para triunfar en tu carrera profesional. Madrid, España: Penguin Random House Grupo Editorial.

domingo, 17 de mayo de 2020

La resiliencia no es suficiente

Si hay palabras que se usan por estos días, son resiliencia y “nuevo normal”, para indicar que debemos renovar y repensar nuestra forma de entender el mundo y la vida. Sin embargo, algunos autores sugieren que la resiliencia en sí misma no es suficiente (Russell, 2013). Si entendemos la resiliencia como un acto de rebote y volver al punto anterior donde se inició la condición adversa, no logramos entender la esencia del concepto.

La resiliencia es una capacidad humana que reconoce y anticipa condiciones “no estándar” para movilizar los esfuerzos y acciones que le permita navegar en el incierto, aprendiendo de la situación adversa, y así, proponer caminos distintos que abran posibilidades y movilicen su intelecto y certezas fuera de su zona cómoda. La resiliencia no es exclusivamente rebote y recuperación, es habilitar un espacio para prosperar y enriquecer la vida práctica con posturas renovadas y saberes enriquecidos.

Si la resiliencia sólo nos deja en la recuperación y restauración, nos lleva al punto cero de retorno, donde seguimos anclados a las certezas previas y acomodados, incluso a las lecciones pasadas que hemos superado. La resiliencia entendida como “regresar a la normalidad” puede resultar más nociva al final, comoquiera que sólo volver al punto de inicio lo único que nos ayuda es a mantenernos “vivos” y nos negamos la oportunidad de avanzar y explorar nuevas respuestas.

La resiliencia significa en el ser humano enriquecer y desinstalar los conocimientos y prácticas referentes para generar y transformar su entorno hacia un escenario de “nueva prosperidad”, de “nuevos horizontes” y futuros distintos que empieza a forjar desde el aquí y el ahora. Esta lectura de la resiliencia, le da un nuevo vigor y sentido a la existencia, que no es ajena a la inestabilidad actual y futura, sino que permite amplificar e incorporar nuevos sensores internos y externos que le dan mayor capacidad de adaptación y reinvención frente a los sobresaltos frecuentes del ambiente.

Un ser resiliente, es un ser transformado por su propia experiencia, por sus propios retos y por su proyecto de vida. Es un ser que conecta y desconecta los puntos visibles de su realidad, para descubrir aquellos invisibles a las certezas declaradas, con el fin de trazar nuevos mapas y rutas sobre un territorio que aun permanece inexplorado a los ojos y visiones más especializadas. Este individuo resiliente no es una respuesta más a la adversidad, es energía potencial que canaliza y ejemplifica con su vida para mostrar caminos en medio de la inestabilidad.

La resiliencia implica rebote y al mismo tiempo constante evolución, fortaleza y aprendizaje como resultado frente a los eventos aleatorios. Es una declaración permanente que asume la inestabilidad como su fuente de energía y capacidad de reinvención, que proyecta al ser humano para alcanzar una nueva versión mejorada de sí mismo. Ser resiliente es expresar que “no se sabe”, y al mismo tiempo, abrir y explorar ventanas de aprendizaje/desprendizaje que miren al mundo y la realidad como un patrón de prosperidad y bendición abundante que lo habilite para caminar sobre aguas inciertas, a pesar de los pocos y escasos archipiélagos de certezas.

El Editor

Referencia
Russell, J. (2013) Resilience Ain’t Enough. De: http://thrivable.net/2013/02/resilience-aint-enough/

domingo, 10 de mayo de 2020

"Nuevo normal"

Se habla por estos días de la palabra “normal”, del “nuevo normal”, de “qué cosas van a cambiar cuando acabe el confinamiento”, situaciones y contextos que dialogan sobre una necesidad de las personas por “conocer y ver qué va a ser distinto” frente a lo que se venía haciendo. Una necesidad de novedad natural, que la esencia del ser humano busca y motiva para ver cambios y transformaciones.

Pero, ¿realmente sabemos qué era lo “normal”? ¿O vivíamos en “automático”? ¿Estábamos, como dicen los informáticos, en un ciclo infinito donde las cosas sencillamente pasaban sin cuestionarnos, ni “darnos cuenta” de los eventos a nuestro alrededor? Cuando de repente lo que reconocíamos como realidad, como lo cotidiano y “normal” se interrumpe abruptamente, se genera un “quiebre” conceptual donde todo parece tener un sentido distinto y lo que conocíamos como cierto, comienza a ser interrogado.

Suspender el ejercicio de la realidad implica reconocer que estábamos tranquilos y cómodos con lo que habíamos aprendido y que el mundo no tendría mayores cambios y la vida seguiría relativamente tranquila y sin sobresaltos. Una emergencia sanitaria cambió la forma de vivir, se nos aparece como una gran “piedra en el camino” que no podemos ignorar y nos obliga a tomar distancia de todo cuanto hemos aprendido y conocido hasta el momento. El incierto aparece y crea zonas de confusión y contradicción, que nos saca de la zona cómoda de las respuestas y nos lleva las tensiones propias de las preguntas, muchas de ellas sin respuesta.

Ahora debemos re-iniciar nuestro sistema de conocimientos y creencias frente a un escenario hasta ahora desconocido donde todo lo que teníamos como certezas, se transforma de manera inesperada para motivarnos a descubrir nuevas formas de hacer las cosas. Lo que antes “no se podía hacer” pues había que hacerlo presencial, hoy es viable y real hacerlo virtual. Nos hemos dado cuenta que teníamos muchas “excusas” y “miedos” que nos detenían para cambiar aquello que era una oportunidad inédita para hacer las cosas distintas.

Estamos en un momento donde se habilitan las posibilidades, más que las probabilidades. Es una cuestión de supervivencia y mantenerse en movimiento, de probar y experimentar para ver qué ocurre, de explorar y pronosticar escenarios para descubrir y caminar en el futuro donde los sueños se hacen realidad. Cambiar la manera de hacer las cosas, es tomar este momento como un laboratorio pedagógico y personal para renovar nuestros cuerpos de conocimiento y certezas científicas, un espacio de aprendizaje donde el error hace parte inherente de este proceso.

Cuando se “rompe el normal”, se quiebran los lentes con los cuales vemos el mundo. Esta emergencia más que respuestas nos ofrece nuevas preguntas. Preguntas que nos interrogan por aquello que no se ve y nos invitan a planear y ejecutar ese viaje pendiente que tenemos hace nuestro interior, con el fin de cultivar el hábito de entender primero y hacer juicios después. Preguntas que deben habilitar la curiosidad como fundamento de la "nueva realidad” para hacernos más atractivos, interesantes y empáticos con la inestabilidad y el incierto, y así habilitar el aprendizaje como el “nuevo normal” para hacernos personas más sanas, menos ansiosas y abiertas a las oportunidades, a pesar de no conocer todos los detalles.

El Editor.

domingo, 5 de abril de 2020

Suspensión de la realidad


Parece que todo el planeta ha tomado un receso de la dinámica desaforada de eficiencia, efectividad y acumulación de bienes materiales. Un receso que hace que la vida tome una dimensión distinta, una forma de vivirse totalmente diferente, donde la distancia social se convierte en la norma y se privilegian otros valores diametralmente diferentes a los que marcaba el estándar de éxito que se tenía.

Los efectos del confinamiento preventivo hace que las personas en lugar de salir a buscar soluciones fuera de ellas, están emprendiendo viajes novedosos hacia su interior, a reconocerse como lo que son seres frágiles, contingentes, inacabados y necesitados, y al mismo tiempo resilientes, creativos, propositivos y perseverantes. Esta nueva ruta, traza en el ser humano un quiebre interno que redescubre sus capacidades y oportunidades para avanzar en la conquista de sus propios temores y miedos, para conectarse con la esencia de su fuerza interior y, con la energía y poder superior que vive en todo lo que lo rodea.

No son las religiones, los dogmas o los ritos los que toman la palabra en estos días, sino la necesidad de conexión trascendente y espiritual que se activa en la vida de cada ser humano; esa búsqueda pendiente y aplazada por mucho tiempo para encontrar el verdadero sentido de su presencia en el mundo: su vocación individual. Lo espiritual que pasó muchas veces desapercibido y subyugado a la implacable verdad de los “datos”, hoy toma fuerza como una manera de concretar la participación y transformación de la humanidad.

La espiritualidad no es un “trance” o “experiencia fuera de lo común”, sino una experiencia real y concreta en la vida de los seres humanos que se manifiesta en la presencia de la armonía, de la paz interior y la apertura del corazón para encontrarnos con los otros y la fuerza de lo sagrado que vive en cada persona. Es habilitar un encuentro permanente con el otro, que no distingue condición, posición, raza o cualquier parámetro humano, sino que busca la excusa natural y humana de existir, para reconocer en el prójimo la oportunidad para construir y renovar la manera como se le da forma a la realidad y así alcanzar un fin superior común, aun desde orillas y perspectivas distintas.

Los días del mundo en medio de la tormenta sanitaria no son casualidad, ni oportunismo para las naciones desarrolladas (que por cierto han sido confrontadas en sus propios estándares de bienestar), sino un espacio para que todos los hombres de la tierra encontremos el camino que nos une, la fe que nos ilumina y la fuerza que nos asiste. Esa ventana de oportunidad para repensar la manera como se ha construido el orden mundial y establecer nuevas propuestas de visión y acción más ecosistémica donde todos estamos relacionados. Esto es, que sin perder la identidad y la distinción como comunidades de aprendizaje autónomas, se reconoce que la relación más importante está en co-laborar, co-operar y co-ordinar acciones para descubrir, renovar y reinventar lo conocido.

Mientras el hombre mantenga su postura arrogante en querer explicar todo desde afuera sin consultar la esencia de su puerta interior, seguirá dando palos de ciego y reiterando sus propias cegueras que lo lleven a su propia involución. Si por el contrario, la humanidad toma distancia de sus propios pensamientos egoístas, se reconecta con su entorno, descubre la armonía de los contrarios, la luz de los contrastes y las ventajas de ser vulnerable, podrá configurar un mapa novedoso de una realidad emergente y distinta donde dejará de estar “sola en medio la multitud” y donde las mal llamadas “crisis” serán oportunidades para crecer y ventanas de aprendizaje que la lleven a su siguiente nivel de evolución y conexión trascendente.

El Editor

domingo, 22 de marzo de 2020

Disciplina social


Los retos recientes de la humanidad son ejercicios de comprensión colectiva y de visión de conjunto donde lo que estaba aparentemente aislado revela conexiones que generalmente han pasado desapercibidas. En este sentido, se requiere una renovación y reinvención del concepto de “libertades y deberes” que a la luz de los retos democráticos implican tensiones sobre éstos fundamentos que han permanecido inmóviles en las sociedades, particularmente occidentales, por décadas.

Una crisis es un estado de inestabilidad que tensiona y reta los fundamentos sobre los cuales una persona o sociedad encuentran certezas. Son momentos de incertidumbre que llevan a sus protagonistas a tratar de encontrar inicialmente respuestas en sus seguridades iniciales, generalmente con poco éxito, para luego pensar y transformar aquellos pilares que consideraba inamovibles. Una crisis en el modelo de causa-efecto, de racionalidad pura, es un atentado contra la lógica de una realidad asimétrica, volátil y ambigua.

En este contexto, la disciplina social emerge como una oportunidad para las sociedades modernas con el fin de construir realidades, respuestas y retos de forma conjunta, donde lo fundamental no es desconocer la individualidad o aportes particulares, sino conectar las distintas visiones desde el bien general, que implica necesariamente repensar los linderos del bienestar personal. La diferencia frente al concepto inicial de disciplina, que se leía como una expresión de autoridad y obediencia ciega por parte de una autoridad, es que la disciplina es una “elección” libre y una vez se ha tomado esa decisión, razón, mente y espíritu se hacen uno para transformar todo lo que se emprenda.

La disciplina social no implica ceder y obedecer de forma ciega y estéril, sino reconocer a los otros en el ejercicio de construcción del tejido social, donde todos aportan y suman alrededor de una lectura común. Es una obediencia meditada y reflexiva que encuentra en un proyecto común, el terreno fértil que busca consolidar una solidaridad colectiva que prepara a los individuos para una vida en comunidad. “Ningún grupo social obtiene logros significativos, siquiera logros, en ninguna de las esferas de las que se ocupe a menos que su actuación esté sólidamente respaldada por el cumplimiento de su disciplina” (Ecured, s.f.).

La disciplina social implica reconocer que la autonomía personal, es el compromiso concreto con el colectivo del que hace parte. Es hacerse responsable por los resultados del conjunto, ejerciendo libremente su opción por el bien general que implica “ver con bondad y comprensión a sus propios apegos, para que su importancia poco a poco disminuya”, haciendo evidente la nulidad intrínseca de las cosas, y llegado el momento el desprendimiento ocurra (Vallés, 2001). No es un proceso fácil o inmediato, es un camino interior que inicia con reconocimiento del egoísmo individual, y termina con el desapego a las cosas y a las personas para disfrutar y contemplar el todo sin restricciones y ni ataduras.

La disciplina social es un ejercicio de libertad que implica hacerse obediente a una causa común y trascendente, que se desprende de sus apegos materiales y personales, para dar paso al amor, que como sostenía el jesuíta Tony de Mello: “nadie puede amar a otra persona mientras sienta apego por ella (…). El amor se basa en la libertad, y la libertad se pierde en el apego mutuo” (Vallés, 2001, p.62-63).

El Editor

Referencias
Ecured (s.f.) Indisciplina social. Recuperado de: https://www.ecured.cu/Indisciplina_social
Vallés, C. (2001) Ligero de equipaje. Bogotá, Colombia: Ediciones San Pablo.

domingo, 8 de marzo de 2020

Modestia y Humildad

Dos palabras pueden pasar desapercibidas al expresarlas en un contexto específico y posiblemente estemos hablando de dos cosas distintas. La modestia y la humildad son dos virtudes distintas que nutren la esencia de la persona humana y la adornan de forma especial en su forma de enfrentar y tomar la vida.

De acuerdo con el pensamiento de Tomás de Aquino, la modestia tiene que ver con el modo, la moderación y la austeridad, que cuida del orden, el comportamiento y las relaciones con los otros (Oliveros, 2016). La modestia es una virtud que busca conectar y balancear al “modus vivendi” del ser humano, para encontrar el justo medio de su actuación, que concrete sus retos y oportunidades en coherencia con la moderación de sus comportamientos para el logro de sus sueños y anhelos.

Una persona modesta no es apocada, ni cabisbaja, por el contrario, es un ser conectado con su interior, que descubre quién es y cómo puede hacer las cosas, de tal forma que supera los miedos del “qué dirán” para templar sus propios temores y motivar acciones que cambien la forma de hacer las cosas. El modesto no deja que otros ocupen su lugar, lo toma de la mejor manera, para construir y descubrir con su prójimo lo mejor de su propio potencial para ponerlo al servicio de una causa común, de un sueño colectivo donde todos tienen que aportar y todos tienen algo que alcanzar.

De forma equivalente la humildad aparece como esa otra virtud que adorna la vida de los seres humanos. La palabra viene de “humus” que significa tierra, fertilidad que se nutre de la fuerza misma del suelo. La persona humilde goza de tranquilidad y seguridad interior (Ruiz, 2019, p.94), vive intensamente su propio proyecto de vida, teniendo muy claro qué pueden hacer y saben cuándo pedir ayuda para continuar avanzando en sus retos y descubrir oportunidades. El humilde se nutre de su fuerza interior y su conexión trascendente, sabiendo que su realidad establece su escenario de acción temporal, donde muchos tratan, pero pocos insisten para alcanzar sus sueños.

Una persona humilde no está sujeta a la consecución de bienes materiales, los utiliza en tanto cuanto le permitan alcanzar sus objetivos y alimentar el vínculo sagrado propio de su espiritualidad (Catholic.Net, s.f.). La humildad es un ejercicio que implica aprender todo el tiempo de sus limitaciones, pero no quedarse en ellas. Es configurar y desarrollar capacidad de aprendizaje que le abre nuevas oportunidades y rumbos inesperados para aumentar sus habilidades, de tal forma que mantiene sus pies en la tierra y su corazón en aquello que no se ve y espera. Ser humilde es un proceso permanente de reinvención personal que tiene como propósito “mudarse” a sí mismo.

La persona que practica la humildad y la modestia constituye un grado de perfeccionamiento personal que va más allá del ser humano promedio. No es un signo de perfección o admiración, sino una exigencia permanente de construcción y reinvención personal que mide y sintoniza sus comportamientos y el modo de hacer las cosas, con las oportunidades permanentes de aprender y superarse a sí mismo, de tal manera que el éxito en su vida, no son los logros y reconocimiento que puede obtener, sino la estatura humana que puede alcanzar desde su propia confianza personal, el reconocimiento de aquello que no sabe y la fe transcendente que lo atraviesa desde que nace hasta que abandona el plano real donde nos movemos y existimos.

El Editor

Referencias
Oliveros, E. (2016) La virtud de la modestia y las formas corporales de expresión en Santo Tomás de Aquino. (Tesis doctoral. Facultad de Teología). Universidad de Navarra. España. Recuperado de: https://www.almudi.org/recursos/virtudes/morales/9781-La-modestia-en-el-pensamiento-moral-de-Santo-Tomas
Catholic.Net (s.f.) Humildad. Portal Católico. Recuperado de: http:// https://es.catholic.net/op/articulos/56649/cat/1068/humildad.html
Ruiz, A. (2019) Ahora o nunca. Las cinco (5) claves para triunfar en tu carrera profesional. Barcelona, España: Ed. Conecta.

sábado, 29 de febrero de 2020

Superando la mente lineal

Dicen que en la vida las tormentas que aparecen en el horizonte pueden ser de dos tipos básicamente: desconocidas-desconocidas y desconocidas-conocidas. Cada de una de ellas establece una manera particular de actuar, analizar y desaprender con el fin de superar las cegueras cognitivas que tenemos respecto de la dinámica del mundo y la manera como la entendemos hasta ese momento.

Las inestabilidades desconocidas-desconocidas generalmente son momentos que no cuentan con antecedentes, ni patrones previos de identificación, con lo que hay que explorar y aprender de los eventos que ocurren con el fin de ejercitarse y descubrir los nuevos patrones que trae la situación en particular. Estas inestabilidades no sólo sorprenden a los mejores pronósticos, sino que habilitan a las personas para concretar nuevas habilidades y oportunidades donde se liberan de pensamientos, conceptos e ideas previas para dejar a un lado el “ego del saber” y declarar que “no sabe”.

Cuando los seres humanos se enfrentan a situaciones desconocidas-desconocidas, lo más natural es la sensación de inseguridad, temor y agresividad. El desconocer qué puede pasar genera tensiones internas sobre las creencias y seguridades de las personas, que se manifiestan en comportamientos agresivos o pasivos (según la personalidad) creando una barrera interior que se resiste a creer que aquello que sabía no es estable o confiable. En consecuencia, cuando el hombre se libera de esta trampa mental y se abre a explorar la aventura del conocer, la experiencia del avanzar y la emoción del descubrir establece un patrón de aprendizaje que renueva su espíritu interior, liberando su propio ser de toda atadura o creencia, para sencillamente ser “él mismo”, sin ataduras ni etiquetas.

Las discontinuidades desconocidas-conocidas responden a patrones anteriores semejantes o similares que han ocurrido en el pasado, de los cuales generalmente no aprendemos o exploramos, con lo cual los efectos que se perciben en el momento presente serán los que se advirtieron en aquel entonces, cuando era novedoso y generaba inquietud y necesidad de aprender. Estas discontinuidades son frecuentes y presentan síntomas concretos que muchas veces se esconden en las dinámicas de la cotidianidad, por lo que se hace necesario reconocer, analizar y explorar patrones de comportamiento de la realidad y así, establecer acciones que atiendan los mismos o misiones de observación y seguimiento para continuar aprendiendo de ellos.

Cuando los humanos se enfrentan a estas discontinuidades desconocidas-conocidas se percibe la sensación de “esto lo había visto antes”, una experiencia que puede ser catalogada como “regresión o deja –vu”, donde aun así no es posible emprender una acción concreta sobre lo que ocurre, no por falta de reconocimiento de la misma, sino por la ausencia de monitoreo de las tendencias y patrones previamente identificados, lo que generalmente se traduce en limitado aprendizaje sobre aquello que ocurre. Las crisis financieras, los cambios climáticos y las pandemias son casos donde es posible tener pronósticos y tomar acciones preventivas por parte de las comunidades, no obstante se termina reaccionado frente aquello que fue previamente identificado.

Reconocer que, si bien vamos a ser sorprendidos por eventualidades en cualquier momento, es nuestro deber habilitar la capacidad de aprendizaje, de conexión con el entorno, de experiencia y atención presente, de humildad y resiliencia para superar nuestra mente lineal (que no entiende de matices y reduce todo a la dualidad: favorable o desfavorable) (Taleb, 2013) y entender que cada una de ellas trae la lección que necesitamos para seguir avanzando, y el reto que debemos superar para salir de zona cómoda y abrirnos a experiencia de abundancia y prosperidad a la que estamos llamados como hijos predilectos del Creador (cualquiera sea tu imagen de él).

El Editor

Referencia
Taleb, N. N. (2013) Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden. Barcelona, España: Paidos

domingo, 16 de febrero de 2020

Pensar estratégicamente y navegar en el incierto


En los tiempos de la era digital pareciera que el mundo se mueve a una velocidad distinta y que debemos estar atentos para tomar nota de los acontecimientos que ocurren. Bien anota Moisés Naím (2020), en una de sus columnas en el periódico “El Tiempo”, que en la actualidad tres “P” dominan las tensiones y tendencias internacionales: Polarización, Populismo y Posverdad, las cuales generan exacerban los ánimos para crear visiones del mundo encontradas donde lo único que existe es división y enfrentamiento.

Frente a este panorama, es importante permanecer vigilante para no caer en las redes de la desinformación, las cuales potenciadas por los medios sociales, configuran una nueva herramienta de gobiernos, activistas y adversarios, para tratar de “manipular” y “dirigir” la opinión de las personas, donde ahora lo que es “verdad”, ya no está en las instituciones autorizadas, sino en los comentarios de los amigos en las redes sociales, afirma Moisés Naím.

Hoy más que nunca debemos desarrollar la capacidad de estar despiertos y atentos para reconocer aquellas tendencias que no buscan colaborar, cooperar y coordinar esfuerzos conjuntos en los ecosistemas globales, sino que desean crear escenarios de competencia, confrontación, diferenciación y escasez. Para ello, es necesario abrir la mente y conectar la mente, el cuerpo y el espíritu para sincronizar el pensamiento humano con la dinámica estratégica de la naturaleza, que sólo piensa en alcanzar un equilibrio dinámico donde todos sus participantes alcanzan su propio potencial, sin oscurecer o mancillar el de los demás.

En razón con lo anterior, siguiendo las reflexiones de los académicos Schoemaker, Krupp y Howland (2019) seis (6) habilidades son claves para pensar estratégicamente y navegar abiertamente en el incierto de forma efectiva: anticipar, retar, interpretar, decidir, alinear y aprender.

Anticipar demanda atender conferencias y eventos de diferentes industrias para reconocer patrones relevantes y temáticas emergentes. Es imaginar y simular diferentes posibilidades para prepararse para lo inesperado. Es identificar contradicciones, aspectos inusuales y señales débiles para crear oportunidades y nuevas formas de hacer las cosas.

Retar es el ejercicio de cuestionar el status quo. Es revelar los supuestos sobre los cuales hacemos o se hacen las afirmaciones. Es crear una zona psicológicamente segura para abrir al diálogo de posiciones distintas y contraditorias. Es descubrir las cegueras cognitivas que hemos creado a partir de nuestros propios saberes previos.

Interpretar es reconocer patrones y tendencias sobre la información recolectada y analizada. Es focalizar en los detalles de los datos y al mismo tiempo, sintetizar una vista global de los mismos. Es buscar activamente la información y las pruebas que faltan y que no confirman nuestra hipótesis.

Decidir es contar con diferentes opciones al inicio y no apresurarse para dar una respuesta. Es confrontar las ideas divergentes y convergentes para revisar diferentes posturas. Es asumir sus propias convicciones para realizar pilotos y pruebas, en lugar de hacer grandes apuestas que lleven a decisiones no informadas.

Alinear es encontrar un terreno común y lograr la aceptación de las partes interesadas que tienen puntos de vista y programas dispares. Es crear un escenario de comunicación proactiva y abierta, que construya confianza y un compromiso claro para hacer que las cosas pasen. Es construir mapas incompletos de forma conjunta sobre un territorio incierto, inexplorado y cambiante.

Aprender es encontrar en aquellas cosas que no han salido como se esperaba, nuevas formas de ver y reconocer la realidad. Es motivar la manifestación de las preguntas incómodas para que se adviertan las causas raíces de los retos que se deben asumir. Es sorprendernos con aquellos eventos inesperados, para descubrir y capitalizar oportunidades para deconstruir lo que conocemos y reconectarlo con aquello que desconocemos.

Si logramos incorporar estas seis (6) habilidades y las conectamos con la visión trascendente que alimenta nuestra espiritualidad, no solo estaremos preparados para enfrentar un resultado adverso y descubrir aquellas intenciones contrarias de colectivos particulares, sino crear una espiral ascendente de crecimiento y desarrollo que incorpora la dualidad de la sabiduría de las emociones naturales que nutren nuestros reconocimientos y las lecciones aprendidas.

El Editor

Referencias
Schoemaker, P.,  Krupp, S. & Howland, S. (2019) Strategic Leadership: The Essential Skills. En HBR (2019) HBR guide to thinking strategically. Boston, Massachussets. USA: Harvard Business School Publishing.  13-26.
Naím, M. (2020) P + P + P = C. Periódico El Tiempo. Columna. https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-naim/p-p-p-c-columna-de-moises-naim-462634