domingo, 8 de marzo de 2020

Modestia y Humildad

Dos palabras pueden pasar desapercibidas al expresarlas en un contexto específico y posiblemente estemos hablando de dos cosas distintas. La modestia y la humildad son dos virtudes distintas que nutren la esencia de la persona humana y la adornan de forma especial en su forma de enfrentar y tomar la vida.

De acuerdo con el pensamiento de Tomás de Aquino, la modestia tiene que ver con el modo, la moderación y la austeridad, que cuida del orden, el comportamiento y las relaciones con los otros (Oliveros, 2016). La modestia es una virtud que busca conectar y balancear al “modus vivendi” del ser humano, para encontrar el justo medio de su actuación, que concrete sus retos y oportunidades en coherencia con la moderación de sus comportamientos para el logro de sus sueños y anhelos.

Una persona modesta no es apocada, ni cabisbaja, por el contrario, es un ser conectado con su interior, que descubre quién es y cómo puede hacer las cosas, de tal forma que supera los miedos del “qué dirán” para templar sus propios temores y motivar acciones que cambien la forma de hacer las cosas. El modesto no deja que otros ocupen su lugar, lo toma de la mejor manera, para construir y descubrir con su prójimo lo mejor de su propio potencial para ponerlo al servicio de una causa común, de un sueño colectivo donde todos tienen que aportar y todos tienen algo que alcanzar.

De forma equivalente la humildad aparece como esa otra virtud que adorna la vida de los seres humanos. La palabra viene de “humus” que significa tierra, fertilidad que se nutre de la fuerza misma del suelo. La persona humilde goza de tranquilidad y seguridad interior (Ruiz, 2019, p.94), vive intensamente su propio proyecto de vida, teniendo muy claro qué pueden hacer y saben cuándo pedir ayuda para continuar avanzando en sus retos y descubrir oportunidades. El humilde se nutre de su fuerza interior y su conexión trascendente, sabiendo que su realidad establece su escenario de acción temporal, donde muchos tratan, pero pocos insisten para alcanzar sus sueños.

Una persona humilde no está sujeta a la consecución de bienes materiales, los utiliza en tanto cuanto le permitan alcanzar sus objetivos y alimentar el vínculo sagrado propio de su espiritualidad (Catholic.Net, s.f.). La humildad es un ejercicio que implica aprender todo el tiempo de sus limitaciones, pero no quedarse en ellas. Es configurar y desarrollar capacidad de aprendizaje que le abre nuevas oportunidades y rumbos inesperados para aumentar sus habilidades, de tal forma que mantiene sus pies en la tierra y su corazón en aquello que no se ve y espera. Ser humilde es un proceso permanente de reinvención personal que tiene como propósito “mudarse” a sí mismo.

La persona que practica la humildad y la modestia constituye un grado de perfeccionamiento personal que va más allá del ser humano promedio. No es un signo de perfección o admiración, sino una exigencia permanente de construcción y reinvención personal que mide y sintoniza sus comportamientos y el modo de hacer las cosas, con las oportunidades permanentes de aprender y superarse a sí mismo, de tal manera que el éxito en su vida, no son los logros y reconocimiento que puede obtener, sino la estatura humana que puede alcanzar desde su propia confianza personal, el reconocimiento de aquello que no sabe y la fe transcendente que lo atraviesa desde que nace hasta que abandona el plano real donde nos movemos y existimos.

El Editor

Referencias
Oliveros, E. (2016) La virtud de la modestia y las formas corporales de expresión en Santo Tomás de Aquino. (Tesis doctoral. Facultad de Teología). Universidad de Navarra. España. Recuperado de: https://www.almudi.org/recursos/virtudes/morales/9781-La-modestia-en-el-pensamiento-moral-de-Santo-Tomas
Catholic.Net (s.f.) Humildad. Portal Católico. Recuperado de: http:// https://es.catholic.net/op/articulos/56649/cat/1068/humildad.html
Ruiz, A. (2019) Ahora o nunca. Las cinco (5) claves para triunfar en tu carrera profesional. Barcelona, España: Ed. Conecta.

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