Dicen que en la vida
las tormentas que aparecen en el horizonte pueden ser de dos tipos básicamente:
desconocidas-desconocidas y desconocidas-conocidas. Cada de una de ellas
establece una manera particular de actuar, analizar y desaprender con el fin de
superar las cegueras cognitivas que tenemos respecto de la dinámica del mundo y
la manera como la entendemos hasta ese momento.
Las inestabilidades desconocidas-desconocidas generalmente
son momentos que no cuentan con antecedentes, ni patrones previos de
identificación, con lo que hay que explorar y aprender de los eventos que
ocurren con el fin de ejercitarse y descubrir los nuevos patrones que trae la
situación en particular. Estas inestabilidades no sólo sorprenden a los mejores
pronósticos, sino que habilitan a las personas para concretar nuevas
habilidades y oportunidades donde se liberan de pensamientos, conceptos e ideas
previas para dejar a un lado el “ego del saber” y declarar que “no sabe”.
Cuando los seres
humanos se enfrentan a situaciones desconocidas-desconocidas, lo más natural es
la sensación de inseguridad, temor y agresividad. El desconocer qué puede pasar
genera tensiones internas sobre las creencias y seguridades de las personas,
que se manifiestan en comportamientos agresivos o pasivos (según la
personalidad) creando una barrera interior que se resiste a creer que aquello
que sabía no es estable o confiable. En consecuencia, cuando el hombre se
libera de esta trampa mental y se abre a explorar la aventura del conocer, la experiencia
del avanzar y la emoción del descubrir establece un patrón de aprendizaje que
renueva su espíritu interior, liberando su propio ser de toda atadura o
creencia, para sencillamente ser “él mismo”, sin ataduras ni etiquetas.
Las discontinuidades desconocidas-conocidas
responden a patrones anteriores semejantes o similares que han ocurrido en el
pasado, de los cuales generalmente no aprendemos o exploramos, con lo cual los
efectos que se perciben en el momento presente serán los que se advirtieron en
aquel entonces, cuando era novedoso y generaba inquietud y necesidad de aprender.
Estas discontinuidades son frecuentes y presentan síntomas concretos que muchas
veces se esconden en las dinámicas de la cotidianidad, por lo que se hace
necesario reconocer, analizar y explorar patrones de comportamiento de la
realidad y así, establecer acciones que atiendan los mismos o misiones de
observación y seguimiento para continuar aprendiendo de ellos.
Cuando los humanos
se enfrentan a estas discontinuidades desconocidas-conocidas se percibe la
sensación de “esto lo había visto antes”, una experiencia que puede ser
catalogada como “regresión o deja –vu”, donde aun así no es posible emprender
una acción concreta sobre lo que ocurre, no por falta de reconocimiento de la
misma, sino por la ausencia de monitoreo de las tendencias y patrones
previamente identificados, lo que generalmente se traduce en limitado
aprendizaje sobre aquello que ocurre. Las crisis financieras, los cambios
climáticos y las pandemias son casos donde es posible tener pronósticos y tomar
acciones preventivas por parte de las comunidades, no obstante se termina
reaccionado frente aquello que fue previamente identificado.
Reconocer que, si
bien vamos a ser sorprendidos por eventualidades en cualquier momento, es
nuestro deber habilitar la capacidad de aprendizaje, de conexión con el
entorno, de experiencia y atención presente, de humildad y resiliencia para
superar nuestra mente lineal (que no entiende de matices y reduce todo a la
dualidad: favorable o desfavorable) (Taleb, 2013) y entender que cada una de
ellas trae la lección que necesitamos para seguir avanzando, y el reto que
debemos superar para salir de zona cómoda y abrirnos a experiencia de
abundancia y prosperidad a la que estamos llamados como hijos predilectos del
Creador (cualquiera sea tu imagen de él).
El Editor
Referencia
Taleb, N. N. (2013) Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden. Barcelona,
España: Paidos
No hay comentarios:
Publicar un comentario