domingo, 31 de mayo de 2020

El peligro de volver a la normalidad


Los seres humanos por definición somos sociales, filiativos y en muchas ocasiones, ingenuos cuando se trata de mantener relaciones con otros individuos, pues por lo general partimos del principio de buena fe. De acuerdo con Ruiz (2019, p.162) las personas tienden a incorporarse a grupos que comparten las siguientes características:
  • Proximidad: Entorno de relación cercano que la persona tiene y desarrolla en su actividad diaria.
  • Familiaridad: Círculo de conocidos que comparten sus creencias y orígenes, y con quienes conversa y se reúne con frecuencia.
  • Atractivo: Escenario de individuos que conectan con buena energía, buenos deseos y motivan una salud mental y espiritual positiva y trascendente.
  • Reciprocidad: Un conjunto cercano de seres humanos que donde el dar es más relevante que el recibir, creando una zona de contagio y positivismo que sintoniza con los otros.
  • Similitud: Un ambiente para compartir con aquellos que tienes opiniones semejantes a las que tiene una persona.

Si revisas tu dinámica social cercana, muchas de estas características se pueden evidenciar, con lo cual estarás desarrollando esa faceta natural de los seres humanos para crear redes de contactos, conexiones y apoyo que cada uno necesita para continuar abriendo posibilidades y oportunidades donde otros, sólo ven probabilidades y generalmente limitaciones.

Crear círculos de redes de colaboración y soporte en lo que hacemos a diario, nos permite mantener una vista renovada de aquello que conocemos y sabemos. Es una experiencia donde cada miembro comparte y observa un comportamiento positivo y crítico (no agresivo, ni etiquetado) que posibilita explorar y cuestionar los saberes previos, para provocar nuevos viajes en terrenos desconocidos para unos, y renovados para otros.

En consecuencia “vivir” en comunidad y “estar” en comunidad, comportan dos escenarios distintos y complementarios al mismo tiempo. Mientras el “vivir” se traduce en conectar con las experiencias de otro y “untarse” de su propia realidad para descubrir un camino distinto, el “estares reconocer al otro como verdadero otro, con filiaciones, tendencias, y gustos que definen una experiencia complementaria de un mundo alterno que no se conoce, y que espera a su turno, una invitación para poderlo “vivir” si es del caso.

La necesidad de filiación inherente al ser humano es una oportunidad y un reto al mismo tiempo. Es una oportunidad que permite encontrar nuevos lugares comunes en un territorio cambiante que se recorre, algunas veces con zapatos prestados por otros o descalzos sintiendo cada paso que se da; y un reto, que se traduce en una invitación a repensar, reinventar o reconstruir los mapas del territorio personales con otros, para establecer nuevos horizontes y metas que permitan darle forma a una apuesta que transforme el presente y acerque el futuro.

El ejercicio de filiación, como la esencia natural que define nuestra humanidad, nos permiten reconocer los logros de otros, desarrollar nuestra marca personal, descubrir nuestras cegueras cognitivas, aumentar nuestro campo de influencia y manifestar nuestra generosidad y encuentro con mi próximo. Construir redes de contactos, así como mallas de sentido y solidaridad colectiva, debe ser la nueva frontera y objetivo de nuestra especie como una de las lecciones aprendidas que nos deja el contexto actual: una ventana de aprendizaje que nos permita mitigar el peligro de “volver a la normalidad”.

El Editor

Referencia:
Ruiz, A. (2019) Ahora o nunca. Las 5 claves para triunfar en tu carrera profesional. Madrid, España: Penguin Random House Grupo Editorial.

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