sábado, 14 de septiembre de 2024

El reto de forjar el carácter y alcanzar nuestro potencial

La mentalidad cortoplacista muchas veces nos lleva a ver el mundo con visión de túnel, a perdernos de la dinámica del entorno y por tanto de sus oportunidades. El avance o progreso de las personas no se mide en tiempos cortos, sino en trayectorias que permitan ver la evolución de un reto o de un propósito. Si mantenemos constantemente nuestra vista en los resultados inmediatos, estaremos viviendo y sufriendo cuando no logramos aquello que queremos (Grant, 2023).

Los planes en la vida toman tiempo, dedicación y foco. Es importante mantener la vista en lo que queremos lograr e ir corrigiendo el rumbo a lo largo de las rutas invisibles que hay disponibles para alcanzar nuestras metas, nuestros sueños. Cuando un barco zarpa y avanza en la mitad del mar perdiendo de vista la orilla ha empezado a abrazar un sueño y a pactar con el incierto. Es momento de la determinación y la valentía para asumir el reto que implica alcanzar una nueva orilla.

En medio de la travesía y de la carta de navegación inicial comienzan a aparecer los ajustes a mano alzada, las posibilidades que se pueden lograr y las evaluaciones de las alternativas en medio de altamar. Con cada día de navegación se consigue mayor experiencia, se reconocen nuevos escenarios y sobremanera se advierten nuevas oportunidades y nuevos desafíos. Los experimentos diarios en medio de la ruta, establecen apuestas que reconocen “aquello que no ha salido como se esperaba” como un nuevo insumo para alimentar el cúmulo de aprendizajes del capitán de la embarcación.

Mantenerse en ruta de aquello que queremos alcanzar, es un viaje de pasión por un resultado, de abrirse a la crítica constructiva, a escuchar voces contrarias y retar lo que hemos aprendido durante el viaje. La ruta siempre trae eventos que nos sorprenden, situaciones que nos llevan a pensar distinto y sobremanera a descubrir maneras alternativas para continuar avanzando hacia nuestro propósito. Algunas veces es importante mirar hacia atrás para afinar lo que viene hacia adelante, disfrutar el camino y abrirse a la aventura de ser uno mismo frente al desafío incierto del mar y sus misterios.

Recuerda que en medio de la ruta, hay momentos que hay que tomar un descanso, para recomponer las fuerzas y reconfigurar la estrategia. Tomar distancia de lo que hemos aprendido es necesario para continuar descubriendo el camino, es mantenernos fuera de la zona cómoda, indagando sobre aquello que es necesario aprender para avanzar y lograr algunos archipiélagos de certezas. Ten mucho cuidado pues en el mar de los inciertos y la noche del océano pueden aparecer cantos de sirenas para distraerte y alejarte de tu propósito, nada más atractivo que dejarse llevar por voces que resuenan y posiblemente nos engañan.

Es tu carácter forjado en la esencia de tus retos, el andamiaje que construimos con nuestra red de contactos y la dinámica de los sistemas que cooperan y colaboran alrededor de nuestros propósitos (Grant, 2023), establecen el marco de trabajo donde es posible superarnos a nosotros mismos e inspirar a otros para lograr sus sueños. Por tanto, no pierdas de vista el camino, ajusta tus estrategias, mejora tus herramientas y aprende todo lo que puedas, pues así podrás encontrarte a ti mismo y ayudar a otros a hacer que las cosas pasen.

El Editor

Referencias

Grant, A. (2023). Hidden potential. The science of achieving greater things. New York, NY. USA: Viking.


domingo, 1 de septiembre de 2024

Aprender, desaprender y reaprender: pedagogía y ciclo virtuoso de la vida

La vida es un reto permanente de aprender, desaprender y reaprender, un ciclo virtuoso que todo el tiempo nos mantiene en una postura vigilante para reconocer y anticipar los cambios, para estar adelante en la curva y así proyectarnos en medio de los retos que nos propone la dinámica actual. Este ejercicio demanda una apertura y disposición individual para salir de la zona conocida y avanzar en medio de nuevas estructuras y condiciones del entorno, lo que exige el desarrollo de habilidades cognitivas, afectivas y socioculturales que nos transformen y nos lancen a nuevos estados de madurez personal y profesional.

Aprender depende del contexto y se desarrolla en la construcción de relaciones con otros. Es una aventura que implica salir de nosotros mismos y encontrarnos con las reflexiones y posturas de los otros, para establecer nuevos linderos de análisis que nos lleven a situaciones y escenarios antes desconocidos, o muchas veces, a repensar aquello que ya conocemos. Esta interacción natural de los seres humanos, modela tanto los comportamientos como los conocimientos que desarrollamos, como un proceso que habilita un diálogo entre pares, que invita construir un sentido particular para las cosas, una lectura distinta y retadora del entorno donde se interactúa.

Alcanzar la conciencia del ciclo virtuoso referido previamente implica apertura a la escucha sin hostilidades, sin imposiciones sobre el otro, dispuestos a dejarnos interrogar en aquello que sabemos y sobremanera, abrirnos a la sorpresa y novedad que implica explorar nuevas opciones y oportunidades (Moncada & Cardona, 2023). Es una postura para construir un equilibrio dinámico, que a lo largo de un diálogo abierto y sincero entre iguales, revela novedosos significados de la realidad, establece indicaciones sobre aspectos invisibles hasta el momento y elabora distinciones que sugieren aspectos inéditos del contexto. Esto es,  situar presupuestos epistemológicos que nos acerquen al desarrollo de nuevas formas de hacer, pensar y transformar nuestra propia realidad.

Aprender, desaprender y reaprender más que un ciclo y una receta para aplicar en la vida, debe ser una pedagogía permanente que posibilite compartir experiencias, conocimientos y valores que privilegien la aventura de la construcción de nuevos saberes y el desarrollo de habilidades cognitivas que nos lleven a la esencia misma del conocer: el saber preguntar (Moncada & Cardona, 2023). Preguntar es al tiempo un arte y una ciencia. Un arte, pues surge en diferentes momentos de la vida cotidiana, de la lectura de textos, observaciones del entorno, de experiencias intensas o momentos de ocio. Y una ciencia, pues muchas veces está intencionada y situada en un ámbito específico de análisis, que lleva luego a una metodología para lograr ofrecer respuestas parciales.

Aprender, desaprender y reaprender es en últimas, una manera como los humanos inventamos el mundo en que vivimos, donde es posible procesar y elaborar nuevos conocimientos y saberes desde la lectura particular del mundo que hacemos cada uno de nosotros. No se trata de un proceso sofisticado o restringido para los científicos o estudiosos, sino de una condición natural del hombre que situado en sus intereses particulares y retos personales, decide qué, cómo, cuándo y dónde descubrir aquello que es relevante para transformar su vida, sin perjuicio que eventos inciertos o inesperados lo sorprendan, y lo lleven a un nivel superior de conciencia y por tanto, de transformación personal, profesional y espiritual

El Editor


Referencia

Moncada, J. S. & Cardona, F. J. (2023). Los futuros del aprendizaje. Innovación y prácticas educativas para configurar el futuro de la humanidad. Bogotá, Colombia. Cooperativa Editorial Magisterio.

domingo, 18 de agosto de 2024

Liderazgo: el desarrollo pleno de nuestra vocación

El ejercicio de liderazgo no es una condición exclusiva de un cargo o de una posición particular a nivel organizacional o de proceso, es una condición personal indelegable que permite al ser humano hacerse dueño de su propio proceso de transformación y evolución. En este sentido, hablar de liderar, es hablar de la manera misma como demostramos que hemos evolucionado y avanzado hacia el fin último que tenemos en la vida: el desarrollo pleno de nuestra vocación.

El liderazgo inicia con un propósito, con una intención. La movilización de los esfuerzos está situada más allá de objetivos específicos que se alcanzan y se dejan atrás, está ubicada en una misión, en aquello que transciende la esfera de lo pasajero y efímero, y se establece en el espacio de lo que permanece y trasciende en el tiempo. La misión define en sí mismo la esencia por la cual la persona persiste, insiste y nunca desiste, esa motivación superior que lo hace a diario pensar por qué ha venido al mundo.

Un segundo momento es la adaptación. Afirma Wheatley (2024, p.10) “En cada circunstancia, la meta es la misma, pero la aproximación varía, revelando un firme compromiso al propósito, pero abierto a distintas táctica”. Adaptarse implica nunca perder de vista el propósito y habilitar distintas vistas que permitan caminar hacia aquello que se quiere transitando por diferentes aproximaciones. Esto es, una postura flexible y de aprendizaje que capitaliza cada movimiento para lograr aquello que se persigue. La adaptación es la estrategia que descubre en el entorno nuevas palancas para movilizar el logro de la misión.

Un tercer momento son las tensiones. Esos instantes donde se contraponen las polaridades de posturas distintas que generan direcciones y enfoques alternos que pueden generar situaciones incómodas que no deben distraernos del propósito. El reto es manteniendo el propósito en el centro de la reflexión “discernir cuándo favorecer una u otra dirección, reconociendo que ambas son necesarias a lo largo del tiempo” (Wheatley, 2024, p.11) para llevar a cabo aquello que se quiere lograr. Las tensiones y diferentes vistas deben ampliar nuestro pensamiento, abrir nuestra mente a nuevas posibilidades, para enriquecer el plan trazado desde el inicio y actualizar los retos que se tienen para llevar a cabo la misión.

Un cuarto momento es el discernimiento. Es el compromiso activo y reflexivo de cada persona para mantener la “unidad de mente y corazón” (Wheatley, 2024) y así, concretar las actividades frente al propósito que nos moviliza. Es el ejercicio de la espiritualidad y fortaleza interior que mueve la esencia de la vocación individual para ser “audaces, valientes, innovadores, creativos, apasionados y llenos de un sentido de urgencia” (Wheatley, 2024, p.12) y hacer que las cosas pasen. Esto es, estar abierto y confiar en la dinámica del contexto, descubrir los patrones emergentes de los eventos, “atreverse a confiar en Dios y a confiar en que el Espíritu Santo revela el camino” (Wheatley, 2024, p.12)  y dejarnos encontrar por aquello sagrado que todo el tiempo nos busca. 

El mundo tarde o temprano nos ubicará en medio de incertidumbres y complejidades que nos exigirán adaptación o cambio, lo que necesariamente llevará a interrogar lo que hemos aprendido y abrirnos a explorar nuevas lecturas del entorno, y transformar nuestras maneras de ser más arraigadas, para darle paso al nuevo viaje que se nos propone para aprovechar la sabiduría que hemos alcanzado, a nivel individual y colectivo, y experimentar las gracias y oportunidades que ofrece el compromiso activo que moviliza y guía al ser humano: su propia vocación!

El Editor

Referencia

Wheatley, M. (2024) ¿Qué hace un líder ignaciano? Reflexiones en las prácticas y sabiduría jesuita. Jesuit Higher Education: A Journal. 13(1). DOI: https://doi.org/10.53309/2164-7666.1481

 

domingo, 4 de agosto de 2024

La nueva “anormalidad”: el reto de la creatividad, la analítica y el propósito

Hoy por hoy ya no se habla del “nuevo normal”, sino del “nuevo anormal” o “no normal”. Lo conocíamos como “normal” quedó en el pasado, en lo conocido y de lo cual sólo podemos aprender y reforzar para asegurar aquello que sabemos cómo funciona. En la actualidad con la rápida evolución del mundo, mediada por los avances tecnológicos y la ola de la inteligencia artificial, los “anormales” y los “no normales” son la pauta natural donde debemos situar nuestras reflexiones y posturas.

Para enfrentar esta nueva realidad los consultores de Mckinsey hablan de usar un trinomio particular que se compone de elementos como la creatividad, la analítica y el propósito (Cvetanovski et al., 2021). La creatividad, siguiendo las definiciones de Ackoff (1997, p.117), como “la habilidad para identificar restricciones autoimpuestas, removerlas y explorar las consecuencias de la remoción”, como una puerta para ver alternativas no previstas y explorar situaciones no conocidas, se configura como un primer fundamente para “ver” aquello que no encaja en nuestros modelos y así abrir las posibilidades, más allá de las probabilidades.

La analítica como las prácticas y estrategias basadas en datos para tomar decisiones informadas. Es un ejercicio que permite no sólo retar lo que conocemos y sabemos de la realidad, sino explorar y plantear posibilidades que habiliten oportunidades antes inexploradas y de esta forma avanzar en el reto de construir un escenario distinto para experimentar y probar en contexto desconocidos. Desde la analítica, el desafío es enfrentarnos a tres trampas propias de los humanos: el sesgo de confirmación, el exceso de confianza y el sobre ajuste (MacGarvie & McElheran, 2018).

El sesgo de confirmación es “poner nuestra atención en aquello que está alineado con nuestras creencias previas, e ignorar otros hechos y patrones en los datos” (MacGarvie & McElheran, 2018, p.156), lo que genera puntos ciegos y posturas basadas en aquello que sabemos lo que imposibilita “ver” aquello que ocurre en la realidad. Confrontar los datos que tenemos hoy, lo que sabemos sobre eso que vamos a decidir, implica probar y validar los datos disponibles para hacernos una idea mejor fundada de los hallazgos y reflexiones que nos proponen los datos.

El exceso de confianza cuando “tendemos a asumir que la precisión de nuestros juicios o la probabilidad de un suceso de cara nuestros objetivos es más favorable de lo que sugieren los datos” (MacGarvie & McElheran, 2018, p.159). La literatura llama a esta trampa “la madre de todos los sesgos”. Si bien es cierto que debemos ser optimistas en concreción de los proyectos, la interpretación de los datos debe obedecer a un método, motivación, confrontación y análisis que permita asegurar y confrontar lo que expresan los datos. Esto se hace necesario para que las decisiones que se tomen no respondan a temas que han ocurrido en el pasado, sino que se revelen conocimientos novedosos del presente que superen aquello que “intuitivamente” creemos que va a pasar.

El sobre ajuste “se produce cuando el modelo estadístico describe ruido aleatorio, en lugar de la relación subyacente que necesitamos captar” (MacGarvie & McElheran, 2018, p.161). Este reto implica discernir en medio de los datos las relaciones que resultan relevantes para analizar frente a las inquietudes planteadas antes de entrar a profundizar en otros detalles que éstos puedan sugerir. Por tanto, la experiencia y el criterio del analista están en juego. Recuerde que: “los datos nunca pueden “hablar por sí solos" y dependen de intérpretes humanos para darles sentido” (MacGarvie & McElheran, 2018, p.162).

Finalmente el propósito, como la finalidad con que emprendemos una acción, ya sea un trabajo, una investigación, una rutina nueva o la vida misma, ese sentido que se le da a una intención particular para transformar una realidad en otra. Cuando se combina el propósito a la creatividad y a la analítica se advierten nuevas oportunidades que van a resonar más profundamente en la dinámica de la vida. Permite establecer nuevos horizontes de renovación que nos sacan de la zona cómoda para experimentar curiosidad, vulnerabilidad y sorpresa, como fundamentos necesarios para enfrentar los “nuevos anormales” de la dinámica de la existencia.

Cuando todos estos elementos (creatividad, analítica y propósito) se funden en la experiencia espiritual de cada ser humano (cualquiera sea tu creencia o visión trascendente) se construye una dinámica interior que saca lo mejor de cada uno de nosotros, pues podemos ver “quiénes somos”, “qué queremos”, “hacia dónde vamos” y “qué estamos dispuestos a hacer” para hacer la diferencia y hacernos otros distintos. Es situar la “anormalidad” como la fuente natural de la dinámica del mundo para ver y revelar lo que es invisible a nuestros ojos.

El editor.

Referencias

Cvetanovski, I., Jojart, O., Gregg, B., Hazan, E. & Perrey, J. (2021). The growth triple play: Creativity, analytics, and purpose. Mckinsey Growth, Marketing & Sales. https://www.mckinsey.com/capabilities/growth-marketing-and-sales/our-insights/the-growth-triple-play-creativity-analytics-and-purpose 

Ackoff, R. (1997). Cápsulas de Ackoff. Administración en pequeñas dosis. México, DF.: Editorial Limusa, S.A de CV.

MacGarvie, M. & McElheran, K. (2018). Pitfalls of data-driven decisions. En Harvard (2018). HBR guide to data analytics. Basics for managers. Boston, MA. USA: Harvard Business Review Press. 155-164


domingo, 21 de julio de 2024

El error humano: el reto de una conciencia sistémica

Afirma Tenner (1997): “Cuando un sistema de seguridad fomenta la toma de riesgos hasta el punto de contribuir a provocar accidentes, se trata de un efecto de venganza. Aunque los propietarios del Titanic nunca afirmaron que su barco fuera insumergible, el exceso de confianza de la tripulación y los pasajeros en su avanzada construcción resultó fatídico”. 

Otro ejemplo en esta misma línea es el experimento que se hizo en el Reino Unido donde a un grupo de personas se les entregó un auto con frenos ABS y las características de confiabilidad de dichos frenos, y a otro un auto con frenos No ABS, y las implicaciones de estos mecanismos. Luego de un año, se hizo seguimiento sobre el nivel de accidentalidad de ambos equipos, resultando que aquel con frenos ABS había tenía mayor número de accidentes que aquellos que no tenía frenos ABS. El exceso de confianza en el mecanismo o dispositivo los llevó a superar los umbrales de confiabilidad definidos para estos frenos.

Estos dos ejemplos nos hablan del reto del error humano. Bien afirma Edmondson (2023, p.123): “Errar es humano, prevenir los errores básicos es divino”, esto es, volver a las orientaciones y condiciones básicas sobre los aspectos conocidos, aquellas que se pueden aplicar y tener un contexto medianamente confiable para actuar. Lo anterior lo reitera la doctrina de HSEQ (Health, Safety, Environment and Quality que en español significa Salud, Seguridad, Medio Ambiente y Calidad) que procura mantener una conciencia personal y situacional para efectos de ver cómo cada persona puede impactar a otras con su comportamiento y cómo la situación puede desencadenar eventos no previstos en el entorno.

Muchas veces los errores básicos relacionados con la falta de atención, la falta de conocimiento o la falta de práctica resultan en eventos complicados o incluso fatídicos. En ese sentido, el concepto de confiabilidad de las operaciones y la disciplina operativa se vuelven fundamentales para prestar atención al momento presente, repasar y detallar los procedimientos cada vez que se van a ejecutar y mantener un ejercicio de aplicación permanente de los mismos, como fundamento de la toma de decisiones sobre situaciones habituales.

Sólo es observar a los pilotos de los aviones antes de iniciar un vuelo. Toman un manual y repasan uno a uno cada un uno de los instrumentos y condiciones necesarias de evaluación de la aeronave y su entorno para establecer que se tiene el estado requerido para iniciar las operaciones aéreas. Seguir procedimientos y asegurarse que se cumplan puede hacer la diferencia cuando ocurre un incidente. Sin embargo y a pesar de contar con el cumplimiento de lo establecido, la inevitabilidad de la falla puede aparecer, y sólo la capacidad de maniobra, la creatividad y las horas de experiencia pueden ayudar a sortear la situación incierta que se pueda presentar.

Como seres humanos no queremos tener situaciones adversas, que nos saquen de la zona cómoda, que nos obliguen a “pensar distinto” a “explorar nuevas posibilidades”, a “encontrar nuevos talentos”. Como afirma claramente la Dra. Edmondson: “el fallo es un hecho de la vida, fallar no es una cuestión de «si», sino de «cuándo» y «cómo»” (Edmondson, 2023, p.264). Por tanto, sin las fallas que se generen en territorios desconocidos, no se puede avanzar ni innovar; sin una conciencia sistémica del entorno no es viable advertir señales débiles del contexto; sin una disciplina operativa que enfrente los riesgos conocidos, no es viable asegurar la dinámica vigente. 

Por tanto, fallar debe desarrollar en cada ser humano un proceso de discernimiento que lo haga consciente para confrontar sus propios errores, retar los conocimientos previos que tiene sobre aquello que sabe y abrirse a explorar territorios nuevos para desaprender y luego reaprender, conectando aquellos puntos inconexos. 

Es un ejercicio que requiere una dosis de humildad, valentía e incomodidad para dejar atrás lo que lo ha traído hasta este punto, y un impulso individual que combine la curiosidad, la racionalidad, la honestidad, la determinación y la pasión que demanda el lanzarse a conquistar nuevos horizontes que se esconden detrás de las fallas inteligentes: aquellas que se presentan en zonas desconocidos y persiguen un objetivo valioso (Edmondson, 2023).

El Editor


Referencias

Edmondson, A. (2023). Right kind fo wrong. The science of failing well. New York, USA: Atria Books

Tenner, E. (1997). Why things bite back. Technology and the revenge of unintended consequences. New York, NY. USA: Vintage Books.


domingo, 16 de junio de 2024

Estado de aprendizaje: El modo superviviencia del hombre moderno

Sobrevivir en el entorno actual implica no sólo contar con los conocimientos y habilidades necesarias para movilizarse y avanzar, sino la capacidad de aprender y cuestionar lo que hemos aprendido. Cuando se presenta una situación novedosa para la cual no tenemos respuesta, lo natural es retraerse y protegerse tratando de dar solución al momento que se presenta con estrategias conocidas que por lo general no funcionan. Mientras más tratamos de solucionar el momento inesperado con lo que sabemos, menos podemos avanzar (Brassey et al., 2022).

Estos momentos requieren que bajemos la guardia, declaremos que “no sabemos”, que “queremos aprender” y busquemos un “maestro” u otras perspectivas que nos ayuden a ver por fuera de nuestros propios saberes. En este nuevo espacio, donde las preguntas surgen, las oportunidades para fallar se habilitan y sobremanera las respuestas resultan sorprendentes, es momento para explorar y descubrir nuevas formas de ver el contexto, para modificar nuestros marcos de decisión y avanzar en la renovación de nuestra forma de enfrentar aquellos momentos que nos sacan de la zona cómoda.

La única forma de crear una nueva realidad es moviéndonos en el incierto y cambiando nuestra orientación, sabiendo que el “error” será la norma particular de este nuevo camino, lo que Edmondson (2023) denomina los “buenos errores”, esos que nos abren para ver aquello que encaja en lo que conocemos, que nos transforma y nos hace avanzar, sabiendo que los resultados no sólo nos darán insumos valiosos para reconocer nuevos caminos, sino que no habrán consecuencia dramáticas que lamentar.

Cuando cambiamos la lectura de la amenaza del incierto, por la oportunidad de aquello que se puede descubrir, no sólo se habilitan nuevas opciones para hacer, sino que el aprendizaje se convierte en la norma que impulsa la forma de reconocer el mundo. No dar un paso en aquello que desconocemos es negarnos la posibilidad de encontrar nuevas formas de comprender, es una encerrarnos en el saber previo que nos prepara para un mundo que sencillamente ya no existe. La evolución del mundo es tan acelerada, que si no renovamos nuestra caja de herramientas no podremos trazar rumbos que nos transformen en otros distintos.

Estar en la zona incierta es caminar y explorar un territorio que cambia de forma inesperada, que reta lo aprendido, que exige aprender algo nuevo para trazar una ruta en medio de un mar de incertidumbres, sin conocer de antemano los resultados y sabiendo que las respuestas serán provisionales. Esta zona demanda el ejercicio de adaptabilidad, agilidad y deconstrucción de lo aprendido. Es lanzarse a navegar con una carta de navegación preliminar, que se afina con el paso de las horas y que deja de ver la orilla como un referente de seguridad. Es el momento no de ser temerarios, sino valientes para transformar nuestras creencias, formas de pensar, pensamientos y sentimientos para alcanzar un nuevo nivel de transformación personal (Brassey et al., 2022)

Mantener un estado de aprendizaje es abrazar la incomodidad del incierto como el nuevo marco para reconocer el entorno y desde allí crear nuevos mapas de conocimiento, que son inicialmente desinstalados de aquello conocido, y desde allí, recomponer la lectura de aquello desconocido como una nueva ventana del saber que expande la vista actual y permite conectar los puntos antes inconexos. Esto implica “no esperar a que pasen las cosas”, sino “hacer que las cosas pasen”, un compromiso personal que fundamentalmente nos transforma en personas que antes no existían.

Referencias

Edmondson, A. (2023). Right kind fo wrong. The science of failing well. New York, USA: Atria Books

Brassey, J., De Smet, A. & Kruyt, M. (2022). Deliberated calm. How to learn and lead in a volatile world. New York, NY. USA: Harper Collins Publishers


sábado, 8 de junio de 2024

Tres palabras y tres capacidades

En el mundo actual tres palabras son claves para prosperar y alcanzar aquello que nos hemos propuesto: aprender, desaprender y reaprender, las cuales se enmarcan en tres capacidades específicas como la adaptación, la flexibilidad y la agilidad. Cuando los seres humanos retan sus propios saberes previos establecen una nueva oportunidad para ver aquello que aparentemente no estaba presente y se abren a la incomodidad del “no saber”.

Aprender es el reto permanente de los humanos. Aquel que dice que terminó de aprender, se marchita y muere. Aprender es tener la capacidad de sorprenderse y explorar aquello que no “encaja” en la mirada tradicional de la ciencia o la lógica. El ejercicio de aprender empieza en advertir aquello que reta lo que sabemos y nos permite contrastar nuestro conocimiento previo para verlo de formas distintas.

Desaprender “no es olvidar lo que ya se sabe, sino reformular lo aprendido y conseguir verlo desde otro punto de vista” (Sánchez, 2023). Este resulta el más importante de los retos, pues la inercia de lo conocido impide que el cerebro quiera salir de su zona cómoda. Es una manera que nuestro procesador trata de ahorrar energía y esfuerzo. Por tanto, desaprender implica deconstruir lo que sabemos, situarlo en el contexto de las novedades y reconectarlo de formas distintas para crear nuevas distinciones y habilitar nuevas oportunidades para conocer y reconocer.

Reaprender es la propiedad emergente que surge del desaprender. Cuando se crean nuevos patrones o puntos de conexión entre los diferentes elementos expuestos de la realidad, se ajusta el conocimiento previo y se incorporan las nuevas propuestas que aparecen del ejercicio de reconectar de formas inesperadas. En este contexto, el reaprender implica apertura para ver conexiones donde no hay y aventurarse a encontrar situaciones que cambien la manera de percibir la realidad.

Cuando el ser humano se embarca en este ciclo ascendente de renovación permanente, habilita y alimenta capacidades claves para avanzar en el logro de sus propios objetivos. La adaptación, la flexibilidad y la agilidad se convierten en los aliados estratégicos que movilizan “el querer” y lo transforman en el “poder”, una triada que cambia los “no se puede” por “exploremos a ver qué pasa”, que mantiene una postura vigilante y motivada para transformar su entorno y así mismo.

La adaptación es el ejercicio de cambio, de ajuste frente a inestabilidades o inciertos del entorno. Es aceptar la incertidumbre como el nuevo normal de la realidad, para pactar con ella y establecer aquellos elementos que permiten trazar nuevos caminos en medio de aquello que no se reconoce con facilidad. Es el ejercicio de desaprender, para buscar alternativas que lo movilicen en medio de lo desconocido para encontrar nuevos archipiélagos de certezas.

La flexibilidad es una capacidad en la que el ser humano es capaz de retar su tolerancia de riesgo. Es reconocer cuál es su límite inferior y su límite superior, para movilizarse y tener capacidad de maniobra cuando las cosas no salen como estaban previstas. La flexibilidad es un ejercicio que demanda conocerse a sí mismo, reconocer el entorno y contar con el conocimiento previo que le permite decidir y actuar. Es apropiarse de lo aprendido y lanzarse a transformar su realidad y lograr victorias tempranas a pesar de los riesgos y retos que se advierten hacia adelante.

La agilidad no es velocidad para actuar, es capacidad para conectar y desconectar los diferentes patrones conocidos del entorno, y establecer nuevas perspectivas para actuar y movilizar esfuerzos. Es el ejercicio de reaprender que demanda una mente abierta al incierto, que se siente cómoda con la inestabilidad y la volatilidad, lo que le permite avanzar en medio de las turbulencias como agente que se mimetiza con los cambios del entorno y sabe cuándo avanzar y cuándo retroceder. La agilidad es capitalizar la sabiduría de aquello que no sale como esperamos, para trazar una ruta totalmente inédita que nos lleva más allá de lo que sabemos.

Las tres palabras y las tres capacidades definen el nuevo equipaje del hombre del siglo XXI, para enfrentar y superar una realidad convulsa, contradictoria y en permanente crisis tanto por los avances como por los conflictos. Así las cosas, no es cómo vas a enfrentar lo que viene hacia adelante, sino cómo te preparas para contar con los conocimientos que requieres para transformar tu presente y crear el futuro que quieres y deseas.

El Editor

Referencia

Sánchez, E. (2023). Cómo desaprender y reaprender: una clave del crecimiento. La mente es maravillosa. https://lamenteesmaravillosa.com/como-desaprender-reaprender/ 


sábado, 25 de mayo de 2024

Riesgos, inciertos y supuestos: la base de la toma de decisiones humanas

Tres elementos mueven las decisiones humanas en la actualidad: los riesgos, los inciertos y los supuestos, tres elementos que están situados en la dinámica de las reflexiones personales y las habilidades para movilizar sus retos y sueños en medio de las inestabilidades y contextos del mundo actual. 

Los riesgos se definen en función de las amenazas, esto es, los posibles adversarios que crean las condiciones o situaciones que pueden afectar o atentar de forma negativa aspectos específicos del ser humano, sus bienes o familiares, en pocas palabras, todo aquello que tiene valor para la persona. En este contexto, es necesario que los seres humanos mantengamos una postura vigilante en el entorno, no sólo para advertir las oportunidades que se generan por las inestabilidades, sino por las amenazas que surgen muchas veces sin percatarnos (Martin, 2019).

Los inciertos son la condición natural del mundo actual, donde no existe correlación entre una causa y sus efectos. Es posible advertir diferentes condiciones en el entorno y no por ellas, se debe esperar un resultado esperado. Entender al mundo de esta forma, es apropiarse de una realidad que se configura como un sistema adaptativo complejo donde existen condiciones cambiantes, comportamientos emergentes y consecuencias inesperadas. Una realidad que tiene propiedades emergentes que no son parte de los componentes que observamos y por tanto, son parte de la dinámica del sistema del cual hacemos parte (Martin, 2024).

Los supuestos son las construcciones cognitivas que hacemos los humanos basados en nuestra historia, nuestros saberes y experiencias previas, que terminan convirtiéndose, muchas veces, en las creencias que usamos para tomar decisiones cuando no tenemos información sobre un reto particular. Los supuestos definen muchas veces nuestras posturas ante la vida, la forma como observamos el mundo y filtramos aquello que no encaja en nuestras definiciones previas. No es posible eliminar los supuestos, pero si retarlos para sacarnos de la zona de lo conocido y lanzarnos a explorar nuevas posturas y realidades (Meyer & Kunreuther, 2017).

Estas tres realidades se conjugan y forman una unidad que se desarrolla en cada ser humano que le permite movilizarse en medio de las tensiones y las realidades inesperadas. La postura vigilante que le permite mantenerse alerta y atento a las tendencias del entorno para prepararse y tomar acción frente a los eventos que pueden ser catalogados bien como amenazas u oportunidades. Esta distinción particular, está fundada en la manera como vemos el mundo, es decir en nuestros supuestos y expectativas, los cuales pueden ser confrontados con otras lecturas del entorno, para revelar formas novedosas de comprender el mundo y explorar posibilidades que hasta ese momento no habían sido identificadas.

Cuando salimos de aquello que conocemos, que es parte de nuestros supuestos y certezas, la incertidumbre aparece y es allí cuando debemos aprender tanto de lo que hacemos como de lo que el entorno nos propone. Para ello, mantener una inteligencia de amenazas que nos muestren posibles adversarios conocidos o desconocidos, para luego diseñar escenarios que revelen que tanto debemos ajustar y mejorar nuestras capacidades para responder frente a evento no identificados, y finalmente, someternos a simular dichos escenarios para reconocer si nuestra preparación es la más adecuada y cómo debemos movernos para avanzar y posicionarnos frente a esas situaciones futuras que aún no ocurren.

Nada ocurre por casualidad, ni todo en el mundo es causalidad, la propiedades emergentes existen y se manifiestan en medio de la dinámica compleja del mundo. Cuando asumimos una postura proactiva y prospectiva de la realidad, es viable mantener una visión anticipada de los hechos, viviendo la realidad vigente, desde donde se construye y elabora el futuro que queremos, sin temor al incierto, superando aquellos supuestos que nos impiden ver las oportunidades y tomando los riesgos necesarios para lograr aquello que queremos, claro está sin ser temerarios y superar aquellos niveles tolerancia que hemos definido de forma tácita desde la realidad de la experiencia propia y los referentes humanos que hemos elaborado a lo largo de la vida.

El Editor

Referencias

Martin, P. (2019). The rules of security. Staying safe in a risky world. Oxford, UK. Oxford University Press.

Martin, P. (2024). Insider Risk and Personnel Security. An Introduction. Oxon, UK: Routledge.

Meyer, R. & Kunreuther, H. (2017). The ostrich paradox. Why we underprapare for disasters. Philadelphia, Pennsylvania. USA: Wharton Digital Press

 

domingo, 5 de mayo de 2024

La mente y sus engaños

La mente humana es un cúmulo de conexiones, representaciones, experiencias y sensaciones que se entrelazan con la historia y creencias del ser humano para darle sentido a la realidad que vive a diario. En este sentido, la mente es una construcción individual que se refina y desarrolla con cada interacción diaria y cada momento de verdad que se tiene en la dinámica de la vida. En este contexto, cada individuo experimenta los engaños de la mente, como esos sesgos y consideraciones que se hacen, algunas veces, aun teniendo información confiable que confirma o contradice aquello que podemos pensar.

La literatura es rica y abundante sobre los engaños que la mente genera por cuenta del entramado que generamos con cada encuentro y relación que tenemos en la vida. Algunas reacciones terminan siendo automáticas, unas más meditadas y otras posiblemente con mayor detenimiento entran a ser escrutadas en los detalles para tomar alguna acción al respecto. En este sentido, los sesgos particulares que cada persona ha desarrollado al final compiten con la información disponible para tomar la acción requerida. En algunos casos los sesgos tomarán ventaja y en otras, la información que se tiene será la protagonista para movilizar los esfuerzos requeridos.

Así las cosas, la mente humana genera una evaluación de pérdidas y victorias de forma relativa y no absoluta, esto es, los individuos situamos y valoramos las acciones respecto de algún punto de referencia (válido para ellos), alrededor de la situación actual o de sus expectativas. Lo anterior significa que cuando se evalúan riesgos, se toman en cuenta los pequeños cambios respecto al riesgo revisado, en lugar de consultar la línea base del nivel de riesgo disponible, lo que puede llevar a sentirse aliviado por reducir un riesgo enorme en una pequeña porción, o excesivamente preocupado por el aumento un riesgo ínfimo (Martin, 2019).

La asimetría natural de esta condición humana establece en algún punto de la reflexión individual el apetito de riesgo que la persona está dispuesta a tomar, esa acción que sabe demanda una posición valiente y calculada (no temeraria y sin previsión) donde se lanza a transformar su entorno actual para alcanzar una nueva posición privilegiada, que le otorga nuevos beneficios, no sin antes pasar por la zona incómoda donde se retan sus propias seguridades y se desafía todo aquello que previamente ha aprendido. Si bien, nada avanza en la zona cómoda, tampoco tomar riesgos de forma inocente y sin reflexión lleva a resultados saludables.

Los seres humanos configuran un cúmulo de percepciones y experiencias que establecen algunas veces obstáculos para movilizarse en momento de crisis, y en otras, son facilitadores del aprendizaje que los llevan a condiciones resilientes, donde son capaces de superar sus propios prejuicios y establecer nuevos referentes de acción y transformación. 

Las amenazas por lo general son más convincentes que las oportunidades (Martin, 2019), por tanto desde las realidades propias de cada persona es necesario retar sus propios supuestos para que rompiendo los engaños de la mente, sean sus propias motivaciones y expectativas las que confronten la realidad, transformen sus miedos y dudas en puntos de referencia que regulen las emociones y mejoren la habilidad de permanecer enfocados en aquello que se quiere alcanzar, a pesar del ruido y las distracciones del mundo.

El Editor 

Referencia

Martin, P. (2019). The rules of security. Staying safe in a risky world. Oxford, UK.: Oxford University Press

domingo, 28 de abril de 2024

El reto de la evaluación: Auténtica, Pertinente y Transparente

En la vida cotidiana, en la vida laboral y en la vida académica el proceso de evaluación con frecuencia genera contradicciones, malestar y cierto nivel de prevención. Todos alguna vez en la vida hemos sido evaluados con el fin de cumplir con un requisito en cualquiera de los contextos donde nos movemos y existimos. La relación evaluador-evaluado está llena de diversos escenarios, condiciones y características que sería imposible abordarlas en una reflexión breve como esta. Por tanto, el reto en estas líneas es explorar algunos elementos de la evaluación como fundamento de la movilización de una persona fuera de su zona cómoda.

La evaluación en sus orígenes estaba fundada en el ejercicio de movilizar a las personas de un momento de su vida a otro, de un nivel de desempeño a otro, una manera para marcar el camino de renovación y transformación para hacer de la persona otra distinta. Con el tiempo la evaluación pasó a ser un distintivo que permite clasificar las personas según un estándar de desempeño. Esto es, aquellas que hacen las cosas mejor de lo esperado, las que hacen lo que se espera y otras que no logran los mínimos esperados. Este ejercicio, termina siendo una manera de recompensar y “motivar” a aquellos que hacen las cosas bien, y darle motivos a los otros para que se superen en sus respectivos desempeños.

La postura actual de la evaluación (como clasificación) genera una competencia, algunas veces sana, orientada al desarrollo del potencial del individuo, y otra malsana, con intereses cruzados entre evaluador-evaluado que terminan afectando la dinámica de las empresas y de las comunidades educativas, privilegiando muchas veces una estrella con desempeño sobresaliente que obtiene todos los reconocimientos, invisibilizando a aquellos que sin romper las barreras establecidas, mantienen su dedicación diaria, trabajo en equipo, disposición para hacer la diferencia y la búsqueda constante de la excelencia.

En este sentido la evaluación debe ser APT: Auténtica, Pertinente y Transparente, como fundamento de la práctica y compromiso tanto del evaluador como de la organización para hacer de la persona otra distinta. Es auténtica, cuando hay un sentido real y claro por parte del que evalúa que la otra persona pueda superar sus propios límites y reconocer los talentos y posibilidades que tiene para hacer la diferencia. Es un ejercicio donde se acompaña y reta al evaluado para que imprima su propia impronta en un área específica para ver más allá de lo que conoce y se lance a explorar en el incierto que proponen sus propias metas.

Es pertinente cuando la evaluación se centra en los aspectos particulares de la persona. Se hace una valoración individual del evaluado para encontrar aquellos elementos que se deben potenciar para que surjan nuevas actitudes y aptitudes para transformarse a sí mismo y a su propia realidad. La pertinencia es un ejercicio de reconocimiento situado de la persona, sus expectativas y retos, para plantearle alternativas de conocimientos y habilidades que debe consultar para darle sentido a sus propias metas, y así superar sus propios temores que limitan su potencial. 

Es transparente cuando tanto evaluador como evaluado se reconocen como partícipes del proceso de construcción de conocimiento y aprendizaje. Cuando ambos son parte del escenario donde se sorprenden mutuamente por el desempeño alcanzado por el evaluado y la experiencia que suma el evaluador desde su perspectiva de orientador del proceso. La transparencia depone intereses creados o beneficios particulares de los participantes, centrando la atención en los retos superados, las novedades identificadas y sobremanera, las conexiones y elaboraciones cognitivas creadas que hacen único y particular el proceso que se ha realizado.

Cada individuo opera en diferentes velocidades, desde diferentes contextos y con diferentes emociones, por tanto, una evaluación real y efectiva deberá privilegiar un resultado igualmente APT: Avanzar, Pensar y Transformar. La evaluación deberá permitirle al individuo avanzar en su propio desarrollo personal y profesional. Debe abrirle la puerta para lograr la disciplina para vencerse así mismo, y trazar la ruta que lo lleve a trascender sus propias metas. La evaluación debe habilitar el pensamiento de la persona, para retar de forma permanente su saber previo y movilizar sus reflexiones hacia espacios donde el incierto no lo paralice sino que lo lance a conquistar nuevas fronteras de conocimiento. 

Finalmente la evaluación debe estar centrada en transformar al individuo. Si la evaluación no le dice nada a la persona ni la mueve para cambiar, esto es, para aprender y sorprenderse de forma permanente, la relación evaluador-evaluado se ha desinstalado de su sentido principal, de la esencia de naturaleza: ser la excusa perfecta para desafiar las fronteras autoimpuestas del ser humano. El ejercicio de la evaluación busca en el fondo situar nuevas realidades en los referentes y creencias profundas del ser humano para llevarlo a nuevos lugares donde todo está por descubrir y los inciertos son parte del nuevo normal de su entorno.

Cuando tengas el rol de evaluador o evaluado, recuerda que ambos son parte de un proceso donde cada uno desde su perspectiva suma para reconocer y superar fronteras; el evaluado procurando una postura incómoda frente a su saber previo proponiendo apuestas que retan aquello que el entorno reconoce y aprueba, y el evaluador, dejando que su experiencia y conocimiento allane las reflexiones de su evaluado, para construir nuevas perspectivas que lleven a nuevos lugares comunes las expectativas de aquel que evalúa, que no es otra cosa, que abrir a la persona un horizonte de posibilidades y no de probabilidades

El Editor.

domingo, 7 de abril de 2024

¿Ver para creer o Creer para ver?

Se habla con frecuencia del refrán “Ver para creer”, el hombre requiere de certezas para poder creer, para evidenciar que las cosas pasan. Sin embargo, muchas veces nuestros sentidos nos juegan una mala pasada, vemos aquello que queremos ver y no lo que realmente ocurre. Así las cosas, no necesariamente lo que “vemos” corresponde a la “realidad”, una realidad que se construye desde la experiencia compartida de los integrantes de una sociedad, que con toda seguridad algunos comparten y otros no. 

En este contexto, los científicos tratan de sugerir a través de consensos de los investigadores que las cosas son de una manera u otra, no obstante puede haber voces disonantes que han logrado demostrar elementos distintos a las reflexiones generales o acuerdos académicos efectuados. En este sentido la frase “ver para creer” no siempre responde a lo que esperamos y por lo general, puede terminar en “autoengaños” que nos lleven a “creer” en aquello que sólo podemos evidenciar en la lectura de lo que “vemos” y que muchas veces no se contrasta con esos que ven cosas distintas y retan nuestro saber previo.

La frase al contrario, “Creer para ver”, es una oportunidad que encuentra su motivación y transformación en el interior de cada persona, es un ejercicio de reflexión interior que está dispuesto a “ver lo que cree” para trabajar por aquello que se quiere y desde allí, saber que el mundo será distinto y podrá darle forma a sus sueños. “Creer para ver”, es abrir camino en medio de lo que “aparentemente no se ve” para establecer nuevos parámetros de la realidad y crear propuestas que se salen de aquello que estamos acostumbrados a ver. Esto es, motivar un desequilibrio óptimo donde la inestabilidad y la estabilidad encuentran su equilibrio dinámico para mantener en movimiento el reto de hacer cosas distintas.

Pensar distinto implica “creer” que es posible cambiar la realidad acordada y “ver” que es viable hacer un cambio que renueve lo que se tiene como status quo. Los que están dispuestos en “Creer para ver” saben caminar en medio de las piedras, las contradicciones y los abrojos, pues saben que concretar algo diferente, requiere la capacidad de recibir críticas (algunas veces destructivas), capitalizar el disenso, mantener estabilidad emocional, cambiar y actualizar posiciones, y sobremanera, desconectar y volver a conectar las ideas para darle forma a aquello que tiene la potencialidad de renovar la “realidad”.

Si el “ver para creer”, puede tener un significado teológico relevante, como se observa en el pasaje de San Juan 20, 19-31, cuando Jesús le dice a Tomás “«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente» (…) Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto»”, el mundo de hoy no sólo demanda evidencias concretas sobre los avances necesarios para darle forma a los retos, sino personas que están dispuestas a “creer sin haber visto”, aquellas que se reconocen como tesoros sagrados de la divinidad, que están dispuestos a salir de su zona cómoda, hacerse otros distintos y hacer que las cosas pasen.

Cuando podemos distinguir los espejismos del mundo que deslumbran y sólo muestran el camino fácil para lograr las cosas, habrá que revisar e indagar lo que hay detrás de esa propuesta, pues como versa la sabiduría popular, “nada que valga la pena termina siendo fácil”. El reto es trabajar de forma inteligente en aquello que queremos transformar, no sólo desde el conocimiento que podemos aportar y construir de forma individual, sino con el apoyo de aliados estratégicos, la sabiduría divina y la pasión interior, que nos lleve desde estamos hoy a donde queremos estar en el futuro.

Recuerde como afirmaba Carl Sagan: “La ausencia de evidencia, no es evidencia de ausencia”.

El Editor


domingo, 17 de marzo de 2024

Mudar la "piel del éxito"

Ningún cambio en la vida está exento de riesgos, de retos y de transformaciones que desafían lo que sabemos. Sin embargo, sin esos cambios no es viable avanzar en el nuevo camino que se abre ante nuestros ojos. Sólo la persona que aprender puede cambiar. Aquel que dice que terminó de aprender, empieza a “morir”, empieza a deteriorarse, a extinguirse en vida. Todo lo que hemos aprendido es un tesoro que nos ayuda a avanzar, pero igualmente puede ser una carga, para poder evolucionar cuando no se actualiza o reta.

Es importante tener momentos de paz y tranquilidad que restauren las fuerzas y renueven la voluntad, pero no acostumbrarnos a la quietud y a la inercia, pues podemos exponernos a una zona de invariabilidad que lo único que hace es debilitar nuestra fuerza y poder interior, donde yace la semilla permanente de transformación y ruptura que sabe que hay un potencial siempre disponible para avanzar más allá de lo somos hoy. El futuro vive en cada uno de nosotros, está en cada uno corresponder con esa promesa de vida que hemos recibido

Avanzar en la vida es una decisión individual que demuestra nuestra valentía y compromiso con nuestros anhelos y sueños, con el reto permanente de transformarnos a nosotros mismos en otros distintos, de encontrar en los otros una oportunidad para trascender desde nuestro ejemplo y nuestra propia historia. Somos sembradores de la vida, semilla de esperanza y poder transformador disponible para todo aquel que quiere ir más allá de lo que ha aprendido, que está decidido a abandonar las zona de los elogios y reconocimientos alcanzados, para mudar la “piel del éxito” y abrir nuevos caminos para reinventarse a sí mismo.

Alcanzar la maestría en una disciplina o arte implica muchas horas de trabajo, esfuerzo, técnica y perseverancia, que si bien muestra la capacidad y dominio de sí mismo, superar la sensación de logro y éxito al alcanzar el potencial esperado, es un proceso que implica ceder el espacio de la cima a otro, esto es, convertirse en un maestro, que usando su propia sabiduría y visión, pueda mostrar alternativas y rutas a todos aquellos que quieren alcanzar su propio potencial. Un maestro realmente comprometido con sus discípulos, no enseña aquello que ellos ya aprendieron, te ayuda a hacerte mejores preguntas para que descubras el camino que te llevará a superar tu propio ego y revelar el camino de la humildad.

El cambio en la vida surge de mantener preguntas sin contestar, sueños sin cumplir y expectativas sin superar. Todo esto permite al hombre mantenerse en una postura de aventura y apertura para encontrar nuevas alternativas para desaprender, para despojarse (y renovar) lo que ha aprendido y revelar la ruta de la sabiduría. 

Una ruta que se alcanza al tomar distancia de sí mismo y verse en perspectiva de su propia vida, agradeciendo a la divinidad la oportunidad de vivir intensamente cada momento y sobremanera tener la bendición de mantener una vida con propósito, una vida que se define y entrega para sembrar, sabiendo que el sembrador no verá ni recogerá los frutos, que sólo lo hace por el placer de haber sembrado bien y así cumplir su propia misión: darse a sí mismo por los otros.

El Editor

domingo, 10 de marzo de 2024

Expertos y exploradores

Avanzar y descubrir nuevas oportunidades y condiciones para crear y proponer demanda un cambio de perspectiva, un cambio de paradigma y de pensamiento, salir de la ortodoxia y mostrarse muchas veces atrevido frente a lo establecido. En ese sentido, debemos combinar una mente de “experto” que conoce y describe con claridad los caminos sobre un escenario (basado en su experiencia y repetidos “logros”), con una de “explorador” que muestra respeto por los datos e irreverencia con el “conocimiento” (Bouquet et al., 2021, p.183)

Con el paso de los años la experiencia, eso que nos queda luego de haber intentado y obtener resultados que no se ajustaban con lo que esperábamos, nos permite contar un bagaje de particular arrojo y valentía para atravesar situaciones y establecer patrones que pueden servir como parámetros para situaciones posteriores, sin ser recomendación para hacerlo nuevamente futuro. Esa experiencia habilita al ser humano a tener confianza y al tiempo cautela para tomar decisiones y establecer algunas acciones que permitan capitalizar el conocimiento adquirido y fortalecer la capacidad de reflexión que resulta del interés para explorar el presente.

La experiencia con el tiempo se transforma y se sitúa en el ser humano como “expertise”, como esa capacidad de probar y experimentar para recabar datos y conocimiento que lleva a una persona de un punto del saber a uno nuevo y enriquecido, que construye desde su propia acción y exposición real. Cuando se confía mucho en la experiencia y nos negamos la oportunidad de sorprendernos, ese “expertise” deja de ser una “virtud” y se transforma en una limitación. La experiencia es sabia y prudente, sin embargo, en un mundo cambiante que nos reta con sus propuestas novedosas, requiere una dosis de aventura y transformación que permita nuevamente enriquecer lo aprendido o en el mejor de los casos retarlo.

De esta forma, la mentalidad de “explorador” aparece como una oportunidad de indagar, inspeccionar y descubrir aquello que se advierte en la realidad. Es mudar los ojos que ven lo conocido y dejarse sorprender por incongruencias, anomalías y señales débiles, para revelar matices escondidos en la dinámica del entorno, que sugieren formas distintas de reconocer el mundo y entenderlo. Un explorador recolecta y concreta la información disponible del entorno actual y detecta patrones emergentes, con el fin de establecer nuevas oportunidades para probar y analizar. Es un viajero, que encuentra en el paisaje su mejor lectura y en el terreno los datos que confronta y desafía frente a aquello que conoce o a lo mejor desconoce.

El explorador pacta con el incierto y establece conversaciones abiertas y retadoras con su saber previo, para desinstalarse de su propia experiencia y desde allí observar y divisar cómo lo “desconocido”, “incierto” e “inestable” cobra un nuevo sentido para construir y establecer nuevos referentes de la realidad, que lleven a entendimiento distinto o novedoso que transforme y renueve su saber previo. Un explorar tiene un plan para el camino, que si bien le sirve de guía, no es una camisa de fuerza que lo obliga a seguirlo de principio a fin. Es un plano en construcción y actualización permanente, que habilita una mente flexible para tomar acción y encontrarse con aquello que no tenía previsto alcanzar.

En consecuencia, en el caminar de la vida, debemos capitalizar todo el tiempo nuestra experiencia, sin perder nuestra postura permanente de exploradores. Son dos lecturas de una misma moneda que nos permiten mantener una lectura de la realidad situada y documentada desde aquello que hemos vivido o visto antes, así como una postura vigilante y de aventura que nos invita a caminar y recorrer lo inesperado de un territorio, para desde allí dejarnos interrogar en nuestro saber previo y lanzarnos a descubrir y construir nuevos lugares comunes que nos lleven al siguiente nivel de nuestra evolución.

El Editor

Referencia

Bouquet, C., Barsoux, J. L. & Wade, M. (2021). A.L.I.E.N Thinking. The unconventional path to breakthrough ideas. New York, USA: Public Affairs Hachette Book Group, Inc. 


domingo, 3 de marzo de 2024

Anticipar el futuro para retar el presente

El futuro no se puede predecir, no obstante lo anterior, si es viable advertir diferentes futuros posibles y por tanto, movilizar toda nuestra atención y acción para concretar y motivar alguno de ellos desde el presente. En este sentido, es necesario anticipar el futuro retando el presente, para lo cual es necesario actuar en consecuencia y no esperar que lo que viene nos sorprenda y desestabilice de formas inesperadas aquello que hemos visualizado y planeado previamente.

En este ejercicio es necesario, en primer lugar revelar el futuro implica al menos dos momentos: anticipar las amenazas y visualizar los riesgos. Anticipar las amenazas implica producir alertas tempranas, y analizar posibilidades mediante la detección de señales débiles, patrones y tendencias que permitan visualizar los cambios en el territorio que vamos a examinar. Es caminar en las memorias del futuro, como un navegante que toma nota de las condiciones de la ruta que ha trazado sin perjuicio de los inciertos naturales que se pueden presentar.

Visualizar los riesgos demanda proponer visiones retadoras y novedosas para explorar nuevos vectores de inciertos, los cuales deben ser analizados para motivar con tiempo las acciones y estrategias de mitigación y de disminución de impacto que se puedan considerar frente a estas situaciones adversas. Cuando se concretan estos dos momentos, se cae el velo del futuro y se abre la oportunidad de distinguir mejor las oportunidades y los retos que se van a asumir para transformar el presente.

En segundo lugar, tenemos desafiar el presente que está compuesto por otros dos instantes: descubrir lo inédito y materializar eventos. Descubrir lo inédito requiere explorar situaciones hipotéticas, y estudiar estrategias inesperadas que no se hayan visto a la fecha. Es un ejercicio para plantear posibilidades y apuestas sobre que se ha revelado en el futuro como un plano incompleto e imperfecto de lo que puede ocurrir con el fin de divisar aquello que se puede lograr y describir algunas pistar de cómo alcanzarlo.

Materializar eventos demanda simular escenarios inéditos e inciertos a través de prototipos, artefactos o pruebas para validar nuevas realidades y concretar nuevos desafíos. Es un entrenamiento previo y situado de los escenarios que plantea lo inédito, donde estamos dispuestos a desafiar lo que hemos aprendido, retar lo que sabemos y darnos la oportunidad de encontrar nuevas formas de hacer las cosas.

La combinación de revelar el futuro y desafiar el presente, establece una exigencia personal para reconocer que sólo podemos movernos hacia adelante si estamos dispuestos a salir de lo que conocemos, si estamos comprometidos con la expansión de nuestros horizontes y sobremanera, si queremos transformar lo somos hoy y abrirnos a las oportunidades que se advierten hacia adelante. En este proceso, no sólo debemos confiar en nuestras fuerzas y conocimientos, sino ser dóciles a la voluntad divina que como guía permanente nos provee de aquello que necesitamos para alcanzar el potencial que tenemos y la vida plena a la cual estamos llamados.

El Editor

domingo, 18 de febrero de 2024

¿Conoces tu "zarza ardiente"?

Un pasaje de la sagrada escritura cristiana-católica es la base de esta reflexión. El pasaje que será tema de meditación será la escena de la “Zarza ardiente”: (Éxodo 3, 2-6)

Y se le apareció el ángel de Yahvé en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró y vio que la zarza ardía en fuego, más la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: “Iré yo ahora y veré esta gran maravilla, por qué causa la zarza no se quema”. Y viendo Yahvé que él iba a mirar, lo llamó Dios de en medio de la zarza y dijo: “¡Moisés, Moisés!” Y él respondió: “Heme aquí”. Y dijo Dios: No te acerques acá; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás tierra santa es. Dijo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios”.

Cuando se lee esta corta lectura múltiples interrogantes surgen para aquellos que profesan el culto cristiano-católico y para otros que no son partícipes de esta lectura, puede generar inquietud por los múltiples signos y manifestaciones que aparecen en el texto. Tratando de analizar esta escena y contextualizarla en la vida diaria de cada uno de nosotros, la primera pregunta que surge podría ser ¿qué pasaría si tenemos una experiencia hoy como la de Moisés? ¿Cómo actuaríamos frente a un signo como éstos? ¿Con asombro, con inquietud, con reserva o sencillamente podríamos ignorarlo por no corresponder con la realidad como si fuese una alucinación?

Si revisamos la escena varios detalles nos conectan con el momento y realidad del protagonista. Este estaba en sus labores diarias pastoreando, no tenía mayores expectativas en el día y un evento inverosímil lo saca de su cotidianidad y lo interroga. ¿Será que nos pasa algunas veces en una semana? ¿Podríamos estarnos perdiendo una oportunidad para descubrir una conexión que tu creencia sagrada quiere revelarte y nuestra racionalidad no nos permite ver? Si nuestra razón nos confronta y nuestro corazón se emociona, revisa el evento pues allí habrá una luz para explorar y encontrar lo que necesitas en ese momento. Es algo del “buen espíritu” dirían los jesuitas.

Otro detalle, el “Dios de Abraham”, llama por su nombre al protagonista. La voz poderosa sabe quiénes somos, de qué somos capaces y nuestra determinación para lograr lo que queremos, y nos corresponde a nosotros responder como lo hace Moisés: “Heme aquí”. Esa nueva experiencia nos advierte que es necesario movilizarnos y avanzar en la vía del llamado, teniendo en cuenta que no vamos a lograr la perfección, sino ser perfectibles y moldeables en el ejercicio diario de poner al servicio nuestras capacidades para hacer que las cosas pasen. La “voz nos invita”, depende de nosotros dar el paso para salir de la comodidad y embarcarnos en la nueva aventura.

Siguiente detalle, el “Dios de Jacob” pide que nos descalcemos, que abandonemos la zona conocida, pues extiende una invitación en un terreno “sagrado”, que no es otra cosa que la conexión espiritual que cada uno de nosotros tiene y cultiva con su visión de lo trascendente, ese territorio íntimo tan conocido como desconocido, que sólo en la meditación profunda podemos encontrar para reconocer nuestra propias luces e igualmente nuestras sombras. Cuando nos acercamos a la luz, podemos ser encandilados y cegados por su intensidad, tanto que nos tumbe por los suelos o perdamos la ubicación. Así las cosas, “descalzarnos” es reconocer que somos seres en obra gris que delante de lo sagrado, sólo somos una “sombra que pasa”, un suspiro en el viento, un momento en el tiempo.

Finalmente, la manifestación de la “zarza ardiente” revela la docilidad de nuestro corazón en respuesta a un llamado, la intensidad de nuestra relación espiritual basado en nuestra apertura, la fuerza de lo sagrado como aceptación de su presencia y sobremanera, la preparación que debemos tener frente a lo sobrenatural como respuesta a nuestra fe, para encontrar respuestas novedosas en medio de aquello que siendo cotidiano, nos sorprende y nos revela la presencia permanente del fuego que no se apaga.

El Editor 

 

domingo, 11 de febrero de 2024

La audacia: virtud y capacidad

En un escenario como el actual se motiva a las personas a ser audaces, ser lanzados y sobremanera, atrevidos para alcanzar sus propias metas. La audacia ha tenido muchas interpretaciones a lo largo del tiempo, desde perspectivas religiosas hasta condiciones y capacidades de liderazgo en las organizaciones. Lo cierto es, que cualquiera que sea la lectura, la audacia tiene un atractivo particular para el ser humano que lo reta en su propio terreno y lo lleva a liberarse de sus propias seguridades para lograr algo distinto.

¿Qué es entonces una persona audaz? Una persona con esta característica no es aquella que no tiene miedo, sino la que se moviliza a pesar de sentirlo. Es la que tiene en mente un reto y sabe que tendrá que superar sus propios conocimientos y experiencias, para embarcarse en una ruta desconocida con las herramientas conocidas, para tratar de explicar lo que acontece y desde allí, reconstruir y renovar lo que ha aprendido. Es un individuo que no le tiene miedo al error en medio de lo desconocido, y se asegura de no cometer aquellos que sabe son básicos y propios de aquello que conoce.

La audacia se consigue con permanentes salidas fuera de la zona cómoda, donde se experimenta y se reta lo que se conoce, para luego volver a reflexionar sobre lo aprendido, sobre lo que no salió como estaba previsto y en particular, para reconfigurarse como ser humano más vulnerable y expuesto que antes, y al mismo tiempo, más renovado y retador que al iniciar el proceso. El que se considera audaz no es temerario, mide su apetito de riesgo y sabe hasta donde podrá resistir y aguantar los efectos inesperados del incierto. No es un “comando suicida”, sino un “comando estratégico” que saber sortear los eventos sorpresivos y reconoce dónde puede aprender y qué puede dejar con el menor daño posible.

La audacia se basa en reconocimiento y exploración del entorno, no se aventura a realizar algo sin tener la inteligencia necesaria para avanzar en un territorio siempre incierto. El audaz es un apasionado por explorar el incierto para avanzar con corazón valiente y pies de plomo frente a los hechos y los datos. Es una persona emocionalmente inteligente, que los reveses que le ocurren, los sabe capitalizar con flexibilidad y amortiguamiento para tomar caminos alternos. El audaz sabe que el camino nunca es recto, que tiene variantes y cada una de ellas es una ventana de aprendizaje para lograr lo que se propone. El esfuerzo es la base de su acción y el conocimiento el fundamento de su actuar.

La audacia es una virtud para el hombre de fe que se atreve a creer firmemente en aquello que espera y es una capacidad para transformar un querer y anhelo en acciones concretas que vuelvan real aquello que quiere. Así las cosas, la audacia tiene un componente espiritual que motiva al ser humano a creer en sí mismo y en la asistencia divina que quiere lo mejor para él, y al mismo tiempo, un componente terrenal que inspira y transforma la capacidad humana para superar las adversidades, como la fuente misma de la función de supervivencia plantada en el instinto natural de las personas. 

Todos tenemos la chispa de la audacia instalada en el cuerpo y en el espíritu, está en nosotros activarla y transformarla en acciones reales que nos lleven del lugar en el que estamos hoy, al siguiente nivel, donde estamos destinados a estar. Un momento que espera tanto la humanidad como tu visión sagrada de la vida, donde mudas al hombre viejo, sedentario y seguro de sí, al hombre dinámico, en movimiento, que abraza el incierto y lo inesperado como fuente natural de vida y renovación permanente.

El Editor. 

domingo, 4 de febrero de 2024

Secuencias del "acto de enseñar"

“Saber enseñar” es distinto de “cómo enseñar”. Enseñar implica un proceso de reconocimiento de un sistema interconectado y acoplado de “situaciones de enseñanza-aprendizaje, maestro y estudiantes, y la materia que se enseña y aprende” (Camps, 2004), en pocas palabras, un ecosistema educativo donde los diferentes actores crean un escenario para que surja el aprendizaje como distinción particular y situada para cada participante, que le permita a cada uno de sus componentes transformar sus diferentes interacciones y contextos donde opera.

Saber enseñar” implica reconocer las relaciones del ecosistema educativo donde el aprendizaje ocurre. Es un ejercicio sistémico de identificación y diseño de relaciones entre los diferentes componentes de este ecosistema, donde la labor del docente más allá de proveer contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales, es un provocador de nuevas preguntas y contextos para sus estudiantes, un habilitador de la apuesta formativa guiada por los inciertos e inquietudes del dominio de conocimiento específico, que no sólo motive el desarrollo de “hubs” de aprendizajes en el aula, sino transforme y cuestione los saberes previos de sus estudiantes en su propia realidad.

Cómo enseñares un ejercicio más instrumental que sigue el educador para concretar que los estudiantes piensen, duden, critiquen y no repitan lo que ya existe. Es establecer estrategias de trabajo que desconecten la realidad actual y diseñen un nuevo lugar encuentro y desencuentro de saberes comunes, para significar y distinguir puntos distintos de comprensión y reconocimiento de la realidad, y desde allí producir un nuevo saber, propio de la disciplina que se imparte, que no es sólo del docente y el estudiante, sino del ecosistema educativo, ahora leído en clave de enseñanza-aprendizaje.

En algún momento de la vida podemos ser “maestros” o “estudiantes”. En cualquier de los dos roles, debemos reconocer la dinámica de uno y otro instante, que permite que emerja no sólo nuevas percepciones del mundo, sino la transformación de seres humanos que conectan y desconectan saberes específicos para dar respuesta a interrogantes o retos que el mundo necesita en un contexto particular. En consecuencia, es preciso comprender “cómo enseñar” y por tanto “saber enseñar” como condiciones y prerrequisitos que son necesarios para que los procesos enseñanza-aprendizaje se hagan realidad no sólo en las aulas, sino en la cotidianidad de la vida.

Se dice que toda la vida debemos ser “estudiantes”, una condición de apertura en el que nos permitimos ser interrogados por la realidad y estar por fuera de la zona cómoda de nuestros saberes previos, no obstante, en ese camino podemos tener la oportunidad de allanar los caminos de otros, donde el reto no está en mostrar lo que hemos aprendido y qué tanto nos hemos equivocado, sino descubrir las potencialidades de nuestros aprendientes para explorar juntos ese ecosistema educativo que se construye con cada conversación y reflexión que surge desde las preguntas y los inciertos, no sólo para descubrir los “por qué” de las cosas, sino habilitar el surgimiento de los “cómos”, esos conocimientos y saberes situados que anticipan y preparan para los retos futuros.

“Saber enseñar” y “cómo enseñar” son “secuencias del acto de enseñar”, no como un ordenamiento de contenidos para ser presentados, sino como un vocación de servicio que orienta los saberes necesarios y las estrategias requeridas para que se incomoden nuestras certezas, se movilicen nuestras inquietudes, se expandan nuestros horizontes y en particular, se transformen todos los actores del ecosistema educativo y por tanto, la dinámica social y trascendente de la cual hacemos parte.

El Editor 


Referencia

Camps, A. (2004). Objetos, modalidades y ámbitos de la investigación en didáctica de la lengua. Lenguaje, (32), 7-27. https://media.utp.edu.co/referencias-bibliograficas/uploads/referencias/articulo/219-objeto-modalidades-y-mbitos-de-la-investigacin-en-didctica-de-la-lenguapdf-gWo1I-articulo.pdf  


sábado, 27 de enero de 2024

¿De qué color es tu sombra?

Una pregunta que escuché de un académico hace algún tiempo revela muchas consideraciones sobre ese objeto o condición particular y cotidiano del ser humano: ¿De qué color es la sombra? La respuesta en general de los estudiantes fue “oscura”. Sin embargo el profesor insistió. “¿Qué pasa si a un objeto le proyecto luz de color amarillo, o verde, o rojo, o azul? ¿Cambiaría su respuesta?”, todos inquietos comenzaron a pensar sobre esa posibilidad y se abrió una visión mucho más amplia de la respuesta sobre el color de la sombra.

De acuerdo con las reflexiones Lauritzen (2023, p.22) existe una conexión entre los opuestos basado en la lectura de la creación del mundo en el libro sagrado de los cristianos, “Dios todo lo creó en pares: cielo y tierra, luz y oscuridad, día y noche, hombre y mujer. La creación de DIOS es dialéctica”, lo anterior establece en sí misma, una relación entre opuestos, no son contrarios en sí mismos, pero potencian acciones diferentes cuando alguno de los dos lados prevalece. En sí mismo, se advierte el concepto de balance que se requiere para el desarrollo de la misma creación.

Habrá momentos en que miremos frecuentemente al cielo para encontrar nuestro sentido trascendente, otros donde la tierra nos llama a la acción, al fundamento de la transformación de nuestra esencia humana, por lo tanto no son elementos contrarios, son escenarios distintos que son necesarios en condiciones de modo, tiempo y lugar particular que nos permiten ver el mundo de formas distintas y de diferentes tonalidades. Simplificar el sentido y dinámica del mundo, es ignorar la gama de colores y tonos que cada día se advierte en un atardecer.

Sigue la filósofa danesa Lauritzen diciendo “Dios está presente en la Creación, precisamente porque está ausente”, y su complemento diría: “Dios está ausente en la Creación, precisamente porque está presente”. Este reto conceptual que intriga e inquieta al hombre moderno que cuestiona la presencia o no de la dimensión sagrada, es otro elemento que confirma el ejercicio de transición propio de nuestra naturaleza humana limitada, de asumir nuestro papel y descubrir que somos seres contingentes y temporales, donde corremos el riesgo que todos nuestros logros y conquistas se conviertan en puntos ciegos y limitaciones para desarrollar nuestras capacidades.

La pregunta inicial sobre la sombra nos interroga al menos en dos sentidos. Uno de contexto y otro de explicación. Por un lado, ubica al que pregunta en un escenario que desafía posibles respuestas y abre la posibilidad de pensar distinto, y romper con la inercia de nuestro saber previo, y por otro, al que responde, que busca entender y explorar respuestas que elaboren nuevo conocimiento, indistintamente el saber inicial de aquel que pregunta. Esta dialéctica vuelve a ubicar al ser humano como el centro de sus propios avances y posibilidades. Más allá de calificar las respuestas o preguntas, es la moción de la curiosidad humana y la necesidad de descubrir, lo que permite encontrar puntos de transición y conexión que nos lleven a un ciclo de aprendizaje ascendente, donde el reto es transformarnos en otros distintos, sin perder la referencia trascendente.

Si el color de la sombra depende de la luz que la ilumina, podemos tener diferentes tipos de sombras, algunas de ellas positivas como aquel árbol que se siembra en un punto en el tiempo y termina brindando reposo y descanso a otros en el futuro. La carga emocional del concepto de sombra, debe ser reemplazada por el ejercicio de balance y transición que todos los seres humanos deben mantener en conexión con la creación. Un reto de recomponer nuestra vida dejándonos interrogar día a día por la chispa divina que ha sido plantada en cada uno de nosotros.

El Editor

Referencia

Lauritzen, P. (2023). Questions. Baltimore, MD. USA: John Hopkins University Press.


martes, 23 de enero de 2024

Polvo de estrellas: Sencillez y complejidad

La sencillez y la complejidad no son dos lados de la misma moneda, son la misma moneda pues no dependen de la definición en sí misma, sino de su materialización en la persona. La sencillez está en la capacidad de explicar y detallar un objeto que es de nuestro interés, mientras la complejidad está en la capacidad de indicar y distinguir, lo que significa conocer y aprender de aquello que podemos señalar. Muchas veces no sabemos cómo explicar algo, lo que implica que no tenemos las distinciones necesarias para darle forma a nuestro pensamiento y enlazarlo con nuestro saber previo.

Otras veces, sabemos explicar un concepto sin embargo los detalles que se ofrecen terminan confundiendo a los oyentes, pues ignoramos las distinciones que las personas tienen, propias de su contexto y dinámica particular. Luego, no es la sencillez per se la que se requiere para dar cuenta de los retos del mundo, sino las capacidades de indicar y distinguir que le permiten al ser humano “ver aquello” temporalmente oculto a sus ojos y posiblemente parcialmente conocido por su intelecto.

Al enfrentar las realidades del mundo actual es preciso identificar aquellos elementos que son relevantes y luego distinguirlos de tal forma que podamos comenzar a explicarlos y detallarlos, un proceso de construcción de conocimiento y reto de nuestros saberes previos que pasa por el escenario del “no saber”, para luego avanzar hacia el “entender”, pues llegar al “aprender”, implica surtir un proceso de conexión interior, que transita por una apropiación personal que le da sentido al interés y curiosidad de cada ser humano.

Así las cosas, así como la ausencia de evidencia, no es evidencia de ausencia, lo sencillo no implica, lo complejo, ni viceversa. Es un proceso donde las observaciones permanentes de nuestra curiosidad e interés nos llevan para retar aquello que conocemos hasta el momento y lanzarnos a explorar los límites que tenemos establecidos en nuestra mente. Desafiar el saber previo que tenemos permite expandir las posibilidades y abrir nuevas oportunidades, revelar un mundo de opciones que permanece siempre disponible para aquellos que se arriesgan a salir de su “zona cómoda”.

La sencillez es una tarea que requiere profundizar y revisar en detalle aquello que nuestra curiosidad nos sugiere, es un empeño por explorar y conocer eso que nos permite “entender” mejor el mundo y nos ilustra aquello que posiblemente necesitamos saber para habilitar nuevas condiciones y capacidades. De igual forma, la complejidad es avanzar en incorporar distinciones que nos permitan “ver” más allá de eso que nuestra visión nos puede revelar, es un ejercicio para sumergirnos en la dinámica de los objetos y desde allí explicar aquello que es de nuestro interés.

Como podemos observar tanto sencillez como complejidad son la misma moneda, no son contrarios ni contradictores, son palabras, conceptos que nos habilitan para entrar y descubrir nuevas fronteras del mundo conocido, que nos llevan de una mirada interior que reconoce su pequeñez y “no saber”, a un camino de exploración y descubrimiento que potencia nuestra capacidad de asombro, una mirada humilde y de aprendizaje permanente que nos recuerda que somos vasijas de barro llenas del infinito: polvo de estrellas siempre en movimiento.

El Editor.

sábado, 13 de enero de 2024

El valor de un nuevo año

Cuando inicia un año se tienen expectativas, sueños y anhelos, los cuales establecen el punto de partida para enmarcar el plan de trabajo que nos llevará tomar las acciones necesarias para alcanzar lo que queremos. Es claro que durante el camino el plan va a tener variaciones, algunas que podrán disminuir el alcance de lo que queremos, otras ampliarlo, otras ajustar las prioridades o incluir alguna oportunidad que se presente que pueda ser de interés que pueda apalancar los planes iniciales.

Avanzar en el desarrollo de un año implica lanzarnos a conquistar el incierto y enfrentar los retos que implica salirnos de la zona cómoda, de abandonar las certezas y los logros del año anterior, para mirar al frente y abrir el camino de las oportunidades y de las nuevas competencias y capacidades que vamos a adquirir, para transformarnos en otros distintos. Es un ejercicio que persigue la transformación personal que invita a una renovación de aquello que hemos aprendido y abrazar aquello que desafía nuestras propias creencias.

El camino que se recorre durante un año se advierte algunas veces claro, otras veces borroso, otras inesperado, pero al fin al cabo es el camino que construimos con sus aciertos y los aprendizajes que se tienen al trazarlo y recorrerlo. Es importante que si bien podemos llevar un mapa (basado en lo que conocemos) el territorio sigue siendo un espacio de momentos inesperados e inestables, que deberemos sortear tratando de descubrir lo que viene delante de la curva, para lo cual tendremos que habituarnos a ejercitar la prospectiva, capacidad que nos debe hacer sensible al entorno y sus diferentes señales.

Durante el recorrido el paisaje que se revela tendrá claros-oscuros, momentos para contemplar y reconfortar el espíritu, y otros, para demostrar nuestro nivel de preparación y compromiso con nuestros deseos, sueños y anhelos, donde se nos exigirá dar un paso adelante para avanzar en el siguiente nivel, ese que hemos decidido alcanzar y para lo cual debemos pagar el precio que se exige, que no es otra cosa que declarar que no sabemos, que estamos dispuestos a aprender/desaprender y por lo tanto, estaremos atentos a recibir las indicaciones de la maestra la incertidumbre, que nos llevará por caminos que antes no hemos recorrido.

Este viaje si bien estará cargado de metas volantes alcanzadas y momentos de gozo, no deberá distraernos de los objetivos trazados, para lo cual es necesario mantener la vista en aquello que no se ve, esa mirada interior y la promesa divina, que debemos reclamar cada día: “Buscad y hallareis, pedid y se os dará, llamad y se os abrirá, pero pedid con fe”. Cuando conectamos lo transcendente con lo contingente, sabemos que somos peregrinos en tierras extranjeras, debemos armarnos de fe, esa certeza de alcanzar lo que se espera, que es el combustible natural que nos debe nutrir para levantarnos cada día para hacer que las cosas pasen.

Recuerde que un año, es tiempo, el recurso más valioso que tenemos en la vida que conforme avanza se desvanece y no regresa (bueno aún no tenemos máquina del tiempo), pues bien dicen que no hay día que no se llegue, ni plazo que no se venza. Por tanto, tenemos 52 semanas para darle forma a nuestros sueños y superar nuestros propios temores y retos,  tenemos 366 días para hacer la diferencia en todo lo que hagamos, 8764 horas para transformar el presente y abrirle espacio a diferentes futuros, y 525600 minutos para orar, descubrir y profundizar en la vocación que tenemos, de la mano con la visión transcendente que tengas de la divinidad, pues allí encontrarás siempre luz, fuerza y valor para superarte a ti mismo.

El Editor.