Cuando inicia un año se tienen expectativas, sueños y anhelos, los cuales establecen el punto de partida para enmarcar el plan de trabajo que nos llevará tomar las acciones necesarias para alcanzar lo que queremos. Es claro que durante el camino el plan va a tener variaciones, algunas que podrán disminuir el alcance de lo que queremos, otras ampliarlo, otras ajustar las prioridades o incluir alguna oportunidad que se presente que pueda ser de interés que pueda apalancar los planes iniciales.
Avanzar en el desarrollo de un año implica lanzarnos a conquistar el incierto y enfrentar los retos que implica salirnos de la zona cómoda, de abandonar las certezas y los logros del año anterior, para mirar al frente y abrir el camino de las oportunidades y de las nuevas competencias y capacidades que vamos a adquirir, para transformarnos en otros distintos. Es un ejercicio que persigue la transformación personal que invita a una renovación de aquello que hemos aprendido y abrazar aquello que desafía nuestras propias creencias.
El camino que se recorre durante un año se advierte algunas veces claro, otras veces borroso, otras inesperado, pero al fin al cabo es el camino que construimos con sus aciertos y los aprendizajes que se tienen al trazarlo y recorrerlo. Es importante que si bien podemos llevar un mapa (basado en lo que conocemos) el territorio sigue siendo un espacio de momentos inesperados e inestables, que deberemos sortear tratando de descubrir lo que viene delante de la curva, para lo cual tendremos que habituarnos a ejercitar la prospectiva, capacidad que nos debe hacer sensible al entorno y sus diferentes señales.
Durante el recorrido el paisaje que se revela tendrá claros-oscuros, momentos para contemplar y reconfortar el espíritu, y otros, para demostrar nuestro nivel de preparación y compromiso con nuestros deseos, sueños y anhelos, donde se nos exigirá dar un paso adelante para avanzar en el siguiente nivel, ese que hemos decidido alcanzar y para lo cual debemos pagar el precio que se exige, que no es otra cosa que declarar que no sabemos, que estamos dispuestos a aprender/desaprender y por lo tanto, estaremos atentos a recibir las indicaciones de la maestra la incertidumbre, que nos llevará por caminos que antes no hemos recorrido.
Este viaje si bien estará cargado de metas volantes alcanzadas y momentos de gozo, no deberá distraernos de los objetivos trazados, para lo cual es necesario mantener la vista en aquello que no se ve, esa mirada interior y la promesa divina, que debemos reclamar cada día: “Buscad y hallareis, pedid y se os dará, llamad y se os abrirá, pero pedid con fe”. Cuando conectamos lo transcendente con lo contingente, sabemos que somos peregrinos en tierras extranjeras, debemos armarnos de fe, esa certeza de alcanzar lo que se espera, que es el combustible natural que nos debe nutrir para levantarnos cada día para hacer que las cosas pasen.
Recuerde que un año, es tiempo, el recurso más valioso que tenemos en la vida que conforme avanza se desvanece y no regresa (bueno aún no tenemos máquina del tiempo), pues bien dicen que no hay día que no se llegue, ni plazo que no se venza. Por tanto, tenemos 52 semanas para darle forma a nuestros sueños y superar nuestros propios temores y retos, tenemos 366 días para hacer la diferencia en todo lo que hagamos, 8764 horas para transformar el presente y abrirle espacio a diferentes futuros, y 525600 minutos para orar, descubrir y profundizar en la vocación que tenemos, de la mano con la visión transcendente que tengas de la divinidad, pues allí encontrarás siempre luz, fuerza y valor para superarte a ti mismo.
El Editor.
Gracias Jeimy 🙏💕 Éxitos 2024
ResponderEliminarGracias Jeimy. Dios te bendiga grandemente. Feliz Año 2024🙏🏻
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