La sencillez y la complejidad no son dos lados de la misma moneda, son la misma moneda pues no dependen de la definición en sí misma, sino de su materialización en la persona. La sencillez está en la capacidad de explicar y detallar un objeto que es de nuestro interés, mientras la complejidad está en la capacidad de indicar y distinguir, lo que significa conocer y aprender de aquello que podemos señalar. Muchas veces no sabemos cómo explicar algo, lo que implica que no tenemos las distinciones necesarias para darle forma a nuestro pensamiento y enlazarlo con nuestro saber previo.
Otras veces, sabemos explicar un concepto sin embargo los detalles que se ofrecen terminan confundiendo a los oyentes, pues ignoramos las distinciones que las personas tienen, propias de su contexto y dinámica particular. Luego, no es la sencillez per se la que se requiere para dar cuenta de los retos del mundo, sino las capacidades de indicar y distinguir que le permiten al ser humano “ver aquello” temporalmente oculto a sus ojos y posiblemente parcialmente conocido por su intelecto.
Al enfrentar las realidades del mundo actual es preciso identificar aquellos elementos que son relevantes y luego distinguirlos de tal forma que podamos comenzar a explicarlos y detallarlos, un proceso de construcción de conocimiento y reto de nuestros saberes previos que pasa por el escenario del “no saber”, para luego avanzar hacia el “entender”, pues llegar al “aprender”, implica surtir un proceso de conexión interior, que transita por una apropiación personal que le da sentido al interés y curiosidad de cada ser humano.
Así las cosas, así como la ausencia de evidencia, no es evidencia de ausencia, lo sencillo no implica, lo complejo, ni viceversa. Es un proceso donde las observaciones permanentes de nuestra curiosidad e interés nos llevan para retar aquello que conocemos hasta el momento y lanzarnos a explorar los límites que tenemos establecidos en nuestra mente. Desafiar el saber previo que tenemos permite expandir las posibilidades y abrir nuevas oportunidades, revelar un mundo de opciones que permanece siempre disponible para aquellos que se arriesgan a salir de su “zona cómoda”.
La sencillez es una tarea que requiere profundizar y revisar en detalle aquello que nuestra curiosidad nos sugiere, es un empeño por explorar y conocer eso que nos permite “entender” mejor el mundo y nos ilustra aquello que posiblemente necesitamos saber para habilitar nuevas condiciones y capacidades. De igual forma, la complejidad es avanzar en incorporar distinciones que nos permitan “ver” más allá de eso que nuestra visión nos puede revelar, es un ejercicio para sumergirnos en la dinámica de los objetos y desde allí explicar aquello que es de nuestro interés.
Como podemos observar tanto sencillez como complejidad son la misma moneda, no son contrarios ni contradictores, son palabras, conceptos que nos habilitan para entrar y descubrir nuevas fronteras del mundo conocido, que nos llevan de una mirada interior que reconoce su pequeñez y “no saber”, a un camino de exploración y descubrimiento que potencia nuestra capacidad de asombro, una mirada humilde y de aprendizaje permanente que nos recuerda que somos vasijas de barro llenas del infinito: polvo de estrellas siempre en movimiento.
El Editor.
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