domingo, 7 de abril de 2024

¿Ver para creer o Creer para ver?

Se habla con frecuencia del refrán “Ver para creer”, el hombre requiere de certezas para poder creer, para evidenciar que las cosas pasan. Sin embargo, muchas veces nuestros sentidos nos juegan una mala pasada, vemos aquello que queremos ver y no lo que realmente ocurre. Así las cosas, no necesariamente lo que “vemos” corresponde a la “realidad”, una realidad que se construye desde la experiencia compartida de los integrantes de una sociedad, que con toda seguridad algunos comparten y otros no. 

En este contexto, los científicos tratan de sugerir a través de consensos de los investigadores que las cosas son de una manera u otra, no obstante puede haber voces disonantes que han logrado demostrar elementos distintos a las reflexiones generales o acuerdos académicos efectuados. En este sentido la frase “ver para creer” no siempre responde a lo que esperamos y por lo general, puede terminar en “autoengaños” que nos lleven a “creer” en aquello que sólo podemos evidenciar en la lectura de lo que “vemos” y que muchas veces no se contrasta con esos que ven cosas distintas y retan nuestro saber previo.

La frase al contrario, “Creer para ver”, es una oportunidad que encuentra su motivación y transformación en el interior de cada persona, es un ejercicio de reflexión interior que está dispuesto a “ver lo que cree” para trabajar por aquello que se quiere y desde allí, saber que el mundo será distinto y podrá darle forma a sus sueños. “Creer para ver”, es abrir camino en medio de lo que “aparentemente no se ve” para establecer nuevos parámetros de la realidad y crear propuestas que se salen de aquello que estamos acostumbrados a ver. Esto es, motivar un desequilibrio óptimo donde la inestabilidad y la estabilidad encuentran su equilibrio dinámico para mantener en movimiento el reto de hacer cosas distintas.

Pensar distinto implica “creer” que es posible cambiar la realidad acordada y “ver” que es viable hacer un cambio que renueve lo que se tiene como status quo. Los que están dispuestos en “Creer para ver” saben caminar en medio de las piedras, las contradicciones y los abrojos, pues saben que concretar algo diferente, requiere la capacidad de recibir críticas (algunas veces destructivas), capitalizar el disenso, mantener estabilidad emocional, cambiar y actualizar posiciones, y sobremanera, desconectar y volver a conectar las ideas para darle forma a aquello que tiene la potencialidad de renovar la “realidad”.

Si el “ver para creer”, puede tener un significado teológico relevante, como se observa en el pasaje de San Juan 20, 19-31, cuando Jesús le dice a Tomás “«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente» (…) Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto»”, el mundo de hoy no sólo demanda evidencias concretas sobre los avances necesarios para darle forma a los retos, sino personas que están dispuestas a “creer sin haber visto”, aquellas que se reconocen como tesoros sagrados de la divinidad, que están dispuestos a salir de su zona cómoda, hacerse otros distintos y hacer que las cosas pasen.

Cuando podemos distinguir los espejismos del mundo que deslumbran y sólo muestran el camino fácil para lograr las cosas, habrá que revisar e indagar lo que hay detrás de esa propuesta, pues como versa la sabiduría popular, “nada que valga la pena termina siendo fácil”. El reto es trabajar de forma inteligente en aquello que queremos transformar, no sólo desde el conocimiento que podemos aportar y construir de forma individual, sino con el apoyo de aliados estratégicos, la sabiduría divina y la pasión interior, que nos lleve desde estamos hoy a donde queremos estar en el futuro.

Recuerde como afirmaba Carl Sagan: “La ausencia de evidencia, no es evidencia de ausencia”.

El Editor


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