Si entendemos que “el
conocimiento jamás revela sus propias fronteras”, lo que nos lleva más cerca de
las incomprensiones de la totalidad, que de la comprensión de la misma (Baeza,
2008) y que “revelar un imaginario social no se trata de verificar que hay de
verdad en eso que se construye, sino entender lo que sucede para que lo
tengamos verdad” (Pérez, 2017), estamos avanzando en un reto personal y colectivo
que nos libera de nuestra propias parcelas de saber.
Al explorar la
acelerada convergencia de la tecnología y los diferentes campos del saber,
estamos asistiendo al recorrido de un conocimiento salvaje, inexplorado,
virgen, que espera que muchos se lancen a conquistarlo, a pesar de la
inestabilidad inherente que ello implica, para hacerlo visible y práctico en el
contexto real (Indset, 2017).
El aparente desorden
que se advierte en la actualidad, no se opone al concepto particular que hemos
construido de orden. No por tener más datos e información sobre una realidad,
vamos a tener mejores resultados en su comprensión, o mayor orden (Indset, 2017).
El reto es precisamente añadir más variedad y complejidad en la mirada de los
observadores, con un foco específico, para hacer que las cosas pasen, aplicando
los instrumentos adecuados.
En este sentido, las
comunidades construyen esquemas que interpretan la realidad, desde una
interrelación de redes personales de aprendizaje (Utecht, s.f), que conectadas
entre sí, desarrollan redes grupales de aprendizaje, las cuales son
resultados emergentes, que muestran cómo los conjuntos sociales fundan acuerdos
de cohesión social que se traducen en comprensiones y prácticas que dirigen y
concretan visiones particulares de las personas.
En este sentido, el
aprendizaje no se centra en el paradigma de un referente particular de un tercero
ajeno a la dinámica social, sino como parte de las reflexiones sobre las fallas
incrementales o desacuerdos fundamentales, que hacen que la misma estructura
social desarrolle nuevos saberes y los incorpore a su red de aprendizaje, en la
cual el error, más que una ocasión para recriminar, se convierte en lecciones
aprendidas colectivas que les permiten moverse hacia adelante.
Por tanto, la
comprensión de lo que llamamos realidad, está directamente relacionada con la
red de observadores, los cuales cada uno desde su propia perspectiva, suma al
entendimiento y comprensión de aquello que resulta de interés para el
conglomerado del cual hace parte. Así, aprender desde esta mirada
constructivista y relacional, no es otra cosa que reconocernos como parte de un
tejido social el cual influencia a sus diferentes participantes con sus saberes
previos, dejando abierta la puerta para que se sumen propuestas novedosas de
estos y ver oportunidades antes inexploradas.
De esta forma, no es
la homogeneidad lo que define las redes grupales de aprendizaje, sino las diferencias,
las posturas inestables, los comentarios contrarios, la vistas complementarias,
es decir, una vista policontextual (Pérez, 2017) donde en cada momento se
tienen respuestas parciales a realidades contingentes y emergentes, que le
recuerdan a la humanidad que es una obra gris en permanente evolución, con sus
equivocaciones, con sus dudas y temores, pero con la convicción firme de que en
el ejercicio de aprender son más las satisfacciones por los retos superados,
que las opacidades que aún se encuentran pendientes por entender.
Referencias
Baez, M. (2008) Mundo real, mundo imaginario social. Teoría
y práctica de sociología profunda. Santiago de Chile, Chile: RIL Editores.
Indset, A. (2017) Wild knowledge. Outthink the revolution.
London, UK: LID Publishing.
Pérez, S. (2017)
Situando los imaginarios sociales: aproximación y propuestas. Imagonautas. Revista Interdisciplinaria
sobre Imaginarios sociales. 9. 1-22. Recuperado de: http://imagonautas.webs.uvigo.gal/index.php/imagonautas/article/view/83
Utecht, J. (s.f) Stages of persona learning network
(PLN) adoption. Recuperado de: https://www.flickr.com/photos/jutecht/2384289406/sizes/o/
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