Es claro que siempre
estaremos expuestos a la inevitabilidad de la falla, pero no por esa razón
debemos esperar a que los eventos ocurran. En este sentido, el anticipar debe
ser una capacidad básica, tanto de las personas como de las organizaciones, para
tratar de estar delante de la curva y actuar de forma previa para prevenir y comprender
aquello que puede ser contrario a lo que queremos o, potenciar una oportunidad
que no vemos.
De acuerdo con Weick
y Sutcliffe (2007) los eventos
inesperados pueden tomar tres formas: a) un evento que se esperaba, no ocurre, b) un evento que no se esperaba que ocurriera, sucede y c) un evento impensable acontece. Estas
tres condiciones, establecen un conjunto de condiciones para pensar y diseñar
zonas de reflexión que le permitan, tanto al individuo como a una empresa,
preparar escenarios concretos, basado en su contexto, con el fin de aumentar su
capacidad resiliente frente la creciente volatilidad e inestabilidad de los
mercados y su entorno de negocios.
En este sentido,
observar la realidad implica, siguiendo los desarrollo clásicos de Perrow
(1999) comprender en detalle tanto las interacciones
de los objetos, así como su nivel de
acoplamiento, es decir que tan cercanos están uno del otro los elementos
que se estudian en el ambiente. Considerando esta propuesta, cuanto más fuerte
sea el acomplamiento de los objetos y sus interacciones sean mas invisibles e impredecibles,
estaremos en una zona inestable e incierta donde la materialización de un
evento inesperado es inminente, con efectos en cadena que pueden generar
situaciones no documentadas y con escasa capacidad de control.
Así las cosas,
Perrow (1999) define un “accidente normal” como “la interacción inesperada de
dos o más fallas (debido a las
interacciones de los objetos) que causa una cascada de anomalías (por el acoplamiento fuerte de los elementos)”.
En esta definición, lo normal no hace referencia a la frecuencia con que ocurre,
sino en el sentido de revelar una condición natural e inevitable. Si bien muchos
de los desastres se pueden prevenir, existe la aplicación de malas prácticas
que pueden acelerar un colapso, más allá de las relaciones entre los dos
elementos antes mencionados.
Frente a un ambiente
donde lo inesperado y lo inestable es la constante, sabiendo que cada vez más
habrá convergencia de tecnologías, disciplinas y saberes, se hace necesario
afinar una serie de nuevas prácticas que permitan, tanto a personas como
corporaciones, mantenerse atento a la evolución de su entorno, para dar cuenta
de su retos y visiones de futuro. Siguiendo a Weick y Sutcliffe (2007), se detallan
cinco actividades básicas para mantener una atención activa y consistente que advierta
aquellas situaciones que pueden alterar las estrategias futuras y la promesa de
valor:
- Realizar el seguimiento de pequeños fallos
- Resistir la simplificación excesiva de las explicaciones
- Mantener la sensibilidad de las operaciones
- Mantener y desarrollar capacidades de resiliencia
- Aprovechar la diversidad de conocimientos especializados
En consecuencia, el reto de anticipar en un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo, es el ejercicio de toma de decisiones para capitalizar la vulnerabilidad humana o empresarial, que permita una lectura relacional del ambiente, encajar piezas de información recolectadas desde diferentes puntos de vista, incentivar posturas distintas de la comprensión de la realidad, incorporar las lecciones aprendidas y desarrollar una función de inteligencia que construya e influencie el futuro.
El Editor.
Referencias
Weick, K. & Sutcliffe, K. (2007) Managing the Unexpected. Resilient Performance in an Age of
Uncertainty. Second Edition. San Francisco, CA. USA: Jossey-Bass.
Perrow, C. (1999) Normal accidents. Living with High-Risk Technologies. Princeton, NJ. USA:
Princeton University Press.
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