Estamos en todo momento expuestos
a la inevitabilidad de la falla, a una lógica del error y la incertidumbre que
generalmente no podemos identificar y pocas veces comprender. Nos sorprendemos
todos los días con las variaciones y efectos de situaciones que se presentan y
que con frecuencia desafían nuestras expectativas. Así las cosas, no es
sorpresa que los seres humanos y sus intereses tracen destinos que muchas veces
no son los que se esperan, sino los que convienen.
Los intereses son inclinaciones
legítimas que describen el querer de una persona y la forma como define sus
acciones. Una declaración que manifiesta la profundidad de un querer y de un
deseo que confirma su intención frente a un contexto particular. Muchas veces
observamos juegos de conversaciones que persiguen aparentemente un fin, cuando
específicamente se quiere lograr otro y en este escenario, de inteligencia y
contrainteligencia, quedan atrapadas las personas y sus intereses.
Cuando se revelan los intereses
de una conversación, de manera inesperada, bien pueden ocurrir dos cosas: se
hace más transparente la interacción, generalmente beneficiando el fin que se
persigue, a pesar de que uno de los interlocutores quede sin “estrategia
sorpresa” o por el contrario, se cierra el canal de apertura, se interrumpe la
comunicación que advierte un postura defensiva y que cambia la forma de los
acontecimientos que allí ocurren.
Los intereses son el currículo
oculto que manifiestan las personas en sus acciones y establecen la forma como
se escriben sus pensamientos e inclinaciones. Cuando los intereses no responden
a objetivos superiores, donde se privilegia el bien particular sobre el bien
general, estamos ante una postura que consolida y fortalece una lectura
centrada en el “sí mismo”, en los beneficios que se pueden alcanzar para unos
pocos y no para las condiciones de muchos.
Las élites políticas, tanto de la
sociedad como de las organizaciones, establecen desde sus declaraciones,
lineamientos y directrices que buscan trazar un camino en medio de la
incertidumbre. En este sentido, las lecturas desde los diferentes grupos de
interés refinan y anticipan los cambios requeridos para lograr los beneficios,
que den cuenta de los legítimos intereses planeados. Sin perjuicio de lo
anterior y con la alta posibilidad de no ajustarse con el entendimiento de
muchos, toda conversación lleva en sí misma una semilla imperfecta de lo que
somos; una búsqueda de satisfacción que no es posible identificar.
Así las cosas, lo que llamamos
interés, es una determinante individual que se funde con nuestra naturaleza
caída, bien para potenciar una vista personal y de conquista propia o por el
contrario una declaración oculta de expectativas que sólo utiliza la realidad,
como una excusa para camuflar sus fines últimos, aquellos que sólo conocen los
impactados y convidados para alcanzar los parabienes.
Lo anterior, define y potencia
las dobles agendas, las cuales permean los buenos deseos de muchos y confirman
las intencionalidades de otros. Por tanto, los intereses humanos son la firma
indeleble que nos define y la expresión del ejercicio de vencimiento propio que
nos debe asistir.
El Editor.
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