En el mundo corporativo, se habla
frecuentemente que los presidentes de empresa son directos, calculadores,
concretos y orientados a los resultados. Si lo anterior es cierto, ¿podría ser
de otra forma? ¿Cuándo es su responsabilidad es asegurar unos ingresos para
todos, mantener el nivel de competitividad de la empresa para continuar
creciendo, asegurar unos gastos razonables y motivar acciones novedosas que
posicionen la organización en un mercado particular?
Es claro que el nivel de exigencia
de la alta gerencia demanda una capacidad de sacrificio, de logros y esfuerzo,
que de alguna forma deben ir más allá de cualquiera de la organización, como
quiera que no es otra persona la que deben asegurar los resultados; es su
responsabilidad que las acciones se movilicen para hacer que las cosas pasen.
Esto implica muchas veces estar
documentado y motivado para alcanzar resultados más allá de los conocidos,
mantenerse inconforme con sus logros actuales e inquieto intelectualmente para
que su imaginación tenga alimento permanente y así sugerir futuros alternos
donde todos puedan tener una oportunidad. Un presidente de empresa, se concibe
así mismo como un curioso permanente, un luchador incansable, una perseguidor
de metas y un confrontador de la realidad, cualidades que lo hacen por
antonomasia un ejecutivo que busca quebrar su propia marca para mantener su
condición de excelencia.
En este sentido, los presidentes
de empresa frecuentemente movilizan decisiones que pueden resultar impopulares
para muchos, pues su capacidad de aprender y desaprender se acelera habida
cuenta que su entorno de negocio, permanentemente lo mantiene alerta y lo conecta con la realidad de su organización. El comfort para ellos no es una
opción, pero tampoco la agonía, ni el superávit de futuro.
Los presidentes de empresa no se
conforman con ir a trabajar cada día, entienden que el regalo de las siguientes
24 horas debe ser aprovechado al máximo, bien repensando su negocio,
aprendiendo del entorno o conversando con las personas. Este última actividad,
la conciben como la forma de medir el pulso de la empresa en las bases, para
comprender la dinámica de la gerencia media y cómo se hace realidad el discurso
del primer nivel en las expectativas de aquellos que operan y realizan.
Ser presidente de empresa es
nunca permitirse dejar desorientarse por los afanes, perder el rumbo por falsas
ilusiones, dejar de insistir en el logro de los objetivos, abandonar el
esfuerzo de sus colaboradores y descuidar su salud personal. Un presidente de
empresa, no lo hace su esquema de seguridad, ni su salario generoso, lo define
su entrega por una causa, la fuerza de un discurso interior y los planes que
incluyen a cada uno de sus colaboradores.
Así las cosas, cada uno de
nosotros tiene una empresa de la cual es el presidente, una empresa que dio
inicio el día de tu nacimiento, cuando inversionistas te tomaron en los brazos, débil y tembloroso e hicieron miles de inversiones para que alcanzaras tus
metas. Nunca dejaron de creer en la inversión y hoy se sientan a percibir y
admirar cómo las utilidades rinden sus frutos en la vida diaria.
Cuando entiendes la
responsabilidad que tienes de presidir la empresa de tu vida, eres capaz de
mantenerte en pie, a pesar de las tempestades, pues sabes que has sido
entrenado y concebido para vencer y alcanzar todo lo que desees. Recuerda que
muchos han invertido en tu empresa y te debes a ellos, no solo por gratitud,
sino como respuesta a una vocación que hace la diferencia en ti.
El Editor.
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