sábado, 30 de mayo de 2015

Enviados

Todos tenemos un encargo, una misión, una tarea superior que debemos cumplir. Somos enviados todo el tiempo para tomar posesión de aquello que ha sido instalado en el mundo para que nuestros talentos se potencien y se hagan realidad. Somos enviados de la luz para que transformemos aquello que parece perdido y oscuro, en notas de encuentro y claridad.

Somos enviados a terrenos donde hay mucho por hacer, donde hay que lanzarnos a construir con lo poco o mucho que haya. La materia prima es inacabable, somos seres en obra gris, que en la medida que nos conectamos con los otros, avanzamos en la renovación de nosotros mismos. Nadie tiene mayor capacidad de reinvención, que aquel que está todo el tiempo construyendo con otros, que sale al encuentro del otro, que trabaja y se ensucia del “barro” del otro, que no rehuye de su realidad sino que la construye.

Somos enviados a campos de acción donde la resistencia siempre será mayor, donde las contradicciones serán la norma. No debemos temer esta confrontación, ni sentirnos incómodos con esta lectura, sino aprovechar esta oportunidad para leer aquellas cosas que el entorno nos dice que muchas veces pasamos por alto. Recuerda que grandes catedrales de arquitectónicas y del saber, se han erigido sobre las piedras de los críticos, que sin notarlo en lugar de dañarte o disminuirte, te entrenan y fortalecen para enfrentarte a situaciones más complejas.

Todo enviado tiene su recompensa, el premio a la perseverancia, al ejercicio continuado de mantenerse fuera de la zona cómoda. Una recompensa que no está alineada con los premios o reconocimientos del mundo, sino con el proceso mismo de construcción interna que cada ser humano surte en el camino de la vida. Un reconocimiento propio de las exigencias de cada momento, que te permiten ver el mundo como una oportunidad para continuar aprendiendo y desaprendiendo. La recompensa es un premio al logro de una vida lanzada a cruzar tus propios umbrales y donde la excelencia es una marca personal que estamos dispuestos a superar.

Todo enviado cree en una promesa, en un designio, en una declaración que lo motiva y lo guía. Una expresión que lo conecta con la divinidad y con su pasión para lograr sus retos. Una promesa que lo invita de manera permanente a no escatimar esfuerzos y a posponer las victorias temporales, para aspirar a los bienes y triunfos trascendentes, esos que dan cuenta de la experiencia de ser humano con su visión superior de la vida. El enviado cree y por lo tanto, transforma todo su entorno para que su misión haga realidad.

Finalmente y no menos importante, todo enviado corre riesgos, se expone por una causa y da testimonio de ella. Un enviado motivado por su misión, se hace mártir de un mensaje, esto es, una lectura viva de su creencia y una declaración auténtica de aquel que, sin mirar hacia atrás, es capaz de no vacilar y emprender aventuras que lo lleven a la plenitud de su encargo. 

El enviado se arriesga a anunciar y convencer espíritus incrédulos, a nutrir y motivar causas perdidas, a transformar y movilizar seres inertes, pues sólo así es posible pasar la página de la indiferencia y escribir la historia del mundo con la impronta de la verdad.


El Editor.

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