Declara Stephen Covey: “Todo el que ha marcado una verdadera
diferencia, para bien o para mal, cuenta con tres atributos visión, disciplina
y pasión. Hitler los tenía, pero le faltaba un cuarto atributo fundamental:
conciencia. Y el resultado fue la destrucción”.
Esta frase nos muestra que
debemos buscar y alcanzar metas superiores, para elevar el conocimiento de
nosotros mismos y potenciar nuestras virtudes, una declaración que nos permite
saber que tenemos “el don” de transformar y lograr todo aquello que deseamos y
queremos, siempre como fuente de satisfacción y desarrollo personal y comunitario.
Tener visión, es tener
claridad de qué queremos y para donde vamos, es un ejercicio de proyección
mental, que busca materializar en el presente, la declaración de futuro, una
forma de caminar en las memorias del porvenir, sabiendo que construimos desde
hoy las capacidades que nos permiten lograr y superar las expectativas que nos
hemos trazado.
La disciplina es una práctica
para doblegar nuestros impulsos desordenados y canalizarlos, fuera de la zona
de confort, en la zona efectiva donde se encuentra el deseo y la energía, fuentes
de transformación y movilización de esfuerzos, que exigen abandonar prácticas
caducas, paradigmas gastados y riesgos conocidos, para lanzarnos a encontrar
nuevas fuentes de innovación y conceptos inestables como base para construir
nuevas estándares, nuevos normales.
La pasión es una fuerza
interior, un fuego que consume, es esa zarza que nunca se consume y santifica
todo lo que toca, una sed que nunca se sacia y el crisol que purifica toda
emoción. La pasión es el componente que no deja de creer en la visión, es el
custodio del resultado esperado y la esencia de la “verdadera comida y bebida”
de aquellos que se abandonan en las fuerzas sobrenaturales que le asisten.
La conciencia es el efecto
compensador, ese que reconoce en la diferencia el poder para construir, la
declaración de sinergia con el otro y la disposición consciente de encontrarse
con las potencialidades y limitaciones de su prójimo. Ser consciente es descubrir
nuestro corazón para compartir lo que somos y esperamos; es comprometernos con
votos de perfección para descubrir el camino del águila en el cielo y revelar
que somos seres espirituales, destinado a la eternidad, en una estructura
humana limitada e imperfecta, destinada a la caducidad.
Cuando estos cuatro
componentes se conjugan en un individuo, se movilizan todas las fuerzas
interiores, los planes concretos y los recursos requeridos, para que se haga
realidad eso que tanto deseamos, esa declaración de fuerza y poder, asistida
desde nuestra condición trascendente, que activa una atmósfera sobrenatural
para que todo se mueva para lograr lo que queremos.
Nuestra unción y declaración
personal debe materializar aquí y ahora, todo lo necesario para alcanzar una
vida en plenitud, que responda y de testimonio de las promesas divinas, y así
alcanzar el gobierno y señorío de DIOS en nuestro mundo.
El Editor
No hay comentarios:
Publicar un comentario