Anota Edward de Bono en su
libro “Ideas para profesionales que piensan. Nuevas consideraciones sobre el
pensamiento lateral aplicadas a la empresa”: “Las cosas simples son las más difíciles de enseñar. Todo el mundo
supone que, porque algo es simple, debe saberlo o hacerlo. (…)”, una frase
que revela el poder que contienen las ideas simples, sencillas y sin mayores
elaboraciones. Mientras una propuesta sea más simple mayor será el poder que
tiene ella en el contexto del hacer, pues será fácilmente digerida y adoptada
por sus receptores.
Lo simple, generalmente choca
con las mentes que exigen respuestas complejas y elaboradas, pues su posición
no les permite comprender que la propuesta ofrece elementos que superan
ampliamente su capacidad de cognición y comprometen su “prestigio”, dado que
algo que aparentemente es elemental y conceptualmente sencillo, no puede venir
sin una amplia construcción mental que demande análisis exhaustivos y
sofisticados.
Las ideas sencillas o simples
tienen la capacidad de cautivar a las mentes “sin restricciones”, a las mentes “abierta
a conocer”, aquellas que han superado el síndrome de los eruditos, donde sólo
en una conexión de múltiples variables y condiciones es posible crear un
concepto interesante que demande la atención y reconocimiento de la misma por
un círculo de personas exclusivo. La erudición es exclusiva, mientras la sencillez
es inclusiva, soporta las preguntas más elementales como las más trascendentes
y es allí, donde se encuentra la riqueza del conocer y descubrir.
Cuando hijo de Nazareth
conversaba con las personas de su tiempo, hablaba en lenguaje sencillo, con lo
simple de los ejemplos y fuerza de una vida coherente y fiel a su mensaje. Una
demostración del poder de su mensaje es la vigencia de su palabra, que
trasciende fronteras de tiempo y espacio, manteniendo activos y alertas a los
que escuchan su voz y motivando a continuar su ejemplo a pesar de ser signo de
contradicción de su época.
De igual forma, si queremos
que nuestra vida sea signo de sencillez y fidelidad a nuestros sueños, nuestro
lenguaje y vida debe ser simple, funcional y estético, esto es, aprender en el
ejercicio diario de nuestra vida a reconocer estos elementos y materializarlos
en cada una de nuestras expresiones y decisiones, con el fin de alcanzar la
excelencia en la humildad, es decir el conocimiento perfecto de lo que somos y
podemos, sin falsas vanaglorias, que agreguen complejidad a lo que por
definición es sencillo.
Bien decía mi abuela, “nadie
pelea con No sé”, una expresión que declara con naturalidad y claridad que
estamos abiertos a renacer en lo sencillo, a las elaboraciones conceptuales
básicas que nos permitan lograr un mayor entendimiento de lo que conocemos y
abrir la posibilidad de una nueva vista de lo que desconocemos. Una experiencia
que vivió el “Emmanuel prometido” hace más de 2000 años, cuando declaró una
máxima sencilla y funcional: “Ama al Señor tu DIOS con todo el corazón y con
toda tu alma, y al prójimo como a ti mismo” que en principio es sencillo de
entender y que aún hoy estamos tratando a aplicar.
El Editor
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