La palabra indigencia
establece un contexto de limitación, de restricción y algunas veces de pobreza
material. Revisando la etimología de la palabra, tenemos que, indigente
proviene del latín indigens, -entis, derivado del verbo indigere que significa
-carecer, tener falta de algo-, una expresión que nos habla de una condición
subestándar que debe ser comprendida, enfrentada y superada.
Hablar de indigencia en el mundo real, nos relaciona con marginación y carencias básicas. Las imágenes de personas desvalidas y en la calle recorren nuestra mente y nos cuestionan frente a la inequidad del mundo. Sin embargo, cuando hablamos de indigencia espiritual no se advierte con claridad que podemos imaginar o entender, cómo sería posible esta condición en el ser humano y sus impactos en nuestra vida cotidiana.
Habida cuenta de lo anterior, el Dr. Sharif Abdullah en su libro “Un mundo para todos” detalla los síntomas de la indigencia espiritual, como resultado de entender el mundo desde la exclusividad y no de la inclusividad. Los síntomas son:
Hablar de indigencia en el mundo real, nos relaciona con marginación y carencias básicas. Las imágenes de personas desvalidas y en la calle recorren nuestra mente y nos cuestionan frente a la inequidad del mundo. Sin embargo, cuando hablamos de indigencia espiritual no se advierte con claridad que podemos imaginar o entender, cómo sería posible esta condición en el ser humano y sus impactos en nuestra vida cotidiana.
Habida cuenta de lo anterior, el Dr. Sharif Abdullah en su libro “Un mundo para todos” detalla los síntomas de la indigencia espiritual, como resultado de entender el mundo desde la exclusividad y no de la inclusividad. Los síntomas son:
- Ira y violencia, expresiones de un vacío interno, que relega al hombre a sus instintos naturales, no mediados por la esencia de su racionalidad y su encuentro con la Divinidad.
- Escapismo, es la confusión existente entre la liberación de nuestras esclavitudes, con la realización de nuestra misión. Es aliviar el peso del malestar que experimentamos por nuestras dependencias y repetir el acto de manera reiterada.
- Negación y enajenación. La enajenación es la reacción usual a estímulos perturbadores, sacándonos de sí y la negación, suprime la capacidad de respuesta frente a circunstancias que ponen en juego nuestras emociones.
- Control y manipulación, entendido como el deseo de mantener regulación y limitación sobre una situación para someter y restringir comportamientos que no se ajusten a las sus propios deseos.
Cuando revisamos estos elementos y nos reflejamos en el espejo de nuestras
acciones diarias, encontramos algunos síntomas de la indigencia espiritual, que
nos niegan la posibilidad de crear un mundo incluyente y generoso, donde todos
podemos sumar y generar acciones para hacer que las cosas pasen.
Cuando entendemos que podemos estar sujetos a la indigencia espiritual, podemos establecer la ruta que nos permita superar dicha condición subestándar, la cual inicia en el reconocimiento del otro como interlocutor válido, la declaración de nuestras potencialidades y virtudes y la concreción de nuestras creencias y fe en obras tangibles y visibles. El indigente espiritual es un ser que vive de la mendicidad de sus propias emociones y esclavitudes, anclado en el pasado y coexistiendo con su propia visión del mundo.
Superar la indigencia espiritual nos exige desarmar el corazón de la necesidad de control, de la ira, de la violencia, de la negación y del escapismo para superar nuestros propios miedos y limitaciones, con la formula que siempre ha estado disponible desde el inicio de los tiempos, esa paradoja que el hombre enfrenta a diario en su vida: amar y ser amado.
Cuando entendemos que podemos estar sujetos a la indigencia espiritual, podemos establecer la ruta que nos permita superar dicha condición subestándar, la cual inicia en el reconocimiento del otro como interlocutor válido, la declaración de nuestras potencialidades y virtudes y la concreción de nuestras creencias y fe en obras tangibles y visibles. El indigente espiritual es un ser que vive de la mendicidad de sus propias emociones y esclavitudes, anclado en el pasado y coexistiendo con su propia visión del mundo.
Superar la indigencia espiritual nos exige desarmar el corazón de la necesidad de control, de la ira, de la violencia, de la negación y del escapismo para superar nuestros propios miedos y limitaciones, con la formula que siempre ha estado disponible desde el inicio de los tiempos, esa paradoja que el hombre enfrenta a diario en su vida: amar y ser amado.
El Editor
veo esto cada día y me sorprende que lo describa con tanta claridad
ResponderEliminarver y oír
ResponderEliminarHe tratado de encontrar el libro Un mundo para todos, del Dr. Sharif Abdullah pero me ha sido imposible. Si alguien lo tiene me gustaria adquirirlo, entendido que es usado; ya que nuue vo no lo pude conseguir. Muchas gracias por su ayuda y Cooperación.
ResponderEliminarEstimado lector... sobre tu consulta del libro del Dr. Sharif Abdullah hay posibilidades de descargarlo vía web en algunos sitios en internet. Espero lo pueda lograr. Nuevamente gracias por su interés en estas reflexiones. Todo lo mejor para ti!
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