Anota Guillermo Maldonado en su libro "La gloria de DIOS": "(...) Los individuos
apasionados no pueden ser detenidos. Ellos no pierden el enfoque ni se
desaniman. Siempre demuestran sus fuertes convicciones, porque están dedicados a
cumplir sus obligaciones, responsabilidades y sueños. (.)" Las pasiones humanas
han sido ocasión de múltiples eventos y situaciones en el mundo, bien por sus
consecuencias positivas o bien por sus resultados muchas veces
inesperados.
Para bien o no del mundo, las pasiones movilizan los eventos que ocurren y sobrellevan la carga de transformación, pues existe un sueño y deseo incontenible para alcanzar un objetivo y superar las marcas personales de sus dueños. Una pasión despierta en el ser humano una fuerza semejante a un movimiento tectónico o tsunami, una generación de energía y disipación de calor propia de estos momentos, que eleva la condición humana más allá de su vida natural, reivindicando la esencia de su ser: fuego y luz.
Los apasionados, fundados en las brasas ardientes del amor y la fe, son capaces de revelar el poder sobrenatural de DIOS, la fuerza viva de su presencia en el mundo. Ese poder, se manifiesta en la generosidad de una sonrisa, en el consuelo del que sufre, en el consejo que se ofrece, en el apoyo que se vive. El poder de los apasionados, está en la energía que proyectan, en los pequeños y grandes logros que los definen, y particularmente, por su capacidad de reinventarse a sí mismos para escribir a diario una página nueva en el libro de la vida.
Los que viven con pasión, permanecen en movimiento. No buscan lugares privilegiados, ni reconocimientos externos, sino vencerse a sí mismos, para alcanzar nuevos niveles de excelencia. La pasión vivida desde la experiencia de la fe, manifiesta la gloria de DIOS en la tierra, esa atmósfera que materializa el resplandor de la perfección y la soberanía de "Dueño de la Vida", que confirma una vez más la promesa divina que nos devuelve el dominio de sí y fortalece nuestra alabanza hacia Él.
Las pasiones humanas sin un referente trascendente, son motivaciones egoístas y malsanas que están aferradas a los bienes perecederos; pasiones que alimentan nuestra vanidad y nos deslindan de la sujeción a nuestro Creador. En contraste, si las pasiones se alinean con sentido trascendente y corazón generoso, se abre la puerta de la solidez espiritual, a la confirmación permanente de la revelación divina; una forma de reclamar la autoridad y el poder que nos ha sido otorgado desde el inicio del mundo.
Vivir sin pasión es vivir sin propósito, sin sueños, ni logros. Sólo en la comunión íntima con tu Creador y en el temor reverente de su grandeza, nuestras pasiones encuentran respuestas y revelaciones para alcanzar sabiduría, en palabras del predicador Maldonado: Esa "(.) habilidad de conocer cómo y cuándo aplicar el conocimiento que poseemos. (.)" para guiar a otros.
Para bien o no del mundo, las pasiones movilizan los eventos que ocurren y sobrellevan la carga de transformación, pues existe un sueño y deseo incontenible para alcanzar un objetivo y superar las marcas personales de sus dueños. Una pasión despierta en el ser humano una fuerza semejante a un movimiento tectónico o tsunami, una generación de energía y disipación de calor propia de estos momentos, que eleva la condición humana más allá de su vida natural, reivindicando la esencia de su ser: fuego y luz.
Los apasionados, fundados en las brasas ardientes del amor y la fe, son capaces de revelar el poder sobrenatural de DIOS, la fuerza viva de su presencia en el mundo. Ese poder, se manifiesta en la generosidad de una sonrisa, en el consuelo del que sufre, en el consejo que se ofrece, en el apoyo que se vive. El poder de los apasionados, está en la energía que proyectan, en los pequeños y grandes logros que los definen, y particularmente, por su capacidad de reinventarse a sí mismos para escribir a diario una página nueva en el libro de la vida.
Los que viven con pasión, permanecen en movimiento. No buscan lugares privilegiados, ni reconocimientos externos, sino vencerse a sí mismos, para alcanzar nuevos niveles de excelencia. La pasión vivida desde la experiencia de la fe, manifiesta la gloria de DIOS en la tierra, esa atmósfera que materializa el resplandor de la perfección y la soberanía de "Dueño de la Vida", que confirma una vez más la promesa divina que nos devuelve el dominio de sí y fortalece nuestra alabanza hacia Él.
Las pasiones humanas sin un referente trascendente, son motivaciones egoístas y malsanas que están aferradas a los bienes perecederos; pasiones que alimentan nuestra vanidad y nos deslindan de la sujeción a nuestro Creador. En contraste, si las pasiones se alinean con sentido trascendente y corazón generoso, se abre la puerta de la solidez espiritual, a la confirmación permanente de la revelación divina; una forma de reclamar la autoridad y el poder que nos ha sido otorgado desde el inicio del mundo.
Vivir sin pasión es vivir sin propósito, sin sueños, ni logros. Sólo en la comunión íntima con tu Creador y en el temor reverente de su grandeza, nuestras pasiones encuentran respuestas y revelaciones para alcanzar sabiduría, en palabras del predicador Maldonado: Esa "(.) habilidad de conocer cómo y cuándo aplicar el conocimiento que poseemos. (.)" para guiar a otros.
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