En muchas prácticas
religiosas y/o espirituales del mundo, se utiliza a menudo las palabras
alabanza y adoración como métodos para animar la presencia de la divinidad en
medio de ellos. Mientras la alabanza, proviene del hebreo halal, que significa hacer espectáculo, ser claro,
iluminar, ser brillante y celebrar, adoración, en hebreo shajah
denota postrarse, bajarse, inclinarse, rendir culto reverente u homenaje como
expresión de sumisión y respeto.
Cualquiera que sea tu
práctica o referencia religiosa o espiritual, la alabanza y la adoración hace
parte inherente de tus deberes en relación con la divinidad o fuente de
perfección y sumo bien en el cual crees. Dicha fuente de solemnidad y gracia ha
querido que habites la tierra, para que usando tus manos y todo tu ser, se haga
realidad la consumación de su obra y transformes personas ordinarias en seres
extraordinarios.
Siguiendo algunas reflexiones
de Guillermo Maldonado, establecemos las diferencias propias de alabar y
adorar, para comprender mejor, en el ejercicio de nuestra relación con nuestro
DIOS, cómo continuar la transfiguración que destruya nuestros intereses
mundanos y nos sintonice en los designios de la divinidad:
- La alabanza se enfoca en proclamar las obras del Creador. La adoración se enfoca en la persona de tu Creador.
- La alabanza es iniciada por nosotros. La adoración es la respuesta de DIOS a nuestra alabanza.
- La alabanza busca a DIOS. En la adoración somos encontrados por Él.
- La alabanza habla acerca de DIOS. En la adoración le hablamos a DIOS y escuchamos su respuesta.
- La alabanza mueve el corazón de DIOS. En la adoración alcanzamos las bendiciones de DIOS.
Comprender que significa
alabar y adorar a nuestro DIOS, cualquiera que sea la imagen que tengas de Él,
es comprender nuestra misión en el mundo, nuestros compromisos espirituales y
los retos que la vida nos impone para ser parte de la construcción de la
humanidad.
Cuando el hombre alaba a su
referente trascendente y sobrenatural, su Creador y Arquitecto, establece una
forma de comunión con lo invisible para hacer visible con demostraciones y
palabras, aquello que fluye en el corazón y convierta su vida en una sinfonía
de gracias y bienes.
Cuando el hombre adora,
encuentra en el silencio y tranquilidad de su alma, la postura de respeto y
sumisión que entra en la profundidad del corazón de DIOS, pidiéndole que su presencia
soberana se manifieste y haga plena la luz de la verdad en su vida; una
respuesta que declara nuestra entrega y abandono precipitando su gloria en la
tierra.
Adorar y alabar son instrumentos de la fe que
destruyen aquello que no es de DIOS: nuestros egoísmos, orgullos,
preocupaciones, miedos o cualquier otra cosa que nos impida expresar su
grandeza, para darle vía libre a la gracia santificante que una vez se
enciende, permanece cual zarza ardiente, como fuego sagrado que nunca se
extingue.
El Editor
Referencia
MALDONADO, G. (2012) La gloria de DIOS. Editorial Whitaker House.
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