Dicen
que la educación está siendo afectada por los fenómenos disruptivos globales.
En este sentido, muchos afirman que ésta debe repensarse y ajustarse a los
retos actuales, para dejar su estado monolítico y magistral que la ha
caracterizado por muchos siglos (Marcelo & Vaillant, 2018). Este escenario
reta tanto a Instituciones de Educación Superior (IES), como a maestros y
estudiantes, pues la exigencia de una capacidad de aprendizaje/desaprendizaje
cada vez mayor, para reinventar y enfrentar los retos de la sociedad actual, se
hace evidente cuando encontrar soluciones o apuestas creativas se requiere.
De otra parte las
empresas, generalmente con personas formadas en el modelo tradicional académico,
tratan de reconocer los nuevos patrones de cambio en el contexto de sus organizaciones,
pero los temores propios de llegar a fallar y la sanción que esto genera, los
inhibe de probar alternativas a las situaciones identificadas, pues entienden el
error como un resultado, lo que genera barreras cognitivas (muchas veces no conscientes)
que tratan de ocultar en el común denominador de los que “ven que pasan las
cosas”.
Entender que “educar”
en un contexto VICA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo) exige privilegiar
el “error”, como ese proceso natural donde se prueba y valida una idea, y cuyo
resultado puede o no estar ajustado con aquello que se espera (De la Torre,
2004), es crear un entorno psicológicamente seguro, donde la creatividad y la innovación
pueden cambiar la manera de comprender el mundo y las cosas. Es salir de los
límites geográficos y cognitivos que se conocen hasta la fecha, para integrar
diversos puntos de vista y “hacer que las cosas pasen”, claro está, con arreglo
a la dimensión ética que privilegia el bien general sobre el particular.
Formar docentes en
esta lógica, es romper con la visión tradicional de la enseñanza, es cambiar la
mirada endogámica del “profesor” y abrirse para “aprender/desaprender” con el
estudiante, una apuesta que, si bien no define una relación de igualdad, si
motiva procesos de autoformación, reconocimiento de saberes previos,
aprendizajes y rupturas de paradigmas vigentes, los cuales abren a una
experiencia de construcción de conocimientos diversos y flexibles, que no
resuelven retos conocidos, sino que se enfilan para deconstruir la realidad y
reinventarla de otra forma (Ackoff & Greenberg, 2008).
Los estudiantes que
aceptan esta lectura retadora de la educación en un contexto volátil, incierto,
complejo y ambiguo, crean con la tutoría y orientación de sus docentes, rutas
alternativas para explorar y descubrir elementos no antes vistos de las
problemáticas, visualizando nuevas aproximaciones pedagógicas, bien mediadas o
no por tecnologías de información, donde se privilegia la construcción de redes grupales de aprendizaje, como
fenómeno sistémico que se gesta desde la redes
personales de aprendizaje propias de cada persona (Cano, 2018). De esta
forma, el estudiante construye con su profesor una espiral ascendente de
aprendizaje, cuyo punto de inflexión se crea cada vez que tanto docente y discente
se sorprenden en el mundo real.
Si lo anterior, es
viable y resulta una experiencia práctica y útil para motivar mejores y mayores
avances sociales, las IES deben crear laboratorios
de transición pedagógica, didáctica y curricular, de tal forma que sus
temores sobre la pérdida de protagonismo en el contexto social, queden
conjurados y superados, al reconectar sus pilares básicos en el escenario
de la formación de personas.
Para ello, hace necesario “enganchar” a sus ejecutivos, que más allá de los necesarios y exigentes estándares de certificación, se requiere devolver a la sociedad personas capaces de “hacer juicios críticos fundamentados, enfrentarse los inciertos, sugerir de forma respetuosa y lanzada nuevas ideas, y sobremanera tener la habilidad para coordinar y comunicarse con otros” (Edmondson, 2018, p.39) como fundamento de una construcción colectiva, donde las diferencias suman y no son de ocasión confrontación o aislamiento.
Para ello, hace necesario “enganchar” a sus ejecutivos, que más allá de los necesarios y exigentes estándares de certificación, se requiere devolver a la sociedad personas capaces de “hacer juicios críticos fundamentados, enfrentarse los inciertos, sugerir de forma respetuosa y lanzada nuevas ideas, y sobremanera tener la habilidad para coordinar y comunicarse con otros” (Edmondson, 2018, p.39) como fundamento de una construcción colectiva, donde las diferencias suman y no son de ocasión confrontación o aislamiento.
Referencias
Ackoff, R. y Greenberg, D. (2008) Turning learning right side up. New Jersey, USA: Wharton School
Publishing.
Cano, J. (2018) Los
imaginarios sociales y las “nubes de palabras”. Elementos claves en la
construcción de redes grupales de aprendizaje. Memorias IV Simposio Internacional en Temas y problemas de
Investigación en Educación: Narrativas, Pedagogías y Didácticas en la
Sociedades Contemporáneas.
De la Torre, S. (2004) Aprender de los errores. El tratamiento
didáctico de los errores como estrategia de innovación. Buenos Aires,
Argentina: Editorial Magisterio del Río de la Plata.
Edmondson, A. (2018) The fearles organization. Creating psychological
safety in the workplace for learning, innovation, and growth. Hoboken, New
Jersey. USA: John Wiley & Sons.
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