domingo, 27 de enero de 2019

Espiritualidad: Una apuesta por la inestabilidad

Muchos buscan la tranquilidad y la paz espiritual en medio de las turbulencias de los afanes del mundo y los tildan de locos y raros. Otros decidieron alejarse de las pretensiones de los sistemas sociales mandantes y se les critica de idealistas y desenfocados. La realidad de estas dos afirmaciones, está en las perspectivas científicas del Profesor Prigogine, cuando afirma que “sólo en la inestabilidad se introducen nuevos esenciales. (…)” (Prigogine, 2017, 14). Parafraseando al mencionado académico, podríamos decir que, sólo en la inestabilidad podemos descubrir capacidades esenciales humanas, esas que están más allá de nuestro conocimiento.

El caos que vemos en las dinámicas sociales actuales, entendiendo caos, como las inestabilidades propias de las relaciones entre las personas y las estructuras sociales creadas por los hombres, no sólo permiten ver aspectos contrarios a una visión compartida y común deseada, sino igualmente las estrategias y acciones de aquellos que encuentran en esa dinámica respuesta inéditas, que resultan desconcertantes tanto para los que apelan al egoísmo y falta de vocación de servicio, como a los que buscan privilegiar y encontrarse con el otro.

En medio de las inestabilidades existen nuevas preguntas que están esperando que alguien les de respuesta. Muchas veces la respuesta a una situación no es una declaración concreta y detallada, sino una nueva pregunta. En cada nueva pregunta, lo que existe es un foco de inestabilidad, ese que cuestiona y reta el conocimiento previo. En la medida que las preguntas incomoden y generen escozor, mayor inestabilidad habrá y se estará abriendo un camino para construir un equilibrio dinámico, que se nutre y navega sobre las fuentes de nuevos retos y desafíos.

Cuando las personas buscan paz y armonía en su corazón, no buscan quietud o serenidad, o ausencia de ruido exterior, sino comprender y conquistar un equilibrio dinámico en su vida, que les permita navegar en medio de los mares insospechados del mundo y sus tormentas, con el corazón abrazado a su espiritualidad, donde las palabras del maestro se repiten a diario, anda yo te lo mando, no tengas miedo, “navega mar adentro y echa las redes” (Lc 5, 1-11) y confía en que el te acompaña y te alimenta con su fuerza y con su luz.

La paz no sinónimo de quietud o inercia. La paz no es dejar de actuar cuando corresponde, ni de habilitar espacios de contraste de ideas con otros, es reconocer que somos seres diferentes con visiones y posturas distintas, que a través de la inestabilidad reinante en las situaciones del mundo, queremos encontrar nuevas respuestas, nuevas preguntas y sobremanera nuevos caminos para reinventarnos a nosotros mismos.

Es claro que en este ejercicio de inestabilidad podrán primar los intereses personales y los generales, y en la medida que alguno tenga papel protagónico, habrá elementos para continuar avanzando y creando oportunidades para la reconstrucción de los tejidos humanos. 

Conectar al hombre con su espiritualidad, es liberarlo de su condición de esclavo de las estructuras sociales, de los mandatos que limitan su desarrollo y principalmente, lanzarlo fuera de espacios conocidos, donde sólo la inestabilidad será su maestra para alcanzar, bien la sabiduría que nace de un encuentro consigo mismo, o bien perseverar en la necedad de conseguir los intereses personales o de aquellos que las estructuras mandantes le indican.

Referencia
Prigoine, I. (2017) Las leyes del Caos. Ciudad de México, México: Ediciones Culturales Paidos.

El Editor

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