¿Eres mercenario o misionero? Es la pregunta clave que tenemos que resolver en el
contexto de un mundo cada vez más inestable e incierto. El imaginario de misionero nos habla de alguien dedicado,
generoso, humilde y apasionado por lo que hace. Es aquel que nunca desiste de
su misión, sino que aquella, es lo que hace que cada día tenga sentido
levantarse y superar cada reto que se advierte en el camino. Su misión, se vuelve su vocación, su
entrega, su vida y su legado, un ejercicio de conocimiento de sí mismo y
colaboración con otros.
Mientras un mercenario, como pudiesen ser aquellos
que vemos en las cintas de Hollywood, no tiene una causa común, trabaja por un
salario, no le interesa si lo que hace es legal o ilegal con tal de recibir su
paga, vive ansioso con tener nuevas aventuras, vive de la competencias con otros
luchando por ser la mejor opción, se entrena en lo que sabe hacer y busca
socios con intereses equivalentes. Su
vida esta marcada por “algo que hay que hacer” y luego cobrar.
Si vemos estos dos perfiles podemos ver reflejadas muchas
personas o personalidades a nivel de las empresas, los amigos, los gobiernos,
en fin, hasta en nosotros mismos, pues muchas veces en nuestras actuaciones
tenemos algo de mercenarios y algo de misioneros.
Un mercenario es una persona que la incertidumbre
no le es indiferente. Es capaz de moverse con agilidad, buscando recursos (no
siempre de la forma más honesta) para lograr sus objetivos. No improvisa y va
siempre con la mente abierta para enfrentar la situación que se le presenta.
Ante los eventos inesperados, busca alternativas, se disuade de sus enemigos,
establece nuevos puntos de refugio y protección, velando porque sus intereses
se encuentren protegidos. Generalmente se provee de lo necesario para la
misión basado en la información recibida y mantienen siempre la calma ante
momentos de oscuridad y contradicción.
Un misionero es más estratégico, no vive
de las oportunidades, sino de los retos que implica llevar su misión a cabo. Se
prepara desde las ideas novedosas, las personas talentosas, de los apasionados
del camino y de la espiritualidad que inspira, una lectura trascendente que en
su corazón anhela y desea. Mientras los mercenarios hablan de “cumplir con el
trabajo”, los misioneros persiguen el significado de lo que quieren lograr. Su
visión no se queda en el momento y los resultados transitorios, sino con la
vocación del bien superior que buscan, que les da sentido a todo lo que hacen.
Como se puede observar
tanto misioneros como mercenarios están diseñados desde una arquitectura emocional
central que los diferencia y una estructura conceptual y fundamental que los
hace únicos y a la vez semejantes. Mientras
los mercenarios viven intensamente el presente, dado que
dependen de sus resultados evidentes y concretos, los misioneros viven intensamente
el ahora y su vocación, dado que su motivación y resultados, son consecuencia
de una moción del espíritu que se encuentra conectado con un bien superior trascendente,
que no ven, pero que experimentan.
En un mundo de
situaciones inesperadas y cambios repentinos, no está mal tener un poco de vida
mercenaria, lista para actuar y superar los retos de los inciertos. Sin embargo,
no olvidar aquello que es central y la esencia de lo que somos y podemos, esa
energía que nos convoca para levantarnos cada día, ponernos en sintonía con lo
sagrado y dar testimonio abierto de lo que buscamos y deseamos: movilizarnos
hacia aquello que no podemos resistir y hace la diferencia en el actuar: Tu
vocación!
El Editor
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