Ser original no es
tener una idea brillante, o un momento de lucidez mental que confirma alguna de
nuestras hipótesis sobre alguna temática. Ser original no es arriesgar todo
para proponer una alternativa que hasta este instante nadie ha explorado. Ser
original no es lograr un producto o servicio distinto o novedoso con el cual
impresionamos o ganamos reconocimiento.
La originalidad es
una construcción que inicia con una idea, que se radica en un espacio incierto
y algunas veces agreste, que requiere grandes dosis de tiempo y energía,
y sobremanera, mantener un portafolio de riesgo equilibrado, que
permita, por un lado invertir para capitalizar nuestras habilidades en los terrenos
conocidos y por otro, compensar en aquellos puntos donde no se tiene
estabilidad financiera, emocional y social (Grant, 2017) .
Ser original
significa compartir ideas, rechazar lo predeterminado para investigar
si existen otras opciones. Ser original es crear entornos donde se “suspende
la realidad” para tener nuevas percepciones, bien de objetos o retos conocidos,
o para visualizar oportunidades y conectar con otros dominios de conocimiento.
Ser original no es un momento fugaz que ocurre en el tiempo, es
una capacidad que implica superar el “sesgo de confirmación”, que motiva a
continuar avanzando y proponiendo nuevas ideas, nuevos enfoques.
Ser original no es
un ejercicio individual, es una labor colectiva que implica crear coaliciones,
explicando inicialmente el “porqué” de las cosas, para luego conectar a través
de un “cómo” (Grant, 2017); una estrategia concreta que comunica una visión
aplicada que hace realidad la visión de una persona. Ser original implica enfrentar
los vacíos de conocimiento desconectando los saberes previos,
incorporando las nuevas distinciones del entorno para crear un momentum que
conquista a aquellos que inicialmente estuvieron contra nosotros.
Cuando se dice que
un trabajo es original, estamos conectando dos lecturas de la realidad, un
equilibrio justo entre lo que se conoce en el escenario de la cultura vigente y
el desafío del status quo (idem). Es decir, una deconstrucción de un
imaginario vigente que conecta expectativas y realidades en las personas, para
correr el riesgo de cambiar una tradición que se ha construido sobre saberes
previos y resultados alcanzados a la fecha.
Aquella condición de
originalidad que muchos reclaman, demanda una pasión sobresaliente para
conquistar sueños, una disciplina decidida para cumplir un cronograma de
actividades, una fe encendida que cree firmemente en su capacidad para
transformar su entorno, una apertura para someterse a la crítica y enfrentarse
a sus propios sesgos cognitivos, en definitiva un ejercicio de aprendizaje y
consistencia conceptual que busca romper los límites establecidos para desatar
nuevas posibilidades.
Ser original es
creer que es posible encontrar nuevas formas de ver el mundo. Ser original es
nunca desistir de intentar y probar; es lanzarse a conquistar un ideal que vive
en medio del incierto, para vencer la zona cómoda y encontrar la ruta perdida
de nuestros propios miedos y retos. Ser original es siempre mantener abierto el corazón
para conectarse con el infinito y ser esa antena humana que se comunica todo el
tiempo con la señal divina.
El Editor.
Referencia
Grant, A. (2017) Originales. Cómo los inconformistas mueven
al mundo. Barcelona, España: Editorial Paidos.
Excelente reflexion. Gracias por compartirla.
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