Muchas personas
pueden ver la vida como un dualismo o como una dualidad. Palabras que parecen
ser equivalentes, pero distan una de la otra, en la medida que su lectura
permite una reflexión distinta dependiendo de la orilla desde donde se
interpreta.
Un dualismo, dicen
los filósofos, es una teoría que busca explicar una situación particular en
función de dos factores o principios opuestos. Un ejercicio de contrarios que son
de esencias distintas, que recaban características propias y que prácticamente
se oponen uno al otro. Esta es una idea
que viene desde Descartes, cuando afirma que “los hechos del universo se
explican mejor en términos de elementos irreductibles entre sí”.
De otra parte, la
dualidad, etimológicamente viene del latín dualitas,
que significa “conjunto de dos cosas enlazadas”, lo que supone en sí mismo una
relación entre los dos conceptos que se complementan, que se nutren uno del
otro. Una dualidad es el ejercicio de conexión de los dos elementos que la
conforman, donde uno le da la identidad al otro y viceversa, una lectura de la
realidad que no es opuesta entre sí sino complementaria y enriquecida desde la
vista del otro.
Cuando vemos estas
dos formas de pensamiento y posturas frente a la vida, entendemos que existen
personas que sólo entienden su existencia desde los dualismos, desde las
posturas radicales, que tratan de explicar el mundo a partir de un lado de la
distinción sin darse la oportunidad de conocer la postura del otro y peor aún,
catalogarla y calificarla como “equivocada” frente a su forma de ver la
realidad, creyendo que está en posesión de la vista global del reto.
Este tipo de
personas, vive en una segmentación de la realidad, tratando de descubrir las
partes del todo sólo consultando su propia visión del mundo, fundando juicios
de valor que carecen de la vista enriquecida de aquellos que observan su
realidad desde perspectivas distintas. Los que viven con intensidad sus
dualismos, están atrapados en su propio ego, sus propias verdades y sus propios
resultados, perfectamente validados frente al segmento particular que es de su
interés.
Los individuos que
viven y reflexionan desde las dualidades, ven en cada objeto una posibilidad de
relación complementaria, una relación algunas veces visible que logran
determinar desde la experiencia práctica, otra veces invisible, que se revela
desde la apertura de los participantes para arriesgarse a entrar en contacto
con los otros. Toda relación supone un riesgo, situación que no es viable en
los dualismos.
Los que viven una vida
desde la dualidades no se desgastan en probar que su punto de vista es válido y
probado, sino en construir una realidad conjunta con sus pares. Comprende que
no tiene la vista total de lo que ocurre y por tanto, sabe que puede haber
otras formas de percibir y analizar una misma situación. Lo anterior no quiere
motivar una postura relativista del mundo, sino una oportunidad para
complementar los saberes que tenemos frente al reto que la vida nos propone.
Cualquiera sea tu
posición frente a la vida, dualismo o dualidad, recuerda que como seres
contingentes que somos, no tenemos control de todo lo que ocurre,
inevitablemente nos vamos a equivocar y que cada momento de nuestra existencia
es una oportunidad para repensarnos y volver a desconectar lo que conocemos y
crear una nueva espiral de aprendizaje que nos lleve al siguiente nivel.
El Editor.
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