Tres son los engaños
que utiliza el entorno para disuadirnos de alcanzar nuestro potencial. Tres son
las palabras que son manejadas para evitar que nuestros sueños se vuelvan
realidad. Tres son las expresiones que el mundo emplea para limitar el
crecimiento y desarrollo de nuestras capacidades. Estas tres palabras de
acuerdo con Brown (2016) son: vergüenza,
comparación y desconexión.
La vergüenza, en otrora utilizada para “hacernos
sentir disminuidos, apenados y sometidos” por algún comportamiento o expresión
que estuviese fuera de los marcos socialmente aceptados, es aprovechada por
terceros hoy como una herramienta asociada con el “miedo al ridículo y al
menosprecio”, como una forma de manipular a las personas y mantenerlas a raya.
Una estrategia que subyuga la valía de un individuo, su valor propio dejando
que un externo maneje sus propias decisiones, haciendo de la culpa un mal endémico
que corrompe su voluntad.
La vergüenza, no puede ser un valor en sí
misma, sino nos permite superar el escollo o la falta cometida. El sentimiento
de culpa y miedo debe ser superado a través de la enmienda de lo ocurrido y la
fuerza para volver intentar y hacerlo mejor. En este sentido, aquello que no
salió como se esperaba, es una oportunidad para ver que es posible hacerlo
distinto y con ojos renovados para desarrollar una nueva forma de conseguir lo
que queremos y deseamos.
La trampa de la comparación es un ejercicio por
encontrar referentes fuera de nosotros mismos que desconocen el valor único que
somos, asfixiando la creatividad y los dones exclusivos con lo que cada ser humano
ha venido a este mundo. El modelo de competitividad se ha venido agotando por
tratar de clasificar a las personas según marcos de trabajo que han sido
concebidos como fuente de excelencia y eficacia. El ejercicio no es competir,
es co-laborar, es descubrir y aportar desde las diferencias y potencialidades
individuales una vista enriquecida de la realidad donde es posible lograr
experiencias novedosas de forma conjunta.
Si bien compararse ayuda con contextualizar las
posibilidades y capacidades que tengo y debo fortalecer, no puede ser un
ejercicio para confinar a una persona en una franja que limita su potencial. En
este sentido, la comparación debe ser un habilitador para superar los límites
actuales de los individuos y lanzarlos a cruzar los umbrales de su desempeño y
así salir a conquistar su propios límites donde aguardan los logros y la
conquista de las metas que cada ser humano tiene para cumplir.
La desconexión, esa sensación de evadir la
realidad, de no asumir riesgos calculados o probar cosas nuevas. Esa experiencia
de autoexcluirse de su propio contexto para evitar proponer y desarrollar
propuestas que reten el estado actual de las cosas. Desconectarse es permanecer
en silencio, viendo que las cosas pasan y que no estamos en el equipo de
protagonistas de la historia. Vivir desconectados es estar de espaldas a
nuestros sueños y traicionar la confianza divina como los administradores
fieles que transforman la creación.
No podemos estar desconectados por miedo a la incertidumbre, a los riesgos
emocionales y a la propia vulnerabilidad. Es precisamente ese sentimiento de
inestabilidad y contradicción, el que debe activar nuestro de deseo de hacernos
visibles, de conectarnos con la realidad, para dar cuenta de nuestros retos, de
nuestros intentos, de nuestros aciertos y desaciertos, pero siempre con la
consigna de que cada momento es una oportunidad más para superar el miedo y el
malestar de los juicios y las críticas, algunas constructivas y otras no tanto.
En consecuencia,
todo individuo que se deja manipular por estas tres palabras, produce en sí
mismo un autosabotaje que compromete sus propios sueños. Recuerde que como
afirma Brown(2016) “la vulnerabilidad es
compartir nuestros sentimientos y nuestras experiencias con las personas que se
han ganado el derecho a escucharlas”, una ruta personal que construye con
otros un camino de conexión, confianza y compromiso.
El Editor
Referencia
Brown, B. (2016) El poder de ser vulnerable ¿Qué te atrevería
a hacer si el miedo no te paralizara? Barcelona, España: Ediciones Urano.
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