Estamos viendo
cambios acelerados del mundo, situaciones novedosas en ciencia y tecnología que
nos advierten sobre una nueva faceta de la dinámica humana posiblemente con
máquinas o robots en el mediano plazo. Los hombres con su entendimiento y
sapiencia han logrado simular situaciones de la naturaleza, dinámicas y partes
del cuerpo y construir escenarios virtuales de interacción como internet.
Estos logros
elaborados desde su capacidad para dejarse sorprender por la novedad, por lo
desconocido y lo inesperado, establecen un marco general de acción que cada uno
de los seres humanos debe explotar, con el fin de movilizar sus talentos y
acciones para crear mayores posibilidades y propuestas sobre múltiples formas
de comprender el mundo.
El hombre que no se
deja sorprender por la dinámica de lo incierto y la generosidad de lo ambiguo,
está atrapado en su propia burbuja del conocimiento, pensando que con lo que
sabe es posible descubrir todo lo que el entorno ofrece. El hombre que se abre
a lo poco conocido y explora en terrenos inestables, está trazando nuevos
horizontes en su mente y en su corazón para revelar aspectos de la realidad
antes desconocidos y que habiliten nuevos entendimientos de aquello que es
conocido.
La diferencia entre
lo conocido y lo desconocido, no es lo que en sí mismo encierran las dos
palabras, sino el espacio de encuentro que se tiene entre los dos mundos: una
lista de realidades sabidas preparada para ser desconectadas y un conjunto de
situaciones inadvertidas, perfectamente inciertas dispuestas para integrarse al
escenario desconectado. En este sentido, la diferencia se vuelve coincidencia,
una lectura extendida de la realidad que se desconecta y se reensambla para
leerla con unos lentes nuevos.
Cuando el hombre se
enfrenta a situaciones o enemigos inciertos, desde la postura de los
conocimientos conocidos y ciertos, se crean dos escenarios complementarios: la
angustia de no saber y tener que responder, y la oportunidad de no saber, y
poder proponer. Cualquiera sea la situación a la que el individuo se enfrente
deberá saber que, es desde su visión ante la vida como podrá superar sus
propios miedos y temores, para lograr proponer alternativas que den cuenta de
su compromiso para crear una mejor versión de sí mismo.
En el mundo actual,
las incertidumbres son el nuevo normal al que el hombre moderno se enfrenta,
una necesidad de superávit de futuro que consume las energías humanas, sin
mediar palabra o análisis sobre lo que ocurre en la realidad. Estar atentos y
percibir los cambios del entorno, no debe suponer una postura de angustia o
desespero del hombre, sino una lectura sosegada de los signos y señales que el
exterior envía para poder descubrir revelaciones claves que reanimen los
compromisos personales y los retos empresariales.
Cuando el mundo a
diario ofrece nuevas oportunidades para reconectar nuestros retos y ampliar el
espectro de nuestros sueños, tenemos el deber de salir al encuentro de la
desarticulación de nuestras propias verdades, asumir el proceso de derribar
nuestros límites autoimpuestos y superar el dolor y la incomodidad que supone
esta acción.
De esta forma estaremos más cerca de encontrar el tan esquivo
elixir de la juventud, ese que no está en el mundo exterior (el del hacer),
sino en el mundo interior (el del ser), donde no existe tiempo ni espacio, solo
un eterno ahora donde somos uno con el universo.
El Editor
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