“La sabiduría puede llegar a través de la
experiencia, pero no mediante la acumulación de experiencias. El desaprendizaje
supone estar preparado para desprenderse de lo aprendido y comenzar desde cero.
(…) el punto más elevado del saber es “no saber”.” (Brew, 2011, p.121) Una
frase que abre el entendimiento a la búsqueda permanente de las fronteras de la
ciencia y el conocimiento, una oportunidad para encontrar en el “no saber”, la
ruta de la trascendencia humana.
Cuando el hombre se enfrenta al reto de “no saber”, piensa menos en sí misma, adquiere mayor sentido de
conexión con otros y comienza a ver el mundo a través de los ojos de sus
semejantes (Maxwell, 2015). Este ejercicio permite una apertura del corazón y
de la vida, desde la búsqueda de respuestas conjuntas donde sus habilidades y
las capacidades de los otros, se combinan para lograr una lectura distinta y
enriquecida de la realidad.
La tensión inherente
que transmite el “no saber” quiebra la
mentalidad egoísta de “que gano yo”, lo que habilita opciones que permiten
apoyar y ayudar a otros, como una forma natural de ayudarse a sí mismo. La
sensación de “no saber”, establece un espacio de colaboración cierto, que no
deja de lado la exigencia personal de superación y esfuerzo que supone
comprender una situación, sino que revela la presencia del otro como fuente de ideas
y reflexiones que complementan las posturas individuales.
Cuando el hombre
asume el “no saber” activa en su interior
la pasión por explorar y descubrir una nueva frontera, una expresión
natural de la curiosidad propia de los seres humanos, la cual marca su presencia
en la vida propia y la de otros, cuando es capaz de conectar su intereses y
retos con las lecturas individuales de aquellos que se han inspirado en
desafíos semejantes o se han sintonizado con actitudes y valores equivalentes
en otras situaciones.
Andar por los
senderos del “no saber” es caminar por
una ruta de transformación, de transmutación personal donde es posible
identificar habilidades y dones complementarios en los otros, como un aporte
único y especial, que constituye un acervo de saberes previos donde se pueden
encontrar nuevas respuestas y preguntas inéditas, que descubren el camino en
medio de lo incierto y trazan nuevas apuestas que con el tiempo serán
revisadas, revaluadas o complementadas.
El “no saber” establece en sí mismo, que las
respuestas humanas que se tienen a la fecha son parciales e inacabadas, y por tanto, la experiencia permanente con su
entorno deberá ser de expectativa y asombro, para continuar creando “suspensiones
de la realidad” que lo lleven a cuestionar sus saberes previos. Una experiencia
donde es posible resignificar el sentido de la vida, “construir escaleras para
que otros suban por ellas” (Maxwell, 2015) y así hacer de cada día, no una
oportunidad para aprender, sino una obra maestra de “desaprendizaje”.
El Editor
Referencia
Brew, A. (2011) “Desaprender”
mediante la experiencia. En Boud, D., Cohe, R. y Walker, D. (Eds) (2011) El aprendizaje a partir de la experiencia.
Interpretar lo vital y cotidiano como fuente de conocimiento. Madrid,
España: Narcea de Ediciones. 109-122
Maxwell, J. (2015) Vivir intencionalmente. Escoja una vida relevante. New York, USA:
Hachette Book Group.
Anoche hablaba con mi hija de este tema... es básico para innovar ser consciente de que no sé.
ResponderEliminarAsí es!!
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