“Las personas que tienen miedo de ser ellas mismas no conocen nada de la vida. Les preocupan las apariencias, lo que otras personas piensen. Desean controlar a los demás en lugar de amarlos. Van por la vida fingiendo ser algo que no son, o sintiendo lo que no sienten; viviendo la vida como una copia desteñida y maltratada, en lugar de elegir ser un original vivo y perseverante” (Adaptado de: Hanacheck, 1997).
Muchas veces
pensamos que estamos en el camino correcto, que protegemos lo que amamos,
siguiendo las agendas ocultas de otros. Nos cuesta mucho reconocer quiénes
somos y arriesgarnos a confrontar las fuerzas de la inercia que nos invitan a
mantenernos en la zona cómoda, en la zona donde se experimenta y acepta una
esclavitud pasiva, donde los sueños sucumben y las ilusiones se desmoronan.
Avanzar en la vida,
implica abrir brecha en medio de la maleza y las intrigas humanas, es enfrentar
nuestros propios miedos para exigir el cumplimiento de nuestra propia agenda,
aquella que implica enmendar nuestros propios yerros, reparar nuestras propias
faltas, controlar nuestros hábitos inmaduros y superar las tentaciones naturales
que la inercia en general nos sugiere frente al zarpar del puerto conocido para
descubrir nuevos horizontes (Jimenez, 2002)
Una persona
psicológicamente sana, no se transforma o vuelve maleable frente a las
realidades que lo inhiben como ser humano o lo encierran en una jaula de oro
con todas las comodidades, sino que se rebela contra el sistema establecido
para resolver nuevas problemáticas, aún frente a los fracasos y derrotas. Estas
personas saben que solo alcanzarán sus ideales, si se comprometen con algo que
trascienda su propio yo, ese bien trascendente que lo proyecta fuera de si para
leer lo sagrado en claves cotidianas.
No es
psicológicamente estable y tremendamente insano, sentirse anulado o sometido
por una agenda oculta, por intereses oscuros, pues en este juego de
contrainteligencia, cualquiera puede resultar comprometido, bien los que
orquestan la vista oscura de sus propósitos, o la persona que es influenciada
de manera negativa, como quiera que tanto manipulador como manipulado quedan
atrapados en el peor de los abismos que es su propio resentimiento.
Es de personas
psicológicamente sanas, disfrutar de la expresión creativa de la vida, de los
momentos inesperados que crean evidencia de nuestras propias creencias y valores,
como fuente fundamental de una vida enriquecida con bondad, esperanza y fe.
Este tipo de personas no busca complacer a todo el mundo, ni contradecirlos a
todos, sino que desde el realismo de una idea o una propuesta, es capaz de
situar relaciones internas, que reconozcan su propia valía y la responsabilidad
de sus propias decisiones.
Las personas
psicológicamente sanas, no caminan sobre el filo de sí mismos, ni superan sus
certidumbres éticas, para mantener un estatus dentro de un grupo, u obtener garantías superfluas
que le aseguran un bienestar particular y colectivo, sino que se enfrentan a
sus propias limitaciones esforzándose por comportarse de acuerdo con sus
propios valores y principios: una declaración abierta y transparente que nos
dice quiénes somos, qué somos capaces de hacer y no se disuade frente al dulce
camino ancho y generosos, que nos oxida e impide potenciar lo mejor de nosotros
mismos.
El Editor
Referencias
Hanacheck, D. (1997)
Encounters with the self. Forthworth,
USA: Hacourt Brace Jovanovich College Pub.
Jiménez, A. (2002) Triunfar en el arte de crecer. México,
México: Alfaomega Grupo Editor S.A de C.V.
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