sábado, 2 de julio de 2016

Monitoreo y Control

Estamos en los inicios de la era del monitoreo y control, donde todo lo que somos y queremos comienza a estar en línea: fotos, videos, expresiones, palabras, archivos o cualquier forma de comunicación que permita expresar quiénes somos. Esta tendencia natural de compartir y denunciar lo que ocurre, muestra la necesidad de las personas por revelar sus gustos e intereses y hacer evidente sus condiciones y características individuales.

Toda esta información “presupone la consideración de una realidad independiente del sujeto a la que éste puede acceder mediante la puesta en práctica de determinadas competencias y habilidades cognoscitivas complejas” (Romero, s.f.). La verdad, la realidad supera nuestra capacidad cognitiva y exige reconocer los patrones que ella tiene, para ver los flujos de significados que se imponen desde la dinámica de una sociedad influenciada por paradigmas reiterados.

Cuando nuestra información no fluye de forma continua en la red, aquellos que la monitorean y rastrean, indican un punto oscuro en el universo de estrellas que están viendo. Advierten que se apaga un puesto en su espacio sideral y que alguien retoma la senda de permanecer en las sombras o mejor en el anonimato, reservando su derecho de ser visto o monitoreado, lo que lo hace más sospechoso a las redes de vigilancia global que permanecen activas todo el tiempo.

Si entendemos que el “conocimiento no es una verdad objetiva sino variable y verificable” (Gros, 2015), debemos retomar el control de aquellos que usan sus capacidades para observar sin ser vistos y crear un “aprendizaje sin costuras” para darle nuevo significado a las conexiones que se revelan en experiencias, datos e información, las cuales se recrean en diferentes puntos de la red y a través de distintos momentos y recursos. Lo anterior supone contar un consenso sobre los supuestos que habilitan un contexto social, en el cual se hace realidad una intencionalidad, una teoría e hipótesis que son discutidas y mejoradas por sus participantes.

El monitoreo y control globalizado “implica una especial capacidad para la flexibilidad y la adaptación a contextos diversos y en constante movimiento” (Gros, 2015), lo que genera un permanente entorno de discontinuidades que son poco perceptibles por los ciudadanos, pero ampliamente conocido y utilizados por aquellos que compiten por nuestros datos. Esta realidad, por demás ubicua, modifica la atención de las personas, generando una vista fragmentada y dispersa de su contexto creando un espacio incierto que concreta una ilusión de control reiterada por los paradigmas conocidos.

Si aceptamos que “la realidad proviene de la relación de continuidad y de circularidad entre sujeto, dato y otros observadores” (Romero, s.f.), es necesario entender que el juego de monitoreo y control, busca quitarnos la tranquilidad, para acelerar el paso y mantenernos en movimiento; una escena creada por la “sociedad en red” que te envuelve en la necesidad de hacernos visibles en un teatro de alcance global, donde el reconocimiento de otros, se convierte en la norma del enriquecimiento de los dueños del tráfico.

Recuerda como afirma Berzosa (2016, p.40): “La vida activa y ocupada, a la que le falte la dimensión contemplativa, no es capaz de la amabilidad de lo bello. (…) La vida gana tiempo y espacio, duración y amplitud, cuando recupera la vida contemplativa.”

El Editor.

Referencias
Romero, C. (s.f.) El constructivismo cibernético como metateoría educativa: aportaciones al estudio y regulación de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Recuperado de: http://campus.usal.es/~teoriaeducacion/rev_numero_03/n3_art_romero.htm
Gros, B. (2015) La caída de los muros del conocimiento en la sociedad digital y las pedagogías emergentes. Education in The Knowledge Society (EKS). Abril, Vol.16, No.1. Recuperado de: http://revistas.usal.es/index.php/revistatesi/article/viewFile/eks20151615868/13002
Berzosa, R. (2016) Cibercultura y ecología. Evangelizar en un cambio de época. Burgos, España: Monte Carmelo.

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