Muchas personas en
el mundo continuamos viviendo del “¿qué dirán?”, una expresión que habla de la
manera como recibimos, procesamos, aceptamos o rechazamos los juicios de los
otros. Este juego de hacernos “querer de los otros” o “sentirnos bien con los
otros”, muchas veces nos habla de la poca autoestima que tenemos y de la
delegación implícita que hacemos de lo que somos a las demás personas.
Es claro que las
consideraciones de las otras personas, cuando buscan de forma crítica y
respetuosa, ayudarnos a crecer y a observar puntos ciegos en nuestro proceso de
evolución humana, son ampliamente bienvenidas y necesarias, como quiera que
ellas nos permiten avanzar con mayor celeridad en la conquista de nuestros
propios sueños. Esas personas valiosas, son nuestros mentores que no buscan
otra cosa que estresar nuestro modelo actual y hacernos avanzar al siguiente
nivel de desarrollo que requerimos en nuestra carrera.
Los que viven
pensando en el “¿qué dirán?” sin hacer un juicio crítico propio de los
comentarios, abandonan su propia valía y comprometen su carácter frente a los
retos que la vida le impone. Vivir el “¿qué dirán?” genera esclavitud y
dominación por parte del otro, un ejercicio de mando que la persona acepta y
por el cual se somete a la visión y propuesta de un tercero. Esto opaca y
disminuye a una persona y la condena a vivir la vida que otros quieren para él
y no aquella a la que tiene derecho.
Los juicios de
terceros sobre lo que hacemos deben estar bien fundados y obedecer a una
necesaria mejora de la persona, esto es, reconocer la valía intrínseca del ser
humano y desde allí, establecer la ruta para que el individuo examine los
nuevos caminos y exigencias que debe surtir para lograr escalar nuevos niveles
de conocimiento y aprendizaje, que lo proyecten en la nueva versión de sí mismo,
que dé cuenta de la transformación que ha surgido en su propia esencia.
Bien anota Field (2011) en
su libro “Uncertainty”, cuando habla que de los tres jinetes de la creatividad:
la incertidumbre, los riesgos y la exposición a la crítica, éste último
componente pone a prueba nuestro sentido de aprobación, de reconocimiento y de
actuación, cuando somos capaces de capturar la esencia del “comentario que se
hace”, sin experimentar enojo, contradicción o señalamiento, pues allí, a pesar
de lo que ocurra, nuestra idea y propósito estará por encima de la
intencionalidad que se procure con lo que se diga.
No es fácil
enfrentar la crítica y menos cuando es destructiva. Sin embargo, debemos
advertir mecanismos concretos que filtren esta intencionalidad, pues
precisamente aquellos cuyas palabras quieran generan sentimientos encontrados
en otros, deberán saber que no podrán someter la creatividad y la innovación
sin nuestra autorización, sin doblegar el espíritu de progreso y transformación
que nos asiste, de tal forma que cada vez que los juicios “mal fundados” e “intencionalmente
contrarios” hagan su aparición, nuestra fuerza y propósito serán superiores y
generosos para absorber y superar el comentario, que no es otra cosa que la
proyección de la debilidad y los temores de otros.
Referencias
Field, J. (2011) Uncertainty. Turning fear and doubt into fuel for brillance. New
York, USA: Portafolio Penguin
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