sábado, 22 de agosto de 2015

Comunicaciones codificadas

Recientemente se han publicado noticias sobre la cultura de organizacional de AMAZON, el gigante digital de las librerías en el mundo. La noticia, inicialmente expuesta por una persona que ya no trabaja para la multinacional, indican una cultura exigente, arrogante y descuidada con sus colaboradores. Al tiempo, el presidente de esta empresa ha sido interrogado sobre los comentarios y sus respuestas, más que dar explicaciones, reflejan la tranquilidad de un ejecutivo que sabe cómo enfrentar los medios y los cuestionamientos por parte de los periodistas.

En fin, no sabemos con certeza qué ocurre al interior de esta empresa digitalmente construida, que nos permita explorar con detalle las condiciones reales de cómo se construye su cultura organizacional. Al margen de lo anterior, esta noticia deja al descubierto una tendencia natural que está presente en las empresas, que es la “libertad de expresión” propia de cada empleado, la cual está custodiada por la imagen de la empresa, su visibilidad en el mercado y las normas internas de ésta.

Preguntarle abiertamente a una persona de una empresa sobre el ambiente de la misma, es una inquietud que será respondida con filtros particulares, presentes en todas las reflexiones a interior de la organización, como quiera que, aunque no se vea o lea en un documento, hay reglas tácitas que son transmitidas de una persona a otra las cuales hacen parte de la forma como los individuos se comportan. Violar esas reglas tácitas es comprometer la manera como la empresa hace las cosas o se expresa sobre ellas, sin perjuicio de las “sanciones” o “represalias” que pueda haber, bien de forma activa o pasiva.

Debajo de esa codificación oculta, existen otras que se crean como parte de las agendas paralelas y reales que se encuentran en los diferentes equipos de la empresa. Se usan indistintamente para comunicar aquello que es políticamente correcto y otras que, sin tantos filtros, establecen lo que estratégicamente conviene hacer o conversar. Así las cosas, las organizaciones están configuradas por una red de conversaciones cifradas, las cuales limitan un real entendimiento de lo que pasa.

Cuando se tiene acceso a la clave en la cual están codificadas las comunicaciones o mejor aún, se crea una brecha de seguridad o “hackeo” del protocolo, es posible ver la fibra de las percepciones reales y las contradicciones que imperan en la forma como las personas se comunican o actúan. Si bien vivimos en un mundo de máscaras o compromisos personales y empresariales, es necesario abrir el código de las organizaciones para facilitar un espacio de comunicación que permita el flujo de información, emociones e intereses con el fin de tener una vista real de aquello que nos hace diferentes y por tanto, únicos en la forma como enfrentamos nuestro diario vivir.

En este sentido, cuando compartimos una cultura organizacional y hacemos parte de sus aciertos y errores, nos convertimos en custodios de las llaves de su protocolo de comunicaciones, el cual está cercado por los acuerdos tácitos de la costumbre empresarial y el estilo de liderazgo imperante en la empresa.

Por tanto, si aquello en lo que crees y esperas no se empareja con lo que experimentas en tu vida empresarial, tienes dos caminos a seguir: (a) guardar silencio interior y vivir como extranjero en tierras conocidas trabajando por aquello que quieres cambiar, o (b) convertirte en un “Snowden” de tu propia cultura y ser un perseguido por abrir una brecha de seguridad cultural que, no sólo expone a la empresa, sino tus propios “pecados” y actuaciones.


El Editor

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