domingo, 5 de abril de 2015

Revelando el talento

Cuando se habla de talentos, podemos tener muchas lecturas del mismo concepto. Si lo miramos desde la Biblia es una moneda, un pago; si lo revisamos desde la persona es una habilidad, una destreza, una forma particular de hacer las cosas y si lo analizamos desde la disciplina psicológica, es una cualidad, una propiedad inherente de la persona que la distingue de otras en su campo particular.

Cualquiera que se la vista, los talentos son dones, regalos particulares que la vida y el ser superior entrega a los seres humanos, como armas especiales para abrirse camino en medio de los retos y oportunidades que se presentan para alcanzar su propósito en la vida. No obstante lo anterior, pocas veces se repara en profundizar es estas armas dejando que la cotidianidad y la comodidad apaguen y diluyan lo que inicialmente fue un regalo.

El talento implica abandonar la zona cómoda, lanzarnos a conquistar la incertidumbre y creer firmemente que es posible hacer la diferencia. Esto implica persistencia, perseverancia y madurez, como quiera que ese regalo que se nos ha entregado, requiere un proceso de forjado, tallado y pulido que implica horas de práctica, intensos momentos de reflexión y una gran dosis de resistencia, para que la joya que ha sido plantada en el interior del hombre brille y transforme con toda su plenitud.

El talento requiere decidirnos por nosotros mismos, abandonar nuestras excusas, renunciar a nuestros apegos y redescubrir la esencia de la vida. Si queremos que las cosas cambien en la vida, debemos pagar el precio para estar en el siguiente nivel, avanzar en medio de lo desconocido y lanzarnos a superar la política de “cero riesgos”, para liberarnos de nuestros propios hábitos, que nos impiden apreciar los cambios y nos hacen insensibles a las posibilidades que nos habilitan para vencernos a nosotros mismos.

Bien anota Goethe: “lo más importante en este mundo no es saber dónde estás, sino hacia dónde vas”, por tanto el mundo no está hecho para los mediocres, que intentan en todo momento quebrar las iniciativas, sino para aquellos que se lanzan a perfeccionar sus talentos, superar sus propios miedos y avanzar a pesar de las frustraciones. Experimentar la magia del talento, es armonizar el esfuerzo, la visión y las ganas con un propósito superior.

Venimos al mundo con la capacidad para elegir, pero las creencias y valores que hemos interiorizado muchas veces nos limitan para cambiar de manera definitiva la historia de nuestras acciones. Si bien adquirir conocimientos y titulaciones académicas es una parte importante de la evolución y preparación de las personas, igualmente lo es el potenciar las capacidades propias de cada individuo, así como su vocación, pues allí cuando la academia y la motivación interior confluyen, estamos desatando el potencial superior que hemos recibido como regalo.

No podemos continuar ocultando los talentos, negando posibilidades a otros de ser beneficiados del poder transformador que éstos tienen. No podemos seguir viviendo vidas grises y anónimas, sino brillantes, auténticas y con sentido, para que la suerte que concede el talento y el entusiasmo que provoca ponerlo en operación, deje fluir la esencia del don que hemos recibido y se materialice la aventura del conocimiento en nosotros mismos.

Referencia

Sánchez, A. (2010) Arqueología del talento. En busca de los tesoros personales. Segunda Edición. Madrid, España:ESIC Editorial

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