domingo, 30 de marzo de 2014

Síndrome de logro



Revisando algunas notas de libros sobre cómo llegar a ser CEO – Chief Executive Officer, o mejor llamado Presidente de Empresa, se encuentran una serie de características y elementos humanos que muchas veces se pasan por alto cuando queremos entender las motivaciones y retos que esta posición tiene.

Anotan los académicos Stein y Pin, que al llegar a esta posición, la responsabilidad por el futuro adquiere una connotación particular. Lo que esta persona crea y seleccione será el mapa de ruta que seguirá la empresa para dibujar la forma y esencia de lo que será la corporación, el reto de dar un paso hacia lo desconocido, pero con la convicción y convencimiento que juntos es posible llegar tan lejos como se quiera.

Llegar a la primera posición de una empresa, no se consigue en el ejercicio exclusivamente de las habilidades técnicas que desarrollamos, sino en la construcción y afinamiento de habilidades sociales que buscan crear puentes, conversaciones y sueños donde es posible convocar a otros para que construyan sus anhelos con nosotros.

La persona que desee llegar al primer nivel, debe mantenerse con los pies en la tierra, ensuciando su calzado con el polvo del trabajo diario, fuera de la oficina, en el terreno con los retos de su equipo, aceptando la responsabilidad por sus elecciones y su impacto en su familia, en sí mismo y en el mundo. Quien busque la ruta para ser CEO, deberá afrontar el reto de aceptarse a sí mismo, para salir al encuentro del otro.

Un presidente de empresa puede experimentar la soledad del poder o el poder en la soledad. La soledad del poder, es consecuencia de abandonar el terreno de lo real y vivo para cambiarlo por lo superfluo y suntuoso. De otro lado, el poder en la soledad, consiste en renunciar a crecer y transformarse, evitando confrontar sus propias limitaciones y perder el liderazgo de sí mismo. Cualquiera que sea la experiencia, debe entender que el poder se debe usar de manera útil, oportuna y justa, como un mandato que se le ha dado para orientar y llevar a otros para que logren sus metas. 

De acuerdo con los profesores Stein y Pin, los CEO tienen un síndrome de logro que los define: 

  • Tienen una visión original de la realidad.
  • Buscan resultados de mediano y largo plazo.
  • Definen indicadores para saber qué tanto se acercan o no a sus metas.
  • Modifican el entorno en que se mueven, buscando mejores condiciones para quienes le rodean y para sí mismo.

Esta realidad no es ajena de aquellos que buscan alcanzar sus metas, de lo que se abandonan en la providencia divina para lanzarse a construir donde otros no lo han hecho, ese conocimiento profundo, que habla Robbins, que podemos aplicar para incrementar de forma inmediata la calidad de nuestra existencia.

En resumen un CEO, es una persona que con hambre de logro, inteligencia política, serenidad y humildad de corazón, carácter y firmeza en sus decisiones, entiende que en la vida no hay fracasos, sólo resultados, lecciones aprendidas que nos lanzan al siguiente paso en nuestra evolución.

El Editor

Referencias
STEIN, G. y PIN, J. R. (2010) CEO. Carrera y sucesión. Ed. Pearson.
ROBBINS, A. (2014) Controle su destino. Despertando al gigante que lleva dentro. Cuarta Edición. Ed. Debolsillo

domingo, 23 de marzo de 2014

Competencias Educativas



El tema de competencias educativas es un tópico donde existe aún mucho debate académico y práctico. Mientras unos se enfocan a que el tema tiene que trascender hacia un vista integrada sobre el ser humano, otros establecen fundamentos particulares que se operacionalizan en la práctica de cada individuo.

Sin perjuicio de lo anterior, parece que hay cierto acuerdo en la literatura que existen al menos cuatro competencias educativas básicas que deben tener todos los sujetos: aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser. Cada una de ella, complementaria de la otra, forma un cuerpo de capacidades propias del ser humano como fundamento de su integración con la realidad y entorno.

Aprender a aprender, según la literatura, consiste en que los estudiantes se hacen conscientes de sus aprendizajes, construyendo conocimiento a partir de éstos. Una definición conceptual y causal. Sin embargo, el aprendizaje en la vista de sistemas ocurre cuando tenemos un quiebre que nos saca de nuestra zona cómoda y nos percata que algo ha cambiado en nuestro entorno. Es una oportunidad para encontrarse con el entorno y entender cómo hacemos parte de esta realidad.

Aprender a hacer, según los autores académicos, es la aplicación del conocimiento adquirido en beneficio de su entorno social, entendiendo los cambios continuos de su contexto. Una definición operacional y basada en la acción. En la vista de sistemas, el hacer ocurre en la actuación de las personas, en su relación con el entorno y en la vista propia de sí mismo respecto de su contexto social. Es una forma de delimitar el marco informacional que domina la persona, operando en las conversaciones con los otros.

Aprender a convivir, según los educadores expertos, es el respeto por el otro, vivir en el pluralismo, reconociendo y valorando la diferencia, como oportunidad para descubrir al otro. Una propuesta socialmente incluyente. Esta competencia leída en la teoría de sistemas, es delinear las relaciones entre los componentes de un sistema, los cuales definen su comportamiento, una convivencia diseñada para que el todo sume más que sus partes.

Aprender a ser, según los especialistas, es el reconocimiento de lo que somos, de nuestras virtudes y limitaciones, un ejercicio autónomo y libre que busca su realización como persona y profesional. Una definición orientada a la autoreflexión. En la vista de sistemas, el aprender a ser, es el desarrollo de una propiedad emergente del ser humano, sustentada en la transformación interna permanente del ser, que busca su lugar en el universo y que no se acomoda en el ejercicio de su práctica permanente.

Estas cuatro competencias educativas, describen el fundamento del hombre que vive en sociedad, las capacidades requeridas para explicarnos a nosotros mismos, las expectativas que yacen en las declaraciones de un mundo más humano y justo, en síntesis una enseñanza permanente, que sin caer en una vista academicista, abre la posibilidad de una transformación personal que supera los criterios de valoración humanos, para encontrarse con la providencia divina.

El Editor.

domingo, 16 de marzo de 2014

Huellas emocionales


Somos personas de emociones, de sentimientos, de manifestaciones corporales permanentes que comunicamos todo el tiempo lo que somos, podemos y deseamos. Somos una fuente de transmisión constante para el mundo y basta con sintonizar una frecuencia para encontrar esa realidad particular que define a un ser humano.

Seguir el rastro emocional de una persona, exige una escucha activa de sus expresiones particulares, de sus palabras, de sus deseos y sueños. Cada momento es una partitura especial de la melodía interior de los seres humanos, que describe sus motivaciones, deseos y realidades con la fidelidad que genera la proyección de sí mismo sobre su entorno.

Entrar en el seguimiento de los rastros emocionales implica explorar el mundo interior del ser humano; descender por las sendas de las creencias, de las experiencias y de los retos que definen la forma como cada individuo se enfrenta a descifrar su mundo y a conquistar sus propios temores. Es un proceso de reconstrucción permanente donde las huellas emocionales cambian y se matizan en medio del paisaje interior.

Muchos quisieran especializarse como sabuesos de estas trazas emocionales para encontrar respuestas a comportamientos, expresiones y acciones que las personas tienen, sin embargo, esta especialidad reviste una especial categoría espiritual, que pocos quieren recorrer, pues implica una viaje personal para desprenderse de las “seguridades humanas” para abandonarse en las “verdades divinas”.

Ser un analista de las huellas emocionales, implica haber recorrido sus propias trazas, reconocerlas, enfrentarlas y someterlas en el escenario de sus propias limitaciones y contradicciones. Esto es, sumergirse en las aguas inexploradas de la fe, de la esperanza y la caridad, donde se esconden las primicias de los que han cruzados los límites humanos y se han fundido en el crisol de las verdades eternas.

Nada más retador y valeroso que lanzarse a escrutar las huellas emocionales, un proceso que se debe adelantar con precisión quirúrgica, toda vez que en ellas se delinea una persona, su mundo, su historia, su pasado, su presente, su retos, sus sueños y sobre manera, la forma como se abre al mundo, bien para donarse en función de otros o para cerrarse como forma de protegerse de otros.  

Las huellas emocionales son la impronta permanente del hombre que se observa a sí mismo y a su entorno, el ejercicio de escucha profunda donde el ser humano reconoce su voz interior como base de su comunicación trascendente. Así las cosas, la claridad de la huella emocional estará asociada con la fidelidad de traza, esto es con la autenticidad de la expresión emotiva, que permita reconocer la profundidad de lo que se expresa y cómo afecta a su destino.

No te pierdas en el mar de huellas emocionales que a diario puedes ver, no te deje contagiar de emociones que te quitan la tranquilidad y roban tu energía, deja que fluyan tus deseos y motivaciones, para que las emociones positivas transformen tu vida y la virtud del escuchar “el trasfondo” de lo que sentimos, abra la puerta al discernimiento y nuevas percepciones superiores que reflejen el brillo de DIOS en cada uno de nosotros.

El Editor

domingo, 9 de marzo de 2014

Genoma Espiritual



Muchas preguntas y reflexiones se han escrito alrededor de las personas exitosas, de aquellos seres que en cada reto que se proponen, logran alcanzar sus objetivos. Cuando se analizan estos individuos se encuentran elementos comunes en ellos como son entre otros: persistencia, dedicación, entrega, foco, humildad y determinación para hacer que las cosas pasen.

Si bien todo lo anterior establece un conjunto de características clave, la esencia de los mismos se esconde en la base espiritual que llevan dentro de sí, en la sintonía con el ser trascendente en el cual creen, en su oración o meditación diaria que los nutre de las fuerzas universales y en su permanente deseo de abandono de las cosas humanas. Renuncian a las victorias temporales y se concentran en el vencimiento de sus comodidades presentes, para alcanzar sus sueños futuros.

Esta composición espiritual surge de la construcción personal de cada ser, que busca en la sintonía con las verdades universales, fuentes de sabiduría y conocimiento para explorar nuevas formas de nutrirse y reinventarse para permanecer vigentes en el ejercicio de su encuentro con la divinidad. Saben que son invitados permanentes de la gracia y que sus bondades están a su disposición, cuando se mantienen lejos de su ego y cerca de sus miserias.

Los santos, los monjes, los yogui y cualquier otro modelo de espiritualidad, nos muestra que el ADN espiritual es la base de la evolución del ser humano para alcanzar la mayor sintonía con lo eterno, dejando su interacción con el mundo, como un capítulo pasajero de su historia, donde descubre sus potenciales y capacidades como requisito para lanzarse fuera de sí para encontrarse con su DIOS.

La espiritualidad humana es la que alimenta la cotidianidad personal, es la que anima y define la forma como el ser humano se enfrenta a los retos del mundo. Es la matriz de las actuaciones y reacciones humanas, toda vez que desde esa estructura espiritual se registra la interrelación entre cuerpo, alma y espíritu que permite al individuo reconocer sus más profundas emociones y deseos.

Los triunfadores en la vida, entienden que los retos o contratiempos guardan dentro de sí la semilla del logro, del desarrollo personal, esas lecciones que les hacen falta para entrar en el siguiente nivel de evolución. En este sentido, la espiritualidad es la savia que motiva una actitud diferente frente a la vicisitud; una que piensa con flexibilidad, estimula la creatividad y potencia nuestro carácter.

Una vida centrada en la espiritualidad, en el descubrimiento del genoma espiritual humano, nos motiva a la santidad, entendida ésta como el ejercicio pleno de nuestra vocación en el mundo, que nos lleva al “nirvana” de nuestro desarrollo humano y a nuestro encuentro con DIOS. Recuerda que no hemos venido a ser observadores de lo que ocurre en el mundo, sino sus protagonistas, una lección de vida que no termina con tu compromiso para “saber más”, sino que continúa con tu fidelidad para “ser más”.

El Editor  

domingo, 2 de marzo de 2014

Credenciales, experiencia y compromiso



Revisando el libro “Ready to be a thought leader” de Denise Brosseau, se detalla que para llegar a ser un líder de opinión, es necesario establecer una alineación entre tres variables claves: las credenciales, la experiencia y las causas o temas con los que se está comprometido.

Las credenciales tienen que ver con la formación profesional, grados alcanzados, certificaciones logradas, posiciones ejecutivas, entre otros elementos. Las credenciales son esa carta de presentación de qué tanto ejercicio mental y analítico has invertido para hacer la diferencia, para aportar con tu visión del mundo. Es una pequeña vitrina de pergaminos que debe ser renovada con el tiempo para que se mantenga actualizada y renovada conforme la dinámica del mundo se reinventa una y otra vez.

La experiencia es el reconocimiento del entorno de que eres capaz de enfrentarte a un problema y proponer diferentes alternativas. Es la porción de la vida que nos indica las veces que nos hemos equivocado y hemos aprendido, para crear una capacidad de renovación personal que nos permite escalar nuevas cumbres. En este sentido, reconocen tus logros y relevancia de tus apreciaciones, pues están basadas en el “sudor y lágrimas” que han costado para llegar allí.

Aquello con lo cual estás comprometido, es aquello que te impulsa a seguir estudiando, a seguir explorando y conociendo, que te anima a construir y proponer nuevas alternativas para mejorar no sólo tu vida sino la de los demás. Esa moción de energía interna que canaliza el intelecto, la fe y la esperanza para revelar nuevas opciones para influenciar y provocar los cambios que el entorno necesita. Aquello con lo que está comprometido, es lo que te permite fluir en el mundo, para marcar la diferencia y lograr lo que nadie ha alcanzado.

Si miramos estas tres variables, no necesariamente son para revelar al líder de opinión, es igualmente una tupla de exigencia y compromiso humano, de una persona que busca vencerse a sí mismo, abandonar la zona cómoda y continuar luchando para movilizar nuevas posibilidades en el mundo. Es la lección básica de aquellos que saben que estamos para cumplir con una misión, que tenemos la responsabilidad transformar el mundo y continuar la obra de nuestro Creador.

Estas tres variables, perfectamente alineadas, detonan la fuerza del ser interior, que no solo se presenta con conocimiento humano ante el mundo, sino que permite descubrir la esencia de una vocación personal que busca alcanzar todo su potencial; esa luz que resplandece intensamente en el interior del ser humano, que está lista para brillar cuando superemos nuestros apegos, esos que nos atan a la realidad mentirosa de los aplausos, las lisonjas y los reconocimientos.

Credenciales, experiencia y compromiso crean el movimiento interior del hombre moderno, para motivar los cambios que requerimos y generar una nueva disrupción global que cambie nuestra manera de pensar: aquella que piensa muy poco en los otros, y retomar la senda de una vista compartida donde el egoísmo sea dividido y disipado, es decir, crucificar al “ego”, dejando sin sentido al “ísmo”.

El Editor

Referencia
BROSSEAU, D. (2013) Ready to be a thought leader. How to increase your influence, impact, and success. Jossey-Bass.