lunes, 27 de mayo de 2013

Comunicación con DIOS

Todos los seres humanos tenemos zonas abiertas, zonas ocultas, zonas ciegas y zonas desconocidas. Mientras más amplia sea la zona abierta, mayor es la apertura y transparencia que generamos cuando interactuamos con los demás. Estas diferentes zonas fueron detalladas por los psicólogos Joseph Luft y Harry Ingham, que denominaron la Ventana de Johary, como una estrategia para mejorar la comunicación a través de la cual una persona da o recibe informaciones sobre sí misma o sobre otras personas.
 
La idea de usar este instrumento es alertar y tratar las áreas ocultas y ciegas que son las que predominan en la relación interpersonal. El área oculta es aquella donde hay elementos desconocidos por los demás y conocidos por la persona, mientras el área ciega, es aquello que la persona no conoce, pero es conocido por los demás.
 
Revisando este instrumento que posibilita una comunicación más fluida entre las personas, surge una interesante pregunta frente a nuestra relación con nuestro Creador, ¿qué predomina en nuestra relación con DIOS? ¿Qué hacer para tener una zona más abierta con Él?
 
Cuando en nuestra relación con el Creador predomina el área oculta o privada, experimentamos el miedo, sentimientos de culpa y vergüenza respecto de nosotros mismos frente a lo que pueda pensar nuestro DIOS, a cómo pueda actuar frente a nuestros pensamientos, generando distancia de su presencia y alejamiento de su bondad.
 
Superar esta ventana, demanda abrir nuestro corazón y nuestra vida a DIOS. No interesa que tan equivocados estemos, que tanto nos hayamos equivocado, ni las veces que lo que hemos ofendido, es siempre está abierto a encontrarse con nosotros, pues su bondad es infinita y su amor incondicional. Cuanto más conocemos la esencia misma de nuestro Creador mayor será nuestra sed de entrega y donación para transformar el mundo.
 
Cuando la relación se plantea en términos del área ciega, comunicamos nuestro querer, sin medir los impactos o implicaciones, sin mediar los mensajes contrarios que otros puedan percibir. Una forma de relación donde lo que importa es mi visión, mis intereses, mis retos y objetivos, donde los otros son parte de mi entorno, pero no son mi prioridad.
 
Reducir esta ventana, es pensar primero en el otro, reconocer al Creador en el prójimo, es descubrir que somos parte de un conjunto donde todos sumamos, donde compartimos intereses, retos y emociones, que somos parte esencial del querer del Universo, que se transforma a sí mismo, cuando cada uno de nosotros acepta el reto de superarse a sí mismo. Mitigar el área ciega es reconocer nuestras limitaciones y virtudes, para ponerlas al servicio del amor.
 
Para el Creador no hay área desconocida, pero si para nosotros. Él nos conoce desde el inicio de nuestra vida, nos intenta dotar de todo lo necesario para que alcancemos nuestro potencial, pero muchas veces le negamos la posibilidad de hacerlo. Por tanto, que podamos ser dóciles y atentos a las bondades y generosas bendiciones divinas, que mantengamos el buen combate frente a los espejismos del mundo, para continuar avanzando en la zona de encuentro permanentemente abierta que DIOS tiene para nosotros. Bien decía un Sumo Pontífice: “Jóvenes no teman, DIOS no quita nada, lo da todo”.
 
Cuando entendemos que nuestra comunicación con DIOS, no permanece en la zona abierta, en la zona donde podemos disfrutar su presencia permanente, de nuestra entrega total, de nuestro compromiso con lo santo y puro, sabemos que no vivimos en plenitud las promesas de su amor. Por tanto, que la búsqueda permanente del conocimiento propio y nuestra decidida opción por el otro, sea la antorcha que permanezca encendida para desterrar las tinieblas de nuestro corazón, renacer en la hoguera de la fe y fundirnos en el crisol de su querer.
 
El Editor  

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