lunes, 13 de mayo de 2013

Imaginar



Nuestra imaginación es la herramienta más poderosa que tenemos para  transformar nuestra vida y la de otros. Es la imaginación una fuente generosa de motivaciones positivas o un portal de visiones contradictorias que desestabilizan nuestro plan de vida. La imaginación, fuerza energizante y llena de atributos sobrenaturales, que yace entre la mente humana y la materia, para desatar las líneas de energía que están presentes en el universo.

La imaginación es un don y una virtud en cada uno de los hombres, que contiene la llave para visualizar lo que no se ve y tener la certeza de alcanzarlo aún las tinieblas lo cubran. Es en la imaginación donde se elaboran las promesas de DIOS para los hombres, ese escenario compartido donde todos podemos participar de la luz del Creador, el sitio místico por excelencia que sólo se alcanza en la contemplación de lo santo y alto. Imaginar, es el ejercicio del hombre para encontrar la puerta al deseo de su Creador, el movimiento de la mente y el deseo humano para encontrarse en una dimensión superior.

La imaginación, la han catalogado como “la loca de la casa”, una figura que anda divagando, generando ideas, algunas incómodas o inesperadas, otras que generan bienestar y descanso. La imaginación como llave que abre las puertas a la dimensión de la fuerza divina, debe ser educada para desafiar lo conocido y experimentar los abrojos y espinas del camino, que contrario a la propuesta de uno de laureles y reconocimientos, nos permite superar nuestra venda natural de la vida cómoda, para comprender esa verdad que incomoda y no permite ser cuestionada.

Imaginar es experimentar en la libertad de los que aman, aquellas cosas que nos desagradan, esos momentos que nos exigen y demandan posiciones, esas condiciones que nos reclaman nuestra capacidad para cambiar de lentes y ver la realidad y decodificarla en clave de amor, esto es eliminar las luces y los destellos de las cosas del mundo, las lisonjas, los reconocimientos, los cargos, nuestro miedo a ser criticados, en pocas palabras, abrir nuestro corazón a la promesa divina, que reclama nuestra semejanza con la luz.

Cuando el hombre imagina, entra en la visión convencional de la humanidad, construida sobre su propia identidad, su historia, experiencia y planes futuros, los cuales definen una forma de enfrentar el futuro y hacer que las cosas pasen. Si definitivamente no podemos imaginar una nueva realidad sin liberarnos de quiénes somos, en qué creemos y para qué existimos, tampoco podemos allanar el camino para renovarnos a nosotros mismos, pues la repetición de modelos exitosos nos ilumina una ruta conocida, que no despierta nuestra vigilancia activa, para encontrar un quiebre de la realidad conocida.

Imaginar es el principio del viaje hacia nuestro interior, hacia nuestros propios pensamientos y oportunidades, es la búsqueda de sentido humano para visualizar la fuente infinita de sabiduría no convencional que vive en cada uno de nosotros, esa sabiduría que hemos heredado y que no hemos sabido aprovechar. La imaginación es el molde de cerámica que está dispuesto fundir los absurdos de tu mente, para combinarlos con las realidades circundantes y producir aquello que “no tiene nombre” que aún están en el espacio de las “indefiniciones”, hasta que el ser humano, haciendo gala de su don como dueño de lo creado, le dé uno.

Imaginar es tan poderoso como conversar. Bien dice la Escritura Católica “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, palabras que manifiestan un poder en la palabra, para imaginar y revelar la autoridad del diseño arquitectónico inicial, un mandato que está inscrito desde el inicio del mundo reservado para todos los seres humanos y destinado a mirar al futuro para hacer que las cosas pasen.

El Editor

No hay comentarios:

Publicar un comentario